Invertir en latas de sardinas

Perdido en un mar de latas

Porfa porfa que cesen los mensajes del Apocalipsis económico. Mi marido se ha empeñado en almacenar comida antes de que llegue el Mad Max y ha hecho tal acopio de fabada y berberechos que los botes han rebasado un palé en el trastero y ya solo nos caben en los bolsillos de la ropa de abrigo.

Ha decidido que, para capear la crisis y estar a salvo de primas de riesgo y de los peligros de la eurozona, mejor que comprar acciones o buscar un buen depósito, es invertir en latas de sardinas, por lo que pueda pasar. El otro día, sin ir más lejos, me encontré, al pasar por caja, que había asaltado una góndola del híper y había pillado una veintena de latas de conserva. Atún, navajuelas, almejas, caballa y toda suerte de especies marinas. De todo buen superviviente es sabido que uno de los primeros alimentos que buscaremos entre las ruinas de las ciudades será el laterío.

Creo que, por el rabillo del ojo, vi pasar el código de barras de tres linternas, pilas y varias cajas de cerillas. Igual es que tiene intención de montar un búnker entre la cocina y el pasillo. Aunque yo creo que si por él fuera instalaría una tienda de campaña en el pasillo de los encurtidos del súper y montaría un wc de urgencia junto a los pepinillos y las banderillas, sin olvidar la tele en el lineal de los frutos secos. ¡Buf!, les dejo que ahí viene apremiando con las papeletas y los sobres para ir a votar. Espero que, por lo menos, no estén pringados de escabeche. Si no, van a dejar la urna hecha unos zorros

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