Riesgos de lujo

Hace una semana decretaron una alarma por ascenso de temperatura que hace unos años no hubiera pasado de ser calorina asociada al solsticio de san Juan. Todavía está en la memoria cercana colectiva la alarma (alarmista) por el riesgo del recombinado-H1N1 y su patología, la gripe A.

Antes fue la gripe aviar y alarmas varias por riesgo terrorista, luego alertas de epidemias y pandemias. Anteayer fue el enésimo aviso sobre la creciente obesidad infantil, pandemia de grasa expansiva que acolcha a la población escolar y que seguramente incidirá en la salud del niño/a hoy pero sobre todo en la del adulto mañana, con el lastre repercutido en la  atención cardiovascular, hipertensión, diabetes…

Tenemos la penúltima alarma de riesgo en el mercurio en acelgas, espinacas y pescado azul (¡ay, sabroso bonito!). Sufrimos bajo la suspicacia de crisis económica y sus secuelas: paro, pérdida de bienestar, futuro incierto…; soportamos alarmas de riesgo de accidentes laborales, de tráfico, por inundaciones y/o fenómenos atmosféricos; el riesgo cierto del efecto invernadero y cambio climático con secuelas de que desaparezcan anegadas las islas coralinas Tuvalu del Pacífico en una/dos décadas o la amenaza algo más retrasada para las Maldivas…

 Según el filósofo Innerarity, en nuestra sociedad vivimos todo esto casi muertos de miedo, a pesar de que los peligros más reales y altamente probables de muerte de hace uno/dos siglos (guerra, epidemias, infecciones, falta de asistencia y alimento…) se hayan reconvertido hoy en meros riesgos como los arriba citados consecuencia de nuestro desarrollo; por cuya causa vivimos en una inseguridad como nunca antes, huyendo hacia adelante con total falta de confianza.

 Tal vez junto a esta carencia de confianza tampoco tengamos una correcta administración de la incertidumbre globalizada ni una gobernanza mundial con la suficiente y necesaria mutualización de la soberanía de los estados que permita solventar no sólo esa carencia, sino también problemas concretos como la crisis económica de Grecia (en realidad, es de todos) o la desaparición de las Tuvalu, que también debe ser tomado como un problema global. Es probable que estemos todavía viviendo el mundo de ayer y no hayamos dado aún con nuevas teorías de interpretación de lo que está sucediendo, cuyo uso nos permitiría por ejemplo atender a los indignados, eliminar la prima de riesgo económico e impedir la desaparición de las Maldivas. So pena de que el propio desarrollo nos devore junto a estos riesgos de lujo incluidos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *