Nueve olas en el vientre

Es muy probable que hoy a la media noche encontremos a alguna muchacha metida en la playa. Esperará a que nueve olas le acaricien el vientre, con un poco de suerte después de haber hecho el amor, para que así obre por fin el milagro y consiga ese embarazo tan deseado. Será la reedición de un ancestral remedio contra problemas de fertilidad en las parejas.

Galicia es el último dique del tiempo contra el que se estrellan rituales y prácticas milagrosas que han desaparecido hace décadas o siglos de otros lugares. Por eso, aprovechando las vacaciones, fui buscando la preciosa ermita románica de la Virgen de la Lanzada (Sansenxo, Pontevedra) edificada sobre un saliente de mar ocupado desde la antigüedad por un importante castro (siglo VIII a.C. – IV d.C.).

Imagen nocturna de la ermita de la Virgen de la Lanzada con su playa, en donde nueve olas han de bendecir el ritual de esta noche

El lugar es enigmático, sugerente, impregnado de tanto hechizo que no es difícil concebir el desarrollo de esos rituales allí.

Ermita románica de la Virgen de la Lanzada, construida sobre un saliente rocoso que penetra el el mar. También algunos han interpretado esa característica con la forma de un pene, lo que daría origen a las creencias mágicas sobre la fertilización

Poco hubo que preguntar entre los lugareños más mayores para que me respondiesen de modo alborotado cómo «no sé qué chavala» o «no sé qué otra» que durante años estaban inmersas en un infructuoso tratamiento médico de fertilidad, probaron con el ritual del baño nocturno en la Lanzada y funcionó: «casualidad o no, por probar nada se pierde: y a ellas les funcionó». Siempre añadiendo la frase talismán de que los médicos que las trataban se quedaron sorprendidos y no sabían explicar lo sucedido. El argumento popular es siempre tan contundente que desarma cualquier duda del que pregunta.

La magia de la piedra y el agua actúan más fuertes que nunca la noche previa al último domingo de agosto (imagen de Internet)

El baño en cuestión ha de llevarse a cabo justo en la media noche que da inicio al último domingo de agosto, día de la romería en la ermita. También se realiza, en menor medida, en la noche de San Juan o, apurando la desesperación, en cualquier otro día. Pero la noche más apta, la más practicada, la que mejores resultados da, dicen, es la de agosto. El acto del coito, que sin duda fue parte inherente del ritual, hoy en día no se practica in situ por razones obvias.

Retablo barroco presidido por San Martín de Tours y la Virgen de la Lanzada. Obsérvese cómo por los laterales unas aberturas permiten pasar a la parte posterior del retablo para practicar otro rito.

A partir de ahí, depende de donde se consulte, todo son variantes. Algunas fuentes aseveran que lo mejor era, previamente al baño, hacer el amor en una oquedad de roca que se dice que es la cuna de la Virgen. Tiene incluso unas escaleras que por un túnel descienden desde la ermita hasta ella. Otras al parecer se conforman con el sentarse o tumbarse en «la cuna» tras el baño, acompañada del hombre, y desear con muchas fuerzas el embarazo. Conocidos otros rituales de fertilidad similares en Galicia, esa roca transmitiría unos poderes sobrenaturales sobre el cuerpo, facilitando la preñez. Cómo no, el relacionarlo con la cuna de la Virgen es una adecuación posterior que el cristianismo hace sobre el ritual popular pagano.

Otras muchachas más recatadas tan solo depositan flores allí, en la piedra que baña el mar, como pude comprobar yo mismo. Y se conformaran con soñar con sentir algún día una criatura en su vientre.

Oquedad rocosa que se interpreta como la «cuna» de la Virgen. Ahí es donde se realizan los rituales de fertilidad. Pueden apreciarse los restos de ramos de flores ofrendados por parejas que buscan descendencia y tienen problemas para ello

Sea como fuere, confluyen allí tres elementos en esa liturgia tan curiosa: la ermita con su Virgen, como purificadora y cristianizadora de todo ello, y los dos elementos mágicos paganos: la piedra con sus efectos mágicos sobre el cuerpo y el mar. Sobre este último, dice la tradición que la muchacha ha de introducirse en la playa cercana, en plena oscuridad, para que nueve olas le rocen en el vientre, a modo de bendición, una por cada mes de embarazo.

El lugar se practican más rituales mágicos. Por unas aberturas laterales puede pasarse a la parte posterior del retablo. Allí hay dos escobas con las que hay que barrer un trozo de suelo para limpiar también, por intercesión de la Virgen, el mal de ojo y la mala suerte. Es Galicia, la última gran reserva de las creencias populares…

Los más estudiosos de este curioso ritual, no dudan en relacionarlo con lejanos cultos paganos precristianos, ya recogidos en la mitología clásica, especialmente en referencia al nacimiento de la diosa Afrodita, diosa Venus para los romanos. «Venus es la concha y la concha es el sexo femenino. La playa tiene forma de concha y el mar con su fuerza penetra en la arena, de tal manera que la espuma representaría el semen» rezan las informaciones sobre el lugar. Poco más se puede pedir: que la suerte sea favorable y que ninguna muchacha que desee ser madre se quede sin poder conseguirlo. O al menos, que se entreguen al gozo bajo la luz de la luna. Que cuanto más se intente, más posibilidades hay de que se dé un final feliz.


«Herrikoi» eta «parte-hartzaile» okertuak

Mantrak hitz edo esaldi sakratuak dira, hinduismoan eta budismoan behin eta berriz errezitatzen direnak jainkoren bat deitzeko asmoz. Ez dakit antzeko zerbait ari den gertatzen azken urte hauetan gero eta egokiago erabiltzen diren «herrikoi» eta «parte hartzaile» esapideekin, han-hemen errepikatuak, batzuetan agerpen behartuarekin ere. Eta ez gutxitan, motibazio politiko batekin. Baina, beste gogoeta batzuk alde batera utzita, arreta jar diezaiogun hizkuntzaren aldetiko okerrari, gure euskararen erabilera desegokiari.

HERRIKOI. Herrikoi hitza ‘popular’ adjektiboaren baliokide moduan erabiltzen da azken boladan eta baita lehenagotik ere. Aurreratu dezagun, beraz, ez dela okerra kasu gehienetan. Baina beste gauza bat da egokia izatea. Horregatik, zertzelada bat gehitu nahiko nioke.

«-koi» atzizkiaz, ‘zerbaiterako joera, zaletasuna’ edo antzeko zerbait islatzen du. Eta beti pertsonei, bizidunei lotua. Horrela, amakoi ‘enmadrado’ da, haragikoi ‘lascivo’, berekoi egoísta, elizkoi ‘meapilas’ edo suminkoi ‘irascible’, besteak beste. Eta ez ‘maternal’, ‘cárnico’, ‘propio’, ‘eclesiástico’ o ‘irritado’. Horregatik, herrikoi hitzari popular baino POPULARISTA edo POPULISTA —konotazio txarrik gabe— esanahia egokitu behar zaio, zalantza barik. Popular baino gehiago, tartean, ñabardura semantiko bat dagoelako.

Edo behinik behin, ez ditu azken urteotan hain modu sistematikoan aurretik ditugun beste baliabide tradizionalak ordeztu behar.

Orain eta esparru soziologiko-politiko zehatz batzuetan, badirudi debekatu direla herrikoi hitz sakratua txertatua ez daramaten esapideak. Horrela «herri bazkariak» (besteek antolatzen dituztenak) tituluaren ordez, «bazkari herrikoiak» (haiek antolatutakoak) topatuko dugu, adierazteko benetako «popularrak» haiek beraiek direla. Eta adimendua lardaskatu arteko abidideak aurkituko ditugu, popular hitzaren jabe egiteko, gehiegizkoak gehienetan: mus txapelketa herrikoia, paella herrikoiak, indaba herrikoiak, kantu herrikoiak edo lasterketa herrikoi modukoak. Lehen horiek herri jaiak, herri bazkari, herri kantua, herri basoa, herri kirolak… moduan erabili ohi ditugu.

PARTE-HARTZAILEA. Esapide hau, bai eta zalantza barik, gaizki erabiltzen da, oinarrizko nahaste semantiko batean duela jatorria. Parte-hartzailea gaztelaniazko ‘participante’ da eta ez ‘participativo’. Horrela, jai parte hartzaileak«, gehienez ere, izango lirateke ‘jai horretan parte hartzen duten lagunak’. Baina aurrekontuak, plangintzak, politika… ezin dira inolaz ere parte-hartzaileak izan.

Participativo esateko, bestelako formulak ditugu eskura, baliatzeko: partaidetzako…, parte hartzeko, edonorentzako«, guztiontzako, irekiak eta abar.

Hau esanda, nahi duenak irakurritakoa erabil dezala. Eta nahi ez duena, segi dadila idazle herrikoi eta parte-hartzailea izaten: guztiontzako tokia dago.

A los de Ugao se les fue la olla

Pobre pueblo de Ugao, que se le fue la olla y ni siquiera saben cuándo…

Si os fijáis, el escudo municipal de Ugao-Miraballes ostenta una marmita como símbolo distintivo. Pero es una olla concreta, tangible, una olla que como cada año sacarán a la calle este lunes, en el mal llamado día de la Cofradía o, peor aún, el Día de las Alubias (en realidad es su Berakatz Egun o Día de Ajos).

Es una perola antigua, memorable pero que, al igual que la celebración actual, poco tiene de genuina. Porque parece un puchero mindundi, pusilánime y descorreado si lo comparamos con el antiguo… Pero vayamos por partes.

La olla de Udiarraga, en la comida (alubiada) celebrada junto a su ermita en 2012. Es el elemento que, junto a la torre de Ugao, conforma el escudo municipal de Ugao-Miraballes, a la izquierda de la imagen.

LA FIESTA. La Cofradía de Udiarraga, de gran arraigo y fama en otros siglos, se celebraba el domingo siguiente al 8 de septiembre. La fiesta comenzaba con los previos el sábado, para explotar en gran concurrencia de visitantes y banquete el domingo —la Cofradía propiamente dicha—, finalizando en el día siguiente, lunes, cumpliendo así con el típico ciclo de tres días, un día que podemos presuponer que correspondería a la mujer, como ya lo comentamos al hablar de los Berakatz Egun o Días de Ajos. Una vez más, este último día, el lunes, el más informal, es el que más arraigo popular ha adquirido con el paso del tiempo. Era el día después, la última oportunidad… el que los documentos denominan “el lunes de Cofradías”. Pero no la Cofradía en sí, como hoy erróneamente se cree.

Detalle del retablo de la ermita de Udiarraga, con el que se cree fue el antiguo escudo local, mostrando la torre de Ugao y un árbol -quizá el que generó el nombre de Udiarraga- , pero sin el gran puchero, hoy parte intrínseca del mismo. El retablo fue tallado por Laynez y Biadero (1680), para la antigua ermita ubicada en una montaña cercana. Se reaprovechó para el templo actual, que se comenzó a construir en 1778 en el casco urbano de la villa.

LA OLLA. Algo bochornoso debió suceder con la inconmensurable olla antigua, ya que no se habla de su pérdida en ningún documento. Porque sí: hubo una anterior, venerable y venerada, magnífica por dentro y magnificente por fuera. Pero, ante todo, con muchísima más capacidad, algo fuera de lo normal. Quizá fuese requisada en alguna guerra para fundir su metal, sin que nada sepamos ya: ¡Vaya usted a saber!

Esa gran marmita se conocía en Ugao como pertz ‘olla’ y a esta fiesta local Pertz-yaia (sic), ‘la fiesta del caldero’ tal y como recogiese R. Mª Azkue: «Laudion ta Ubaon ere bai noizbait. Pertz-yaia eban emen izena / ‘En Llodio y también en Ugao en otro tiempo. Recibía aquí el nombre de fiesta de la caldera». Habría que revivir ese nombre…

Pero salta a la vista que la olla que ahora vemos, la que se muestra en el escudo municipal, es un elemento moderno para su época, el último grito de las modas que vinieron de Francia, las conocidas como “ollas de Burdeos” de hierro colado, furor en los menajes del XIX. Fueron la primera gran aportación material de la Revolución Industrial al caserío rural vasco. Y su expansión fue tal que las encontraremos en cualquier lugar de Europa o América, con una morfología similar. ¿No nos recuerdan a los potes gallegos? Pues eso mismo son…

Detalle de la venerada olla, con el nombre UDYERRAGA inscrito en letras de molde

De nuevo con nuestra olla de Ugao, sí la hace extraordinaria la inscripción con letras de molde que muestra en su panza: “Udyerraga 1848”, con el 4 totalmente girado, desplazado, y que nos deja a las claras que el taller que la fabricó estaba aún experimentando con el novedoso hierro colado. Y no atinaron con el molde por lo que les apareció desplazado el número de aquella década.

Era tan deslumbrante aquel nuevo sistema de trabajar el metal, parecía tan irreal, que los receptores quedarían hechizados con el resultado, sin dar importancia a aquella tara que era un mal menor e insignificante. Y es que una virguería así era imposible de lograr a mazazos sobre una masa viscosa, como hasta entonces se había trabajado en nuestras ferrerías.

No sería extraño que nuestro esbelto perolo fuese una donación de los, para aquel entonces, recién nacidos Altos Hornos de Santa Ana de Bolueta, la punta tecnológica del momento, lo que acarreó la clausura definitiva de todas las tradicionales ferrerías. Todo un hito…

Por ello pronto se debió perder el recuerdo de la anterior olla gigante, fabricada con toscos golpes, un elemento vetusto que ya no parecía ni siquiera digno de aquella gran mesa de la Cofradía. Una Cofradía que, a la vez que su marmita, desaparecería para siempre unos años después. Y se olvidaron de ella y, desde entonces, la memoria popular de Ugao quedó huérfana de su mayor símbolo de hermandad y convivencia social…

El núm. 4 del año 1848 se encuentra girado, por un error o accidente en la fabricación del molde

LAS ALUBIAS. Tampoco tienen nada de históricas o tradicionales esas alubias que hoy parecería herejía el ponerlas en tela de juicio. El menú tradicional de la Cofradía, como luego veremos, era de carne de vacuno, tocino, garbanzos… y mucho vino, como solía ser habitual. O, anteriormente, tal y como recogen por primera vez los documentos históricos, con grandes dosis de «pan, vino tinto y claro, gallina, queso, especias, mostaza, cebolla y fruta de manzana y castaña» (1570).

¿Y cómo llegamos hasta las alubias actuales? La cofradía de Udiarraga hacía muchísimo que se había dejado de celebrar, en torno a 1890. Por ello, unos amigos entusiastas, románticos amantes de su villa, acordaron hacer una comida popular con la disculpa de rememorar aquella histórica cofradía. Era el 1959, en pleno franquismo e inmigración motivada por las boyantes fábricas locales.

Con más jovialidad que fidelidad histórica —de hecho la celebraron un 21 de septiembre en vez del 14 «que tocaba»—  no se les ocurrió mejor idea que poner alubias como menú, lo más normal en una comida popular de la época. No eran conscientes que aquel pequeño detalle estaba cambiando la historia local para siempre… Porque, aunque posteriormente hicieron algún experimento con sopa, bacalao, pollo y pera (1965) aquel recuerdo de la comida inicial había arraigado como “la histórica” en el recuerdo de los más jóvenes.

Imagen de la primera comida popular (1959) hecha en memoria de la histórica Cofradía de Udiarraga. Es la primera vez que se comen las alubias, tan incuestionables hoy, 60 años después. Preside el evento la famosa olla de 1848. Fotografía de Javier García Rodrigo (d.e.p.), uno de los promotores de la recuperación de la Cofradía.

Tras un nuevo parón en la comida popular, en 1985 renace aquella celebración —emulando la histórica cofradía— de sus enésimas cenizas y, ahora sí, se apuesta definitivamente por las alubias. Fruto de ello, hoy en día no hay hogar, restaurante, lonja o txoko alguno que en ese lunes no tenga en Ugao su gran perola de alubias.

LA HISTORIA. Soy de los asiduos a esas alubiadas de Ugao y las gozo con toda mi alma. Pero, a su vez, no me gusta descuidar la perspectiva histórica, esa que tantos o mayores placeres que los rebosantes platos me da. Y, mientras voy dando paletadas con la cuchara, pienso en aquella romántica fiesta de la Cofradía de Udiarraga, aquella que para siempre se perdió. Y no creo que para ello pueda concebirse una descripción más bonita que la que hizo el periodista catalán Mañé i Flaquer (1823-1901) — obra El Oasis que tan buenas lecturas me ha dado— sobre una referencia del impresor Delmas (1820-1892). Encima, es la única descripción que conocemos. No perdáis detalle porque cada frase encierra un auténtico museo y es el único y último testimonio de aquella reunión humana. Ahí es donde nos aparece la, textual, «famosa olla enorme por su magnitud»:

«Miravalles, dice el Señor Delmas, es renombrada por la famosa romería que se celebra en el campo de Udiarraga el primer domingo del mes de octubre [es una errata y se refiere a septiembre: ver nota al final] inmediato a la fiesta de la Natividad de la Virgen María. Esta romería […] en un sitio ameno poblado de árboles […]. Esta ermita […] está servida por dos sacerdotes de la villa y una cofradía formada por la mayor parte de los vecinos. Los cofrades se congregan el sábado víspera de la popular diversión y en su presencia y en el campo de Udiarraga matan un becerro, con que sacian su apetito al día siguiente.

Poco después del sacrificio se saca del templo una famosa olla, enorme por su magnitud, como que ha de contener toda la res hecha pedazos. Ésta se cuelga al aire libre en el campo que se extiende al lado de la ermita y al amanecer del domingo se coloca la olla, repleta ya con carne del becerro, de tocino, de garbanzos y de otras vituallas nutritivas y sabrosas sobre un hogar formado con crecidos troncos de árbol.

Los cofrades van llegando, provistos de un plato, una taza y un vaso, toman asiento que tienen preparado bajo una tejavana construida aquí cerca y a las doce del mediodía del domingo se les sirve la parte que a cada uno le corresponde a la vista de millares de personas que acuden a la romería.

Es curioso el espectáculo que presenta la interminable mesa, cubierta de enormes trozos de carne y otros manjares y circuida [rodeada] de venerables ancianos y gallardos mancebos del campo, dispuestos a engullirse aquellas raciones que cada una sola bastaría para mantener a una familia entera.

Y es por demás agradable observar el orden que reina durante la comida hasta que cuando ya toca a su término desaparecen como por ensalmo los jóvenes congregados para ir a tomar parte en los animados aurrescus, fandangos y arin-arin que se bailan en la romería, permaneciendo los ancianos sentados en sus bancos, muchos de ellos sin poderse mover por los efectos que en su cabeza ha producido la libación. Entre tanto, el encargado de la comida de la cofradía, que generalmente suele ser una mujer, famosa en los fastos de la culinaria vizcaína, recoge la venerable olla… y la deposita en el lugar que tiene destinado en el templo y no la deja ver la luz durante los 365 días de cada año».

Precioso, sublime… ¡Nos vemos el lunes en Ugao, en torno al plato de gozosas alubias que rememoran aquella Pertz-jaia, el Berakatz Egun de las mujeres y todo lo que queramos imaginar. Y, claro está, en recuerdo y honor de siempre gloriosa y memorable Cofradía de Udiarraga y su descomunal olla.


NOTA: quiero pensar que el lapsus de la cita histórica al describir la fiesta como «de octubre» —en vez de como «de septiembre«— no es casualidad y en realidad se debe a que la referencia sería recogida de alguien euskaldun ya que, en estos valles más occidentales del territorio del euskera, tanto septiembre como octubre se denominan «urria» (diferenciados entre ellos como «urri lehen» y «urri bigarren» cuando es necesario). De hecho, esta fiesta de la natividad de la Virgen se conoce por estos valles como «Urriko Andra Maria«. Sin duda, alguien que no fuese del entorno lo traduciría como «Nuestra Sra. de octubre» aunque hace referencia a septiembre.

Cuando baila el sol

Es creencia popular que el sol, rebosante de alegría por ser su festividad, aparece bailando en la madrugada del día de San Juan. Un sol femenino, como corresponde a la cultura vasca, y que se empodera(ba) hoy más que nunca sobre el mundo de lo maligno, siempre acechante desde la noche y oscuridad. Por eso hoy es la fecha con docenas de rituales ofrecidos al sol, porque hoy vence el bien sobre el mal, la luz sobre las tinieblas, el firmamento divino sobre los avernos demoníacos… Y en esas estamos.

Posiblemente se trate de una costumbre cuyo origen se remonte a la prehistoria y a las celebraciones relacionadas con el solsticio de verano. Y sería de tal arraigo que consiguió sobrevivir al raseo de la cristianización, a pesar de haber usado para su suplantación su artillería más pesada, nada menos que san Juan Bautista, el antecesor de Jesucristo, no con ciertas coincidencias con lo que hasta aquí nos ha traído: es él precursor que purifica el alma y el cuerpo con el agua del bautismo. Lo mismo que se hacía —y hace— con el sol, fuego, agua, rocío, plantas… del día de San Juan.

 

Eguzkia dantzan, pozik San Joan eguna bere eguna delako

A GORBEIA
Una de dichas costumbres, ya olvidada, era la de ascender a la cumbre de Gorbeia (1.481 m), punto culminante de los territorios vascos de Bizkaia y Araba, para admirar cuán grande era ese día el amanecer. Es sobrecogedora e inequívoca la descripción que da Pascual Madoz al hacer su Diccionario Geográfico que elaboró entre los años 1845 y 1850, con las respuestas a sus preguntas, remitidas desde todos los pueblos. Dice así en la entrada «Gorbea»: «Principalmente el día de San Juan Bautista suele ser extraordinaria la concurrencia que para los primeros albores del día se halla ya en la cima, esperando la magnífica salida del sol».

He escuchado a algunos pastores mayores el recuerdo del baile que luego hacían en el entorno de Igiriñao —majada previa a las grandes rampas que nos llevan a la cumbre— aquellos que descendían de la cumbre junto a los más remolones que habían optado por quedarse allí, con peores vistas del amanecer.

Casualmente también el poeta y músico laudioarra Ruperto Urquijo (1875-1970), que tan bien describe escenas de los primeros años del siglo XX en sus canciones, es quien nos habla de aquella cándida romería en las alturas, aprovechando las excursiones en sus estancias veraniegas en el balneario de Areatza:

«Pañuelo al cuello, faja de seda, pantalón blanco limpio y plancha[d]o. Hala Ana Mari, a cuándo esperas, los txistularis ya han empezado, en todo el valle los txistus suenan, toda la gente va hacia Iturriotz. Van a la fuente, van de verbena, aúpa Ana Mari vamos los dos.
Vamos todos hoy de madrugada a la fuente clara, cantando a un compás, allí haremos chocolatada, cantando canciones de amor y paz.
Vamos todos a la bella fuente donde los pastores apagan su sed. Vamos todos como fueron siempre, vamos a la fuente porque San Juan es.
Levanta Ana Mari no tengas galbana que ya apunta el alba y las cuatro son. Levanta Ana Mari que en esta mañana es lo más grandioso ver salir el sol».

La fuente a la que hace referencia esta extraordinaria descripción es la de Igiriñao, la última en el ascenso hacia la cumbre, cercana al lugar del baile, y que se conoce como Iturriotz o incluso Lekuotz, porque —insisten todos los pastores más mayores— es su agua tan fría que a mucha gente le ha dado un pasmo al beberla. Por ello hay que extremar las precauciones…

También es reseñable la referencia de Juan Manuel Etxebarria Aiesta en su obra Gorbeia inguruko etno-ipuin eta esaundak-II (2016) relatando una vivencia [usando la traducción que ofrece el autor] de uno de sus entrevistados: «Ahora él va siempre que puede a la cruz del Gorbeia a dormir bajo la cruz en la víspera de San Juan. En la mañana de San Juan, se levanta, pisa descalzo el rocío matutino, observa la salida del sol, saca unas fotos y desciende. Dice que desde la cruz del Gorbeia aparece el sol por encima del Anboto, un poco hacia el Oiz, justo por encima del llamado “el paso del diablo”, el famoso paso peligroso del Anboto».

 

Anboto eta munduko mendiak, eguzki berria besarkatzen

EL BAILE DEL SOL
Los más dados a la ciencia opinan que, en efecto, sí se producen unas refracciones en los rayos solares que aparentan cierto movimiento del astro. Por tanto no va del todo descaminada esa creencia extendida por toda Europa y es que, una vez más, tampoco la idea del baile del sol es exclusiva nuestra.

 

Ardiak, bazkan pozarren, egun berria heldu delako

Especial arraigo goza, aún hoy en día, en las zonas rurales de Galicia: «No día de San Xoán, baila o sol pola mañán» dice su celebrado refrán. Allí lucharon inútilmente durante décadas contra esta creencia un gran número de ilustrados y eruditos. Con poco éxito…

Es llamativa la desesperada reflexión del fraile predicador Benito Jerónimo Feijoo que, en 1740, la tildó de creencia ridícula: «Lo que baila el sol esos días, es lo que baila todos los demás del año en las mañanas claras y serenas; y es que al salir se representan sus rayos como en movimiento, o como jugando unos con otros, y esto quiso el vulgo que fuese bailar el sol».

DESDE GORBEIA
Al publicarse estas notas estoy en la cumbre de Gorbeia, pasando la noche previa a San Juan en su cumbre, para ver desde este púlpito el grandioso amanecer sobre el macizo de Anboto. Hay algún que otro nostálgico más que aún mantiene la tradición…

Porque a las costumbres, creencias y tradiciones, es decir, a lo que en esencia somos, hay que velarlas en dura vigilia para poder sentirlas, interiorizarlas y fundirnos con ellas, del mismo modo que los caballeros habían de hacer con sus armas antes del nombramiento o el cetrero con su nuevo halcón.

Y aquí estoy, locamente enamorado, esperando que la simpar doncella Eguzki me haga perder el sentido al concederme uno de sus milenarios bailes…