De Linkedin a Snapchat pasando por el sentido común

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«Hoy se cumplen 25 años del ‘Smells like teen spirit’ de Nirvana. Lo siento, ‘chavales'». El tuit (de esta semana) no es mío, es de una cuenta que les recomiendo seguir: Puerta de Tannhäuser. Si entienden el chiste del nombre, supondrán de qué va. Pero vuelvo al asunto que me ocupa en este arranque: el tiempo pasa y los que conocimos los años dorados del grunge ahora estamos pasando por una fase Peppa Pig. ¿Quieren más ejemplos? Una experta en marketing on-line, una de las mejores profesionales con las que yo he trabajado, me contaba cómo, siendo la tía enrollada de la familia, se quedó planchada cuando un sobrino le recomendó un grupo de música, ella le pidió que le pasara «el CD» y él prácticamente respondió que qué era eso. Spotify y Netflix van a fulminar los soportes plásticos y, lo que es peor, las canciones que tienen sentido en un contexto creativo, y hasta los libretos con fotos, letras y agradecimientos.

Tendré una cuenta en Twitter, y hasta una galería en Instagram, pero me hago viejo, «chavales»: no entiendo qué aporta Snapchat, la red social que los más jóvenes considera «propia». Fíjense en lo que tuiteaba este mismo fin de semana Javi Vizcaíno: «Mi hijo: ‘Sabrás que me estoy haciendo muy viejo cuando veas que me abro una cuenta en Twitter’. #TomaHostia». No hace falta que les cuente más ante una evidencia de tal calibre.

Insisto en que no entiendo ni me manejo en Snapchat, por lo que no estoy del todo seguro de haber buscado bien, pero creo que no he encontrado a ninguno de los candidatos a lehendakari haciéndose pasar por jóvenes y haciendo, por consiguiente, el ridículo. Sinceramente, me reconforta: no estamos en tan malas manos. Todos parecen haberse centrado en lo obvio: Facebook, Twitter e Instagram por medio de sus partidos. Ya no hace falta ni hablar de YouTube (del fenómeno youtuber prometo que escribiré en una columna específica), porque las tres plataformas permiten subir y consumir vídeos de manera «nativa». Lo que está muy bien para el «fan», pero es una señora puñeta para el community manager: el mismo archivo de vídeo hay que subirlo (y titularlo, añadir una descripción, etiquetas e imagen de portada) a cuatro sitios distintos. Algunos a esto lo llaman «avance». Y en Internet están «los listos».

Pero hay más plataformas que han pasado a mejor vida (por suerte): Linkedin es hoy «la cuarta» red social. Flickr, que sigue siendo mi favorita (ya les he avisado de que están leyendo una columna sobre Internet escrita por un viejo), no pasa de «repositorio». Los blogs son para los románticos. Foursquare es un caso de estudio de cómo una empresa de éxito decide equivocarse. Decir «Pinterest» sin descojonarte de la risa es casi imposible (este es un chiste para el gremio) Y Tuenti ni siquiera existe. Y así han decidido nuestros políticos que sea, porque en los equipos de campaña, por suerte, hay profesionales de la comunicación encargados de las redes sociales, en vez de frikis (que los he visto con mis propias gafas). ¿Cuál es la contrapartida? El diseño, las actualizaciones pautadas y programadas, o la espontaneidad medida. Les seré sincero: nunca me han gustado las sorpresas y, por suerte, ya tengo la edad suficiente para reconocerlo.