HAY TRABAJO, PERO NO TODOS QUIEREN HACERLO.

Jueves 17 de agosto de 2017

Salió Diez Usabiaga de prisión. Me alegro. Ojalá su capacidad negociadora se note en Bildu. Y que acaben los homenajes. En este caso estaba justificado. Pero se ve que el mundo de la Izquierda Abertzale añora ésta agitación de manifas, recibimientos, trifulcas.

Y sale del Dueso. Los medios no han recordado que hace exactamente ochenta años, parte del ejército vasco ingresó en aquella prisión. Hasta doce gudaris por celda, cuatro garbanzos, la espera de una condena, y el fusilamiento. Algunos se salvaron como Manu Sagastibeltza que falleció hace tres días y que ningún medio ha reseñado. La muerte de un gudari, quedando tan pocos, debería ser noticia. No lo es porque tenemos un periodismo muy superficial y a veces, como en estas fechas, de becarios. Y así nos va. Parecería que construir un país pasa por decir la ocurrencia más sonora, hablar de Euskal Herria a todas horas, cuando toda aquella generación murió gritando ¡Gora Euzkadi Askatuta!, y manifestarse por manifestarse. Solo el ciudadano tiene derechos. Ningún deber.

El miércoles estuve en Motriko y Aizarnazabal. En Motriko, no Mutriku, nació mi ama. Su madre quiso que naciera allí ya que en aquellos tiempos en los que se nacía en casa, una madre al lado siempre era garantía. Cuando mi ama cumplió ochenta años, toda la familia nos reunimos alrededor de ella en esta localidad. Un recuerdo entrañable.

Vimos el puerto inacabado, el proyecto de energía de las olas, y una dársena con dos yatecitos y decenas de barcos a remos y motoras. Un pequeño pesquero, parecía desentonar, de una flota que llegó a los 25. Ya no queda nada.

En la Cofradía, muy bien acondicionada, los primos de mi ama nos ofrecieron ventresca y txakoli de Motriko. No sabía que hubiera. Su hospitalidad fue de diez. El marido de la prima de mi ama, Joseba, al preguntarle por la ausencia de pesqueros si la gente sigue comiendo pescado, me dijo que la sociedad había cambiado y que los jóvenes decían que el trabajo en el mar era vida dura. ”Yo fui maquinista. Estuve 55 años trabajando. No cambiaría de vida. He hecho lo que me gustaba y hemos vivido bien, pero la gente joven te dice que no quiere trabajar en la mar. Y luego te dicen que no hay trabajo. Trabajo lo hay, pero no lo quieren hacer y eso que tienen mil comodidades ahora, que nosotros no teníamos”.

En Ondarroa los marineros son senegaleses. Han salvado la papeleta. De momento. Sus hijos, nacidos aquí estudiarán y seguramente no querrán ir a la mar. ”Que no me digan que no hay trabajo. Lo que pasa es que no quieren hacerlo y prima más el fin de semana sin hacer nada que tener hijos y sacar una familia”. Una pena.

De allí fuimos a Aizarnazabal, pequeño pueblo cerca de Iraeta y Cestona. Allí estuvimos mi hermana y yo dos veranos tratando de aprender euskera. El caserío Ondalde era un hervidero de trabajo. Once hermanos, los padres, la abuela y un tío soltero llevaban las cosechas, sacaban los bueyes, recogían nueces y manzanas, se ocupaban de las gallinas….Hoy solo uno de aquellos hermanos va los fines de semana y cuida una buena y vistosa huerta con unos tomates de campeonato. Pero se queja, como el primo maquinista de que los hijos de todos los hermanos, nadie quiere ocuparse del caserío. ”Es una vida dura, pero el trabajo existe y para mi es una satisfacción. Si pudiera y tendría menos edad le compraba a mis hermanos su parte. No sé en que acabará este caserío. Solo arreglar el techo cuesta una millonada y pintar por fuera, no digamos”.

Me gustó visitar Motriko y Aizarnazabal pero me quedó el sabor de los comentarios de un arrantzale y un nekazari. Hay trabajo, es duro, pero los jóvenes son ahora de invernadero. No les gusta la sujeción, y se pirran por tener su fin de semana intocable. Es un derecho y una conquista, pero me quedé con la copla de un mundo que se va y que nos dice: ”Trabajo hay, lo que pasa es que los jóvenes de hoy no lo quieren hacer y eso que tienen las ventajas del siglo XXI con televisión, Internet y ayudas de todo tipo”.

Pues sí. Pero ya no tiene remedio. El egoísmo y lo inmediato se ha apoderado de Euzkadi mientras cantamos al caserío y nos pirramos por una buena merluza.

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