La economía virtual

Las y los inversores sabían que las grandes tecnológicas no iban a tener un crecimiento sostenido durante toda la vida. También lo sabía Jeff Bezos. Y lo sabían los responsables directos de las contrataciones. Ahora, llega otra riada de despidos, esta vez, en Amazon: hasta 10.000. Porque las pérdidas no pueden asomarse en esta economía virtual que genera milmillonarios con una pasmosa facilidad, porque los beneficios récord no están para sostener puestos de trabajo ni empresas, sino para los accionistas, especialmente, para los mayoritarios. Esa es el sistema ficticio que hoy sostiene al mundo.

Indecente

Como si todas y todos menos él fuéramos tontos, para desviar la atención de los despidos, Jeff Bezos, el máximo accionista de Amazon, ha anunciado que compartirá su indecente fortuna, que podría llegar a los 124.000 millones de dólares. Tiene su guasa, o no, porque en vez de obras filantrópicas, ese dinero estaría mejor, directamente, redistribuido gracias a los empleos, por ejemplo. Tiene su guasa también que nos recuerde Bezos que ya ha donado 10.000 millones “a su fundación para la protección del medio ambiente” (República) cuando su proyecto espacial y el modelo de negocio de Amazon son altísimamente contaminante.

¡Con un par!

Tengo muy claro que esas fortunas tan grandes no las consiguen Bezos o Musk porque son los más listos, sino porque son los más indecentes. Otra muestra: “La guerra en Ucrania dispara un 52% el beneficio de las grandes energéticas hasta los 9.572 millones” (Activos). Podría entender que las empresas armamentísticas tengan enormes beneficios por una guerra, pero que lo hagan las empresas suministradoras de energía al resto del mundo es indignante. Ya que me tratan como si fuera idiota, por favor, que alguien me explique también la correlación guerra-beneficios como si no pudiera entenderla.

Tenemos la culpa por querer beber leche

Esto no lo compro, de ninguna manera: alimentar a la humanidad no es el culpable del cambio climático. Y noticias como la de El Diario, que alerta de que “15 grandes empresas de carne y leche contaminan con tanto metano como casi toda la Unión Europea”, tienen que ser explicadas con muchísimo cuidado. Porque a este paso, la leche y la carne será para las personas más ricas, y el resto nos alimentaremos con insectos y sintéticos. Tengo claro que tenemos que cambiar el modelo de consumo, pero este no puede afectar a la alimentación más básica, sino a lo que nos sobra, como cambiar de móvil.

Ni periodistas, ni viejos

Lo paso mal cuando veo a alguien hacer el ridículo. Por eso lo pasé mal cuando vi la presentación de Luis Enrique Martínez como “streamer” para el Mundial. El seleccionador español va a conectarse por las noches (veremos qué noches) a un canal en Twitch y comentará la actualidad (veremos qué actualidad), en una iniciativa pensada para atraer al público más joven, supongo, que a saber qué piensa de un señor con un trabajo de máxima exigencia disfrazado de streamer. El seleccionador no parecía disgustado con la idea que, además, le mantendrá alejado de las preguntas de las y los periodistas.

¿Y después, qué?

Ha llegado el momento que durante años temíamos: ¿qué pasará cuando Facebook primero y Twitter después caigan? ¿Qué red social vendrá a sustituirlas? ¿O no lo hará ninguna? Pues bien, la juventud tiene TikTok (lo que resulta aterrador) y las y los mayores, Instagram, además de WhastApp (que no es una red social abierta, precisamente), pero nada parece que esté preparado para ocupar el hueco de Facebook, que hemos abandonado, y Twitter, que Elon Musk está dispuesto a llevar a la quiebra. Marcos Sierra ha reflexionado en Vozpópuli sobre “el fin de Facebook y Twitter (como los conocemos)”, y todos debemos ir haciéndolo.

¿Por qué?

Los despidos en Twitter podían tener cierta lógica: el modelo de negocio no era suficiente. Twitter se ha sostenido durante años perdiendo dinero porque los inversores no dejaban de aportar y confiar en que encontrarían la manera de hacerlo tan rentable como Facebook, y Elon Musk cree que eso es imposible y que hay que recortar. Pero Meta también ha despedido al 13% de su plantilla mundial: 11.000 trabajadoras y trabajadores. ¿Por qué? Porque Facebook ha dejado de ser líder y el metaverso no despega, y en una economía virtual como la que ha enriquecido a Musk y Zuckerberg, la ruina, como el éxito, es meteórica.

Ten tu propio sitio web

He tenido una gran suerte profesional: me han dejado trabajar con confianza en un sector que he visto nacer y desarrollarse. Y como Kike García de la Riva, en este proceso también escuché a quienes recomendaban poner tu identidad digital en manos de un proveedor, en aquel caso, Facebook, ahora TikTok o Instagram. Eso es “un suicidio profesional y, como sociedad, cultural y es preocupante”, como dice el creador de El Mundo Today. Insisto: ahora es además peor porque Facebook era un gigante hambriento, pero TikTok es una plaga que devora ideas, creatividad, recursos y cerebros. Es lo peor que nos ha pasado on-line.

No solo las redes

No solo es Facebook (o Meta) y Twitter: el valor de Amazon o Netflix está cayendo porque una desviación en los consumos supone en la economía virtual actual una bajada al fondo del pozo. No creo, como sugieren en El Independiente, que se haya pinchado la burbuja tecnológica (hay mucha tecnología más allá de las grandes), pero sí espero que la economía sea un poco más razonable: ninguna empresa puede crecer hasta el infinito y las millonadas que se han llevado los Musk, Zuckerberg o Bezos son indecentes e injustificables. Esa es la burbuja que tenemos que pinchar, y cuanto antes lo hagamos, mejor.

Las barbas a remojar

Me temo que después de la caída de las empresas va a ir la de las y los influencers: si no hay plataforma en la que exhibirse, no hay quien pague por la exhibición. Es cierto que, Twitter aparte, Instagram y TikTok son las redes más importantes para estas y estos profesionales (que es lo que son), y son las redes con más presente e incluso futuro. Y también lo es que, después de la pandemia, están viviendo un momento dulce. Pero, ¿cuánto va a durar? ¿No se retrae su mercado como el de Amazon? Lo siento, no soy tan optimista como en Irene Juárez en Activos, pero su texto, con fuentes del sector e influencers, es muy interesante.

Un buen resumen

No soy nada mojigato a la hora de enfrentarme al problema de la pérdida de credibilidad de la prensa tradicional. Al contrario, creo que solo viendo el problema de frente, pero también desde todas las aristas, podremos llegar a un diagnóstico y a un plan de ejecución que, realmente, empieza por una premisa muy sencilla: rearmarse. ¿Por qué? Pues Jan Ros en Twitter ha elaborado ese diagnóstico con una sencillez y precisión notables: servir a intereses que no sean del lectorado, el clickbait, titular para Twitter, no cuestionar al poder, ayudar a difundir bulos y, especialmente, precarizar la profesión.

Una mala idea

El diagnóstico de Ros, no obstante, vale para la prensa tradicional pero también para cualquier página web y hasta para los influencers, ese colectivo tan heterogéneo pero con una actividad muy intensa desde el confinamiento. Regularizar su actividad es ya una necesidad, sobre todo para anunciantes y agencias, pero no me parece acertado esto en Vozpópuli: “Hacienda permitirá a los ‘influencers’ tributar como empresas para evitar la huida”. Es decir, una opción por la que las y los autónomos (especialmente, periodistas) eran perseguidos, ahora se elevará a legal por miedo de la fuga a Andorra. Igual sale mejor invertir en educación y valores.

La solución era la publi

Siento dar malas noticias pero me temo que en las plataformas de pago a las que estamos suscritos para ver la tele bajo demanda empezaremos a ver publicidad. Serán spots breves, colocados antes de los contenidos, puede que sean interactivos, aparecerán nuevos formatos, lo que queramos, pero el sistema de suscripción no funciona y las empresas necesitan mantenerse en beneficios aunque sea forzando la máquina. Blanco y en botella, este anuncio (precisamente) de Amazon, adelantando “nuevas formas de llegar a tu audiencia a través de puntos de contacto en streaming, partidas en directo y mucho más”.

Nos creemos ricos y no lo somos

El modelo no es sostenible, y no me refiero solo al de las plataformas que por pocos euros (y además podías compartir la sesión y el gasto) ofrecían un montón de contenidos: estamos creando un modelo de consumo que va a reventar. Preferimos pedir un libro, que viene envuelto en cartón, en vez de ir hasta la librería, donde en una caja entran varias decenas. Y en las tiendas nos hemos acostumbrado a llevarnos o pedir on-line prendas de ropa como si no costaran y, después, devolver la mayoría de ellas con un repartidor que las recoge en nuestra puerta. No necesito datos de ninguna institución para saber que eso es insostenible.

Yo también quiero verlo

Defiendo la necesidad de que cada persona aporte lo que pueda en la sostenibilidad del planeta, pero también sé que toda la basura que separe y meta en su correspondiente contenedor durante toda mi vida apenas tiene impacto si lo comparo con el que tiene la carrera espacial privada, por ejemplo. Así que me sumo a la petición de Shine McShine, por exagerada que parezca: “Quiero un Nuremberg climático. Quiero ver cómo les obligan a pagar por el daño causado con el dinero que ganaron causándolo, en lugar de ver cómo somos los ciudadanos quienes les pagan a ellos por ‘arreglarlo’ sin realmente arreglar nada”.

No podemos perder esto

Esto que escribe Mikel Segovia en El Independiente solo podemos leerlo de una manera, como una buena noticia: “El coste laboral medio supera los 3.300 euros en las comunidades más caras frente a los 2.300 que de media tiene el conjunto del tejido productivo en las comunidades del sur del país, donde también el desempleo es más elevado”. No podemos perder ese valor, ese reconocimiento y esos derechos logrados. Y para no perderlo primero tenemos que ser consciente de que lo tenemos, y la conflictividad laboral permanente no puede ser la venda en los ojos ni el tuit que intenta tapar las buenas noticias.

Tendremos que pagarlo

Estoy a favor de conservar nuestra manera de reconocer el valor en el trabajo, que mejora a la de nuestro entorno (aviso gratuito para navegantes: quien no quiera un trabajo precario que no llame a Glovo, Just Eat, Uber o similares). Pero todo eso tiene un coste y también tenemos que asumirlo. Si las condiciones laborales mejoran los precios subirán. Y así tiene que ser. Al respecto, en Pymes y Autónomos reflexionan sobre por qué las ofertas de empleo no se cubren: ya no solo es el salario, cuestiones como el teletrabajo o el manejo del tiempo propio empiezan a importar y a sumar como ingreso, pero también como coste. Así tiene que ser.

Y no como hace Amazon

Estamos hablando mucho de Elon Musk últimamente por su deriva neocón y su ansia de trascender por medio de Tesla y Twitter, pero Jeff Bezos, otro salvador del planeta que ha acabado amasando una fortuna infame (sí, hay fortunas infames, inmerecidas, vergonzantes, escandalosas e injustificables, como las de estos dos pollos), le coge hoy el relevo: mientras Bezos llega al espacio, su personal va huyendo de Amazon tan pronto como puede por las condiciones laborales. Y eso está empezando a suponerle un problema, especialmente en departamentos en los que hasta el 70% de sus empleados han abandonado.

¿Dónde está ese dinero?

No entiendo cómo funcionan las criptomonedas. Nadie lo entiende, realmente, salvo quienes están en el negocio. Y quien está en el negocio y gana dinero no lo hace por su conocimiento en tecnología, sino por su experiencia en especulación. Entiendo lo justo de cómo funciona este mundo como para saber que si alguien me dice que en bolsa también desaparece el dinero me intenta mentir o no tiene ni idea de lo que habla. Porque en bolsa el dinero siempre cambia de manos, y en las criptomendas, también: los 80.000 millones de pérdidas de estas semanas son las ganancias de algunos sinvergüenzas. Así funciona el mundo.

¿Y dónde está el sentido común?

Como dice mi amigo Igor Filibi: “La gente tiende a ser coherente”. Por eso no espero mucho sentido común de quien se ha autoerigido en defensora de la extrema derecha en Twitter, entrando en todos los barros que sean necesarios, como hace Cristina Seguí. Y si se tiene que ensuciar hasta el alma, lo hace: “La Fiscalía ha abierto diligencias de investigación penal contra la responsable de la organización Gobierna-te, Cristina Seguí, por la difusión de un vídeo en el que al menos una de las menores víctima de una agresión sexual en grupo en la localidad valenciana de Burjassot conversa con una amiga” (República.com). Correcto.

«Una generación eternamente desconcentrada»

El reportaje de Javier Lacort para Xataka sobre los estímulos que recibimos sistemáticamente desde el teléfono móvil es de esos que hay que leer antes de que acabe el día, sobre todo si tienes la percepción (y la tenemos casi todos) de que hay impulsos que nos llevan a lo largo del día a mirar el dispositivo. No podía ser de otra manera, el texto habla de la falta de concentración que ya afecta a una generación por completo y la siguiente, y a TikTok como punto de inflexión de la gran dominación que orquestan para desactivar nuestros cerebros. Cada día estoy más seguro de que alguien trata de idiotizarnos.

Y capaz de lo peor

Sigo con el argumento de que TikTok es un punto de inflexión en nuestro modo de consumir compulsivamente contenido de mierda para desactivarnos. Porque sin esta red social china no podríamos explicar el siguiente fenómeno: “Extorsionar a los trabajadores de Amazon para que bailen y subirlo a TikTok, se ha convertido en tendencia” (Hipertextual). No solo de Amazon: todos los trabajadores que se ven sometidos a la dictadura de la “valoración” del usuario son susceptibles de ser humillados por clientes sin vergüenza ni moral pero con TikTok y ganas de sumarse a otro reto viral que muestra cómo somos.

Hay más batallas

El anuncio de que Superlópez dejará de publicarse ha supuesto que Jan haya sido reconocido por el gran público. Un dibujante, Juan López (su nombre real), que a sus 82 años conoce muy bien el mundo en el que se vive y por eso, precisamente, da por perdidas algunas batallas: crítico con la nostalgia y con la excusa de la admiración para piratear contenidos, sabe que el lector de tebeos no es el que debería de ser, y que la tecnología ha distorsionado por completo la incorporación y el disfrute de entretenimientos (y esto lo añado yo) sin que veamos un resultado realmente positivo con sus sustitutos.

El responsable de que nos guste

Los aficionados a la ciencia ficción de hoy debemos mucho a Douglas Trumbull, que ha fallecido esta semana a los 79 años y que, mucho antes de que llegaran los cromas y los ordenadores, se las ingeniaba para llevarnos a planetas o futuros que solo habían sido imaginados. Este especialista en efectos especiales fue el responsable de las atmósferas de “Blade Runner”, “2001, una odisea en el Espacio” o “Encuentros en la tercera fase”. Es decir, de casi todo lo que nos importó cuando éramos más jóvenes, capaces de sorprendernos con lo que veíamos y teníamos tiempo para sumergirnos después en los libros.

¡Qué liada, Pablo!

Normalmente la estructura de las columnas es la inversa a la de hoy y reservo estas últimas líneas para hablar de lo que fuimos o lo que somos. Pero la gravedad de los desastres de los que esta generación es responsable es menor que lo que termina hoy: la campaña más desquiciada del PP de Pablo Casado, al que se le puede empezar a poner esta noche cara de cadáver político si su estrategia fracasa a la primera. Él, que estaba seguro de iniciar en Castilla y León una serie de victorias electorales que le llevarán a Moncloa, puede quedarse atrapado por el abrazo del oso de Vox e incluso en la oposición de uno de sus feudos.