El Mississippi pasa por casa de Bertín

 

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La soledad necesita del pasado para existir. La tele también en su asfixiante proyecto de nostalgia. De lo poco que se salva en la negación del presente y el futuro es el espacio de Iñaki Gabilondo en la cadena #0.  Cuando ya no esté se atreve a adivinar el horizonte de los próximos 25 años, en diálogos de ciencia ficción sobre bases creíbles. Me gustan esos horóscopos de prospectiva, como antídotos de tantos y tontos espirales de recuerdos. Bertín ofició el miércoles la ceremonia de soñar al revés con su visita a casa del histórico Pepe Navarro, una charla a la que sobró todo de sus tres eternas horas, salpicado con nueve oprobiosos cortes para anuncios. Osborne regaló al antiguo conductor de Esta noche cruzamos el Mississippi la oportunidad de defenderse, sin réplica posible, de su supuesta paternidad del hijo de Ivonne Reyes, de oficio desconocido. En este sentido fue una versión de Sálvame, hecha a medida del caso. Vasile debería pasarle factura por el publirreportaje.

Por lo demás, Navarro fue el perfecto ejemplo de lo que el neurocientífico Dean Burnett describe en su libro El cerebro idiota: “Nuestros recuerdos no son fiables por culpa de nuestro ego”. El placebo de la memoria colectiva juega a favor del engaño. La gente perdona el pasado. Es un ejercicio de amnesia adjudicar al Mississippi alguna virtud distinta del descaro garbancero. En los años noventa, poco después de la irrupción de las cadenas privadas, regalo de Felipe González, se inventó la telebasura, con aquel programa y las Crónicas marcianas, de Xavier Sardá. Aquello fue la peor imitación del late night norteamericano. Hoy Buenafuente hace honor a esa franja horaria con un inteligente Late motiv, en #0. Para hacer reír se requiere talento y no pintarse de payaso.

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Casi 2,3 millones de espectadores se asomaron al festín de autoestima del ex presentador. Marcado por el sello de lo caduco, Pepe Navarro no pisará más charcos en la tele. Sencillamente, porque el éxito espera a aquellos que aprecian el presente, odian el pasado y se ríen del futuro.

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