El milagro del corchopán

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No importa lo que pase, Patxi López siempre va a acabar saliendo a flote. De delfín de Redondo Terreros, a savia nueva del PSE. Después del fracaso de su pacto con el PP en Euskadi acaba de presidente del Congreso de la mano de Pedro Sánchez. Tras aquella legislatura frustrada, se postula como secretario general del PSOE para rebañar espacio al propio Sánchez. Y después de su previsible derrota no se ve fuera del aparato de su partido y ya reclama al ganador que integre a quienes pierdan. Que le integre a él, vamos.

La mala educación está de moda

En cierto modo saberlo me alivia porque yo siempre he sido muy mal hablado. Pero también creo que se puede ser un bruto (que lo soy) y haber hecho caso a tus padres cuando te inculcaron valores y educación. Pero ahora lo que se lleva es ser macarra, gritar, usar palabras gruesas en todos los foros. En todos. Y sobre todo, se lleva defenderlo, como hace (lógicamente, por otro lado) el padre de Pablo Iglesias, que ha soltado un equivocado: “No eduqué a mi hijo para ser un mequetrefe con buenas maneras”.

Que me lo expliquen

¿Saben qué está de moda también? Las defensas imposibles. Por ejemplo, ¿cómo van a defender los que siempre lo han hecho ahora a Nicolás Maduro, que por fin ha conseguido vaciar de sentido el órgano legislativo en el que perdió la mayoría, y se apoya en el judicial que, por lo visto durante los últimos años, también controla? Estoy deseando ver el nuevo requiebro argumental del rojerío de postal, sobre todo del académico, para justificar este asalto.

Cassandra Vera, anteúltimo capítulo

Lucho porque no lo haga, pero el tema me aburre. No el de Cassandra Vera en particular, ojo, con la que la Audiencia Nacional ha cometido su enésima injusticia evidente, sino el de la utilización en general de personas que se han creído el cuento del “empoderamiento” pero que, al final, responden solas de las consecuencias. Pasan los días, conocemos mejor a Vera y vemos que no solo es capaz de escribir enormes tonterías disfrazadas de humor negro. También que es capaz de negarlo sin ruborizarse.

Twitter me gusta por esto

Twitter me gusta porque en esta red social he encontrado tuits brillantes y a personas extraordinarias que comparten su talento de un modo desinteresado y, si me apuran, hasta de un modo inconsciente. Cuando el usuario Martín Donato escribió: “Puedes estar al mismo tiempo en contra de ETA, de Franco, que pienses que la tuitera esa es idiota y que ni de coña deberían condenarla” (sic), casi me levanto y aplaudo. No todo es argumentar, pero todo sí pasa por observar.