Culpable

culpable

Dicen que la culpabilidad humana viene de fábrica: lo llaman pecado original. ¿Culpable yo? Me hago la pregunta extrañada, porque pensaba que no lo era; pero escuchando el pontificado doloso de tertulianos y políticos universalistas, me veo cada día más cercada por el principio axiomático de ser culpable mientras no demuestre mi inocencia, aunque sepa que los culpables de verdad lo primero que aducen en democracia es justamente este enunciado al revés. Lo que me produce una sensación de doble flagelación, culpables alardeando de inocencia e inocentes penando por sus culpas.

Sería la primera donante de corazón que siguiera viva si no se me taladrara al ver las aguas entre Libia-Italia engullendo en cinco días más de mil cadáveres de migrantes huyentes de la guerra, o si no me compungiera hasta las entrañas ver la huida de centenares de miles de refugiados y las condiciones en las que huyen. Pero escucho en los medios como gota malaya de autoflagelación mortificante echar una y otra vez la culpa a Europa, a la insolidaridad de su ciudadanía. Y me pregunto si soy culpable o al menos responsable de que Bachar-al-Asad sea el “elemento imprescindible en el extremismo y destrucción de Siria» con la diáspora generalizada de su población. La mayoría de la ciudadanía no vendemos armas como el sr. Morenés que pasea tranquilamente por las calles de mi barrio sin cartel de culpable.

Ligado a ésta y otras migraciones islámicas, tampoco sé por qué he de sentirme culpable por haber nacido en una cultura humanístico cristiana que me permite cosas inaceptables en su mundo de mujer mucho más sometida (chador, burka, inferioridad legal,…). Tampoco capto mi culpabilidad en celebrar el domingo, o festejar semana santa y navidad y no el ramadán, en que me guste el tañido de las campanas catedralicias, o en que mujeres y hombres disfruten juntos las piscinas, o en que una doctora atienda a un hombre y viceversa, o en comer jamón y preferir el cordero de mi amigo Pedro al Halal…

En mi interior hay reflexión y preocupación, ni rastro de xeno/islamofobia. Quiero que se ayude a los refugiados al menos con la misma solidaridad con la que a mis mayores le atendieron en Inglaterra, Francia, México, Chile… Pero estoy un tanto perpleja porque desde muchos medios y organizaciones solidarias me quieran hacer culpable por ser yo. Mi casa acoge, pero en aras a un hipotético “buenismo de fusión de civilizaciones” no puede invitarse al invitado a ser invasor y hacerme sentir a mí culpable por estar aquí, por ser quién soy y querer seguir siéndolo.

El reto no es fácil, porque desde ambos mundos unos escalan el enfrentamiento ideológico con reclutamiento y bombas fanáticas que fanáticos mafiosos del otro lado les venden con aviesos fines mercantiles.

Y el “yo colectivo” ciudadano en medio como culpable.