Delincuentes de la tiza

Aun fuera del entorno escolar, setiembre suena a reencuentro con libros, profesores y compañeros. Setiembre anuncia la vuelta al aula como su equinoccio la venida del otoño. A la perezosa inercia del inicio, en el primer paso de la andadura de este curso escolar se ha atravesado la zancadilla que la administración de las comunidades pperas, Madrid a la cabeza, está poniendo a sus profesores.

Les bajaron el sueldo y ahora les incrementan el horario lectivo. La consecuente huelga protestataria de muchos de ellos estaba cantada. Pero siendo duro el apretón de tuercas, lo más denigrante para el colectivo seguramente  esté siendo la carga mediática acusatoria: cobran mucho, tienen puesto fijo y sus vacaciones son interminables… en fin, que son unos vagos y casi “delincuentes de la tiza”.

Me imagino que los habrá vagos, pasotas y mediopensionistas, pero no más ni menos que en otras “dignificadas” profesiones. En sus discursos los políticos atropellados por la crisis económica, el paro y el déficit galopante, hablan de reducir gastos pero respetando siempre servicios sociales como la sanidad y la educación; sucede que mientras esto pregonan, los recortes en ambas son pan cotidiano. Aun no ha llegado a Euskadi la rebaja ppaguirre, pero “cuando las barbas de tu vecino veas pelar,…”.

Puede que los maestros sean responsables en gran medida de la pérdida de la cultura del esfuerzo de nuestros hijos y de que escriban con faltas de ortografía; pero al mismo tiempo muchos de ellos también son víctimas de la mala educación, indisciplina y hasta violencia de algunos alumnos y de ciertos padres que manifiestan su poco respeto hacia los profesores agrediéndoles por suspender a sus vástagos. Pero no miraría hacia el pasado con nostalgia de algo mejor, porque ni el “usted” es el único camino hacia la disciplina ni ésta el vademécum del respeto.

No es descubrir ningún secreto constatar que se ha perdido gran parte del sentido de autoridad en la Escuela y que es deber de todos reinstalarlo. Es posible que protestar por dos horas semanales más no limpie el remoquete de “maestros vagos”, ni que la huelga sea el mejor camino para recobrar la autoridad, pero estigmatizarles además de bajarles el sueldo e incrementarles el horario no parece el método para conseguir que se dediquen a educar con solvencia a  Claro que puede que haya quien desee volver a la escuela del ordeno-mando.     

 

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