El rey que rabió

Felipe VI de España no es el rey sol, Luis XIV de Francia; pero tal alucinación debió experimentar la pasada Nochebuena al comparecer en televisión, en todas las cadenas menos las rebeldes, ETB y TV3, para ofrecer su previsible mensaje. Su pose, sus palabras y sobre todo sus silencios denotaban la soberbia de quien exige la pleitesía de la escucha. Días antes, los medios monárquicos habían creado cierta expectación sobre su intervención tras su derrota del 21-D. ¿Reconocería el fracaso de su lamentable y agresivo discurso del 3 de octubre, precursor de la liquidación de la autonomía catalana por la banda del 155? Nada de eso: un rey no se doblega ante la plebe. Habló de Catalunya, pero no para brindar por los soberanistas, ni lamentar la prisión y el exilio del legítimo Govern. Y dijo lo obvio: que nadie puede imponer sus ideas. Pues mire usted, señor Borbón; eso es, incoherentemente, lo que ha producido España en Catalunya, su brutal sometimiento a una ilegítima legalidad.

Ante más de ocho millones de españoles y unos doscientos y pico mil vascos a punto de comerse los langostinos y el jamón, Felipe cruzó las extremidades inferiores y leyó lo escrito en el teleprónter. ¡No se cruzan las piernas cuando se habla con autoridad ante la gente! Es una figura indecorosa, según los manuales básicos de protocolo. Fíjese en Isabel II, cuya sencilla pompa le permite sentarse ante las cámaras con corrección y disposición amable. Es evidente que este rey ha recibido clases de comunicación. Es mejor actor que su padre, pero se le nota artificial, sin emoción ni convicción. No ha entendido nada: no es el atrezo, los planos cortos, la barba bien cuidada y la corbata lo importante, sino la sinceridad del mensaje, el tono intensivo, de corazón, de lo que se transmite, porque son tus propias palabras, no las del «negro» de Moncloa.

Para que haga sol de noche, y más en Nochebuena, se necesita más que un actor con corona y filigranas. Haría falta que el orador poseyera la dignidad de su derecho ganado en las urnas y menos arrogancia.

6 comentarios en «El rey que rabió»

  1. Nuevo ataque animal. Esta vez a una abuela y a sus dos nietos en Enkarterriak.

    Los animalistas calláis como meretrices. En ningún país avanzado pasa esto. En esto somos como cualquier región hispana, a pesar de tener competencias para acabar con este peligro?

    Hay que ir con la navaja en la boca para pasear seguro por las zonas rurales?

    Las lunáticas del PASMA y sus simpatizantes bajo el lema «no al maltrato animal» sois responsables de este goteo de ataques animales a humanos.

    ¡No al maltrato humano!

  2. Lo cierto es que fue patética la intervención de Su Majestad el Rey Felipe sexto de todas las Españas.
    Entiendo que tiene un mal responsable de comunicación así mismo como de protocolo que no le aconsejan como debe de ser su intervención; con el fin que esta sea más correcta.
    Eludir determinados temas que eran conflictivos es un síntoma de debilidad y cobardía que plasmo Felipe VI.
    Quería dar una imagen de seguridad y lo que dio fue una imagen de inseguridad patente.
    Me ha gustado mucho su artículo.
    Muchas felicidades.

  3. Lamentable lo de este monarca absolutista. Su autoritarismo le lleva no ya a decir lo que le da la gana, sin ningún tipo de legitimidad, sino a saltarse el protocolo, porque «él lo vale».
    La pena es que no nos podremos librar de esta dictadura hasta que nos independicemos.
    Espero que tomemos nota de quien sí lo está intentando y que, creo, lo conseguirá.

  4. Vosotros los sanos regionalistas españoles vascongados siempre buscando fórmulas sobre cómo mejorar la monarquía, el estado español y su funcionamiento.

    No aspiráis a librar a esta sociedad de esa cosa, no.

    Lo vuestro es mejorarlo, trabajar las cosas que están mal con el fin de tener un rey borbónico mejor, uno del que quizás poder llegar a sentir respeto, estima e incluso orgullo («quiero que mi rey madrileño sea como Isabel II» – piensa el subconsciente, e inlcuso el consciente según podemos leer, el columnista de este Blog).

    Reformando, apuntalando, españolizando, que es gerundio.

  5. 250 millones cuenta el «fondo de inversión nacional» vascongado tras la última ampliación por valor de 30.

    La última gran inversión ha sido en CAF, la empresa que ampliará con nuevos tranvías la red de villámosak de Budapest (cambiarán la línea 2 por fin, la que bordea Pest desde Poszonyi utca hasta el IX. kerúlet? Sería muy emblemático, porque es el que pasa por delante del magnífico Parlamentose por la plaza de Koldobika Kossuth, a quien asistió de lugarteniente Heningsen años después de haberlo hecho en tierra vasca para Zumalakarregi.

    Ahora bien, ¿no es acaso pecara minuta lo de esos 250 millones comparados con los 2500 a fondo perdido de la ruina de la Y Griega vascongada ferroviaria del tren radial madrileño de pasajeros «AVE»?

    Imaginémonos que, como hace Noruega, invirtiéramos muchas mayores sumas de dinero en ese fondo nacional mixto, público y privado. Que, como hace Noruega, lejos de instalar un ruinoso tren-bala de retorno imposible dedicara Vascongadas esos 2500 millones a engrosar su fondo.

    Supongamos que, como hace Noruega, a quien le sobra el dinero por sus ventas de gas, dedicáramos, con mas razón que Noruega por tner gas ni petróleo que vender, todo el dinero posible a ese fondo en lugar de enterrarlo en cemento y en trenes monstruasamente deficitarios.

    Es mucho suponer. Lo primero es mejorar a nuestro rey. Quizás Anasagasti escriba un libro sobre cómo hacerlo.

  6. El nonagenario Sendagorta eligió Madrid para morir.

    No le importaba respirar bajo el sombrero cordobés de contaminación a su edad, por lo visto. Su pasión era Madrid.

    Así de mezquina es la elite económica vasca, la plenamente madrilena que representaba este individuo o que representa el sinuoso Círculo, y la más pequena y local que aspira, por no ver otra posibilidad, a convertirse en madrilena.

    Todos unos limpiasables del de la rabia y una desgracia.

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