EL CLIMA QUE SE CREÓ TRAS EL ATENTADO A MELITÓN MANZANAS

Sábado 18 de marzo de 2017

Melitón Manzanas«UN HOMBRE más bien joven» (Cifra) al parecer con barba: «de unos 25 años» (El Correo español), cortó la vida delictiva de Melitón Manzanas, con siete tiros de pistola calibre 7.65 (prensa madrileña), el día 2 de agosto. El resto de los detalles «oficiales» del caso fueron ampliamente difundidos por los periódicos españoles. El látigo de la represión del franquismo, que estaba ya preparado, cayó sobre el cuerpo de Euzkadi de inmediato. La «farria» empezó esa misma noche en los alrededores de Irún. Se establecieron controles. Los sacerdotes de los alrededores de Oyarzun fueron objeto de registros. En vano. A las 24 horas nadie dudaba en Gipuzkoa que el autor había tenido tiempo sobrado para huir.

Y el olfato especial del pueblo detectó que en el «affaire» había gato encerrado. Los periódicos del 3 publicaron amplias notas necrológicas laudatorias del muerto. De ellas mismas se desprende la negra carrera de Manzanas. En la guerra fue detenido por las «hordas rojo-separatistas», que sin embargo ni lo tocaron. Hizo la guerra con los «Flechas Verdes» y se incorporó al Cuerpo General de la Policía de Irún en 1938. Lo que más destaca de esas biografías la prensa son las 50 «felicitaciones públicas» y la Cruz del Mérito Policial, con distintivo rojo, que lo ganó en 1964, cuando dirigía la represión, ya ascendido en Donostia. La otra cara de la moneda es que durante la Guerra Mundial colaboró en lo que pudo con los servicios de la policía alemana.

En los tiempos de la posguerra, cuando la resistencia vasca comenzaba a organizarse, Manzanas, junto con Bazán, establecieron en Irún una de las temidas «Chekas», en las que se utilizaban métodos de torturas calcados de los alemanes, que la imaginación se resiste a creer. Muchos quedaron marcados de por vida; otros sucumbieron al poco de pasar por los calabozos de Irún. La lista de los «desaparecidos» en el pase de fronteras es larga, así como las barbaridades perpetuadas en los azarosos días de los «maquis» cuya zona de operación fue el Pirineo.

Las Comisarías de Irún, Oviedo y Madrid (donde operaba el Coronel Eymar) ponía a temblar al más valiente. Junto con estas atrocidades, Manzanas llevaba paralelamente otras en su propio provecho: era intermediario en el mercado negro (que entonces se llamaba estraperlo) y famoso por sus andanzas en materia de faldas, teniendo en su haber presuntos abusos inconfesables mediante el terror y la coacción. Un presunto sucio «affaire» de contrabando de camiones que no pudo ser tapado a tiempo hizo que se abriera contra él un expediente; pero paradójicamente su eficacia como torturador le llevaron con ascensos y honores a Donostia, constituyéndose después en el brazo derecho del gobernador Valencia Ramón.

Una radio extranjera dijo que anduvo mezclado con una banda internacional dedicada a la trata de blancas, que tenía sus ramificaciones en el territorio español. En Donostia dirigió las torturas con la ayuda de Félix Ábalos, Antonio Murga, Eloy Palomo, Jesús Ortega, Pérez Abril, Sierra, Gabalzón,… Era famosa su figura enfundada en una gabardina blanca, su boina negra, su cara redonda, su mirada a lo «E¡chman» en el Bar Regio, la peña favorita de los esbirros en Donostia.

Una orquestación adecuada

No sabemos si hubo o no reunión previa de redactores de periódicos y agencias con Fraga Iribarne, pero jamás habíamos conocido una orquestación semejante contra el nacionalismo hasta que llegó Mayor Oreja. Antes siquiera de emprender una investigación seria sobre la muerte de Manzanas, todos los periódicos de España se lanzaron a una campaña de guerra psicológica para justificar desmanes que empezaban ya a cometerse. Empezando «por casa» y en la imposibilidad de entrar en detalles, a «El Correo Español» le faltaron palabras para expresar su indignación.

«La Gaceta» no le iba a la zaga, exigiendo ya no medicamentos para curar el mal del separatismo, sino el bisturí «convendría actuar. Y escarmentar. Defenderse». «El Diario Vasco» seguía la línea, y «La Voz» no se recataba en involucrar a todos los guipuzcoanos. Los periódicos españoles untaron sus plumas en sangre, como en 1936, clamando venganza. La muerte de Manzanas parecía un regalo del cielo para darle el acabado perfecto a una campaña contra el pueblo vasco emprendido meses antes.

«Ya» decía que tosa violencia debe acompañarse con una justa represión, y el diario «SP» añadía: «si la escala que los mecanismos que la democracia pretende tener en exclusividad comprende el asesinato, entonces nosotros somos partidarios de la más firme de las dictaduras». Lo más curioso del caso es que «El Alcázar» señaló en breve nota que ya antes de la muerte de Manzanas, para el 26 de julio, se había previsto el Estado de excepción no sólo para Gipuzkoa, sino para todas las provincias vascas.

El «ABC» entraba a saco en nuestras casas y el llamado diario «Libertad» de Valladolid arrojaba como un espumarajo frases que parecían arrancadas de la prensa de 1936. «ASCO. Pocas, muy pocas palabras. Lo que resucite el asqueroso separatismo vasco, cobarde, agresivo, matón, criminal y traidor a la patria anide en curas o seglares, estudiantes, obreros y capitalistas. La mejor palabra para manifestar el unánime sentimiento que produce en todos los españoles es ésta: Asco. Preferimos un minero asturiano comunista a un cura vasco separatista.

Cobardía, criminalidad, traición no son los mejores calificativos –con ser buenos-, que en España entera (menos aquellos, que no quieren ser hijos de ella) se aplican a sus viles atentados y asesinatos, entre ellos al cometido ayer en Irún. Asco es la palabra precisa. El repugnante y sangriento separatismo vasco ni siquiera merece escribir sobre él. Sólo merece esto: guerra, su fulgurante y total exterminio. ¿Hasta cuándo continuará abusando de nuestra paciencia? Produce náuseas hablar o escribir de él. Por eso, ni una palabra más que éstas: qué asco».

PUEBLO: «AHORA EMPIEZA LA CAZA». Aparte de los encendidos editoriales mencionados y los reportajes en serie calcados unos de otros, en los que abundan tanto las invenciones que parecen arrancados de una novela de James Bond; aparte del Estado de Excepción que se imponía dentro del marco psicológico logrado por la inflación de la propaganda, una lectura a fondo y entre líneas de todos los periódicos franquistas arroja un confusionismo enorme en torno al caso. Las primeras noticias sobre investigaciones propiamente dichas las publicó «Pueblo» el 7 de agosto. A grandes titulares, proclamaba que ya había sido identificado el asesino. Tras examinar una serie de fotografías de «separatistas vascos» -afirmaba- la viuda del comisario Manzanas había identificado plenamente al autor. Añadía «Pueblo» que en una carretera cercana al aeropuerto de Fuenterrabía había aparecido un coche robado hace tiempo en Burgos con las fundas de dos pistolas. Y terminaba: «Ahora empieza la caza».

La «caza» del presunto autor duró aproximadamente diez días, al cabo de los cuales terminó la misma, pero creció la represión, cuyo objetivo no era la investigación policial, sino el terror.

Contradiciendo a su colega «Pueblo», «SP» del 18 admitía que el presunto autor había seguramente logrado escapar.

El «ABC» se une al coro sólo cuando se trata de «combatir el separatismo» aunque odie por igual a «SP» y «Pueblo», el mismo día 18 decía lo siguiente: «Es totalmente falso que la viuda del que fue jefe de la Brigada Social de Guipúzcoa haya reconocido y, en consecuencia, identificado en fotografía de archivo al cobarde asesino de su esposo, aunque no deje de ser cierto que en el transcurso de los últimos días le hayan sido presentadas inútilmente diversas fotografías.

Esto -continuaba el autor Alfredo Semprún- es evidente. Lo que es absurdo es creer -conociendo la discreción que caracteriza a nuestra policía- que de haber sido posible el reconocimiento y subsiguiente identificación se hubiese dado a la publicidad esta circunstancia, convirtiendo políticamente a la señora, Viuda de Manzanas, en único testigo de cargo hasta el momento, con los subsiguientes y posibles riesgos para ella».

De esto se infiere que la campaña, tan pavorosa, miente sincronizada, y la represión subsiguiente con la secuela de torturas y de vejámenes, es simplemente una vasta operación de represión antes de saberse siquiera si había móviles no políticos en la muerte de Manzanas. A los jóvenes detenidos antes del 15 de agosto, apenas se les interrogó sobre «el crimen». Lo que tenía inquieta a la Policía era esto: ¿qué se preparaba para el 15? Y no la muerte de Manzanas. Luego vino todo lo demás, como por ejemplo el Juicio de Burgos. Para esto ya es otra historia.

 

 

 

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