Un autobús llamado indeseable

EL FOCO

Onda Vasca, 2 marzo 2017

Autobús

Para un día de estos estaba previsto que llegase a Euskadi el autobús de los líos, ese autocar pintado de naranja, soporte publicitario de una campaña de la organización ultracatólica Hazteoir, que defiende unas posiciones contrarias a los derechos de las personas transexuales. Al día de hoy, el autobús de los líos ha quedado varado por orden de un juez de Madrid, que estima que los mensajes de ese grupo son un menosprecio. Hasta nuestro ilustre obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, ha terciado en twitter a favor de esa organización, sin entrar en detalles. Esta es de esas cosas que provocan que tengas que adoptar una postura, a favor o en contra, sin indiferencias.

No es mi intención poner el foco en el fondo del debate sobre la transexualidad, ni voy a entrar en los argumentos de la ultraderecha que ve en esta campaña una acción de la llamada ideología de género. Creo que este es un debate social bastante superado en el que la mayoría, haciendo uso de su natural tolerancia, acepta como realidad innegable los indiscutibles derechos de esas personas a las que la naturaleza les dotó de unos órganos genitales no coherentes con su identidad sexual. Nadie trató este asunto con más delicadeza y profundidad que la película “La chica danesa”, con un Oscar de interpretación en 2016, que trata del primer caso de transgénero, una historia real de principios del siglo XX, en la que el pintor Einar Wegener se transformó en Lili Elbe, siendo así reconocida en los registros tiempo después. Le costó la vida, por las limitaciones quirúrgicas de la época, pero fue una batalla ganada para una causa justa. Cien años después, quedan trogloditas intransigentes entre nosotros.

En lo que quisiera entrar es en la naturaleza de la campaña y sus claves sociales. Hay quien asegura que la organización Hazteoir ha conseguido sus objetivos, al alcanzar una notoriedad pública enorme con tan solo fletar y pintar unos mensajes en sus laterales. Para obtener por medios convencionales la notoriedad lograda en apenas una semana tendría que haber gastado varios millones de euros. Es cierto. Hazteoir ha alcanzado una repercusión espectacular. Analicemos esta cuestión al detalle. Una campaña implica dos grandes objetivos: ser escuchados y ser aceptados o al menos comprendidos. Hazteoir ha tenido éxito total en lo primero, pero ha fracasado estrepitosamente en lo segundo.

¿De qué le sirve a una organización, empresa o producto ser escuchados, pero no ser aceptados o comprendidos? No hay que confundir lo primero con lo segundo. Es verdad que hay organizaciones extremistas o poco serias que se conforman con el ruido y no les importa el resultado. Que hablen de mí, aunque sea mal, dicen algunos cínicos. Si lo que se buscaba estruendo, sin más, la campaña del autobús naranja es un acierto. Pero oculta que lo ha perdido todo en la batalla de la estética y la ética, en la guerra de la belleza y la verdad. Hazteoir no tiene hoy más adeptos que los que tenía antes de la campaña. Puede que los partidarios con los que ya contaba sean aún más favorables, pero difícilmente tiene más gente a su favor, aun cuando hagan valer el victimismo de que se les han prohibido la circulación del autobús. Vaya por delante, que soy partidario de no prohibir, y que prefiero ver a los indecentes pasear sus mensajes. Prefiero verlos haciéndolo el ridículo que escondidos en sus madrigueras o pululando por las redes con sus proyectos salvajes y mensajes virulentos.

Es en el mensaje y en su estética en lo que los autobuseros la han pifiado. De hecho, su mensaje es manipulador. La campaña favorable a los derechos de los transexuales, impulsada por la organización Chrysallis, decía: “Hay niñas con pene y niños con vulva”. Mientras, el mensaje de Hazteoir decía. “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva”. La diferencia es clarísima. Chrysallis afirma una realidad al señalar que “hay”, es decir algunos niños y niñas con esa particularidad infrecuente: pero los ultracatólicos no hacen distinciones ni señalan lo extraordinario y se limitan bruscamente a hacer una afirmación de manual, tosca, incompleta. Manipulan, en definitiva. Ese es su fracaso. Es el dogmatismo y la manipulación del mensaje. La ciencia reconoce el hecho diferencial de esas personas. ¿Tanto cuesta aceptar lo que la realidad pone delante de nuestros ojos?

El otro fracaso de Hazteoir es la belleza, la solvencia estética. Su campaña es agresiva, extremista, dura, intolerante. De rechazo. No hay en la historia de la comunicación humana ni un solo menaje agresivo u ofensivo que haya triunfado. ¿Quizás si Donald Trump? Habría que situarlo en su contexto, y en todo caso, eso solo ocurre en situación históricas críticas. Algo de eso ocurre en algunos países: USA, Reino Unido… Ocurrió en Alemania el pasado siglo, allá por los años 30, y sabemos cómo acabó. Los mensajes y razones triunfantes son positivos, compasivos. Para ganar la batalla de la razón hay que ser espléndidos, limpios, netos, auténticos. Hazteoir, con su agresividad, se ha autoliquidado para la gente con compasión y con sentido de la razón, la que incluye a todos y nos excluye a nadie por razón física o ideológica. Nadie gana en comunicación social con cara amargada. Se gana por el corazón y con una sonrisa. Los fachas han perdido porque agreden. La causa de la transexualidad ha ganado porque agradan. Gran diferencia de forma y fondo.

Supongo que la campaña continuará y tal vez algún juzgado autorice la circulación ambulante de este autobús de miedo e intolerancia. Un autobús llamado indeseable, diríamos parodiando el memorable relato y su película. En todo caso, por muchos kilómetros que recorra, no se moverá ni un milímetro. Seguirá anclado en sus viejas ideas y no conectará con nadie más que con aquellas mentes cerriles que quieren para los demás sus viejas miserias. No hay más que un ganador: la verdad y la belleza de quienes tienen unos derechos que la gran mayoría de la sociedad les reconoce. El ruido no es más que ruido; pero la verdad suena más fuerte sin estridencias. El autobús de la intolerancia ha pinchado y los demás miramos su avería con una sonrisa.

¡Hasta el próximo jueves!

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Un comentario en «Un autobús llamado indeseable»

  1. Muy buena su intervención en Onda Vasca.
    Sus reflexiones muy interesantes.
    A mí la campaña del autobús de los desastres me ha parecido oro rosa.
    Así como en otros casos las campañas de publicidad que hacen ruido el resultado es bueno porque se habla de esa campaña. En este caso me ha parecido totalmente negativo. Y creo que perjudica enormemente a los organizadores. En el siglo XXI me parece un auténtico desastre este autobús. Y el resultado es un gran perjuicio para la Iglesia.
    Muchísimas felicidades por su intervención.

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