Por la Italia más medieval (Parte I: Orvieto)

Aunque la Toscana tenga como capital a la deslumbrante Florencia, cuna del Renacimiento, me quedé sorprendida con lo medieval que son sus pequeños pueblos rodeados de viñas, olivos y sus inconfundibles cipreses.

A los pies del castillo de Castiglione del Lago.

Recorrimos pueblos tan encantadores como Orvieto, Castiglione del Lago, San Gimignano o la impresionante Siena. Cada vez que visitábamos las callejuelas de cada uno de estos rincones pensaba para mi misma; sin duda este es el pueblo más bonito de toda la Toscana. Hasta que llegábamos a otro encantador pueblito y entonces decía, no, ¡sin duda el más increíble es este! Y así durante todo el recorrido que duro varios días. ¡Qué deciros cuando llegamos a Florencia! Estaba incluso más bonita de lo que la recordaba. Lo único que no me agrado de este viaje, fue el poco tiempo que tuve para saborear cada rincón de la antigua Etruria.

Típico paisaje toscano en San Gimignano.

Aquí comienza un recopilatorio de este impresionante viaje. Os confieso que quería contaros en este post todo el recorrido pero lo he tenido que dividir por partes, ya que cada lugar tiene tantas cosas que contar que me ha resultado imposible resumirlo tanto.

Primera parada, Orvieto:

Este pueblito está en la provincia de Umbria, pero muy cerca de la Toscana. Es una parada obligatoria para los que visitan esta región. Nada más llegar te sorprenden unas grandes murallas que se entremezclan con la toba volcánica marrón, es toda una fortaleza natural. De hecho, fue en época antigua una importante ciudad etrusca, ¡no me extraña! Ahí arriba estaban muy bien resguardados. Nada hace pensar que entre estos muros se encuentre todo un pueblo, y menos aún que sea el lugar donde se asienta una impresionante catedral de estilo gótico italiano como esta.

Los que habéis visitado Italia sabéis que en este país cosas así suceden constatemente. De repente asoman obras de arte y edificios tan espectaculares como esta catedral del siglo XIV.

Parece ser que los Papas pasaban aquí largas temporadas, de ahí esta espectacular edificación. Dejamos atrás la Piazza del Duomo para cruzar la avenida principal. Por sus calles se esparcen casas medievales muy bien conservadas, tiendas y pequeños cafés con mucho encanto.

No pude resistir la tentación de tomar un espresso con las vistas puestas en la catedral. Es uno de esos pequeños placeres que me di durante todo el viaje. Pero aunque este pequeño pueblo de no más de veinte mil habitantes sea ya de por si, sorprendentemente bonito, aún nos guarda una sorpresa bajo la manga.

Existen dos Orvietos; el de la superficie y el que se encuentra bajo nuestro pies. Y es que toda la roca de origen volcánico está horadada por más de mil pozos, galerías y cavernas. ¡Si! ¡¡He dicho mil!!,… ¡Increíble!  La llaman la ciudad subterránea. En estas galerias se puede saber más acerca de la vida de los misterioso etruscos. Los historiadores cada vez se sienten más fascinados por la cultura, ingeniería e historia de este pueblo del que los romanos aprendieron tanto. En las galerías se pueden ver pinturas y obras de este pueblo, la parte más antigua del Pozzo della Cava es creación de ellos. También obras de ingeniería que parecen la verdad, cosa de un ingeniero del siglo XXI.

Es impresionante también el pozo de San Patricio que servía como reserva de agua en caso de un asedio medieval. El Papa Clemente VII ordenó su construcción después de escapar del ataque a Roma y refugiarse en Orvieto.

Algunas de las galerías se han utilizado como bodega, ya que estamos en tierra de vinos. Su relación con los caldos se remonta al periodo etrusco. Ellos llamaban a Orvieto, Oinarea que creen que significa “la ciudad donde corre el vino”. Se cuenta que Luca Signorelli, en el contrato firmado para realizar los frescos de la Capilla San Brizio, pidió 1.000 litros de vino al año para él y para sus ayundantes.

Las murallas, las galerías y las callejuelas empedradas hicieron que me entraran ganas de volver a Laguardia. Se parecen muchísimo. La verdad que nuestro rincón de Rioja Alavesa poco tiene que envidiar a Orvieto. Viajando te das cuenta de que nuestro pequeño rincón en el mundo es también otra maravilla.

En este lugar es también donde el controvertido exciclista guipuzcoano, Aitor González, gano la octava etapa del Giro de Italia, allá por el año 2002.

En el próximo post, más paradas de este viaje tan bonito por la Italia más medieval.

 

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