Cuando el curso escolar acaba mal

EL FOCO

Onda Vasca, 25 mayo 2017

Portada

Estamos en ese momento del año en que terminan muchas cosas. Termina el fútbol, termina los contratos, termina el curso. Y naturalmente, empiezan otras cosas. Comienza el verano, comienzan las vacaciones, comienzan los viajes, muchas cosas… Cambio de tiempo y de vida. Pongamos el foco en las aulas. En estos momentos están culminando los cursos escolares y la Universidad arde en exámenes. Y a todo esto le acompañan los rituales, que son esas costumbres que hemos convertido en ceremonias tribales. Lo malo es cuando esas ceremonias están cargadas de excesos y faltas de significado. Probablemente es que nuestra cultura no sabe llenar de sustancia ritual aquellos huecos que han dejado las tradiciones de final y principio de ciclo.

Los chicos y las chicas que acaban curso, y más aún los que acaban ciclo (final del bachillerato y comienza de la enseñanza superior) acostumbran a celebrar fiestas plagadas de excesos. Se entiende la celebración, pero no su contenido. A los famosos viajes de estudios les ocurre eso: son fiestas, pero sin contenido. Y de ahí que ocurran las incontables borracheras, los comas etílicos o las juergas que acaban en destrozos y otros males. Peor todavía es que los centros escolares se involucren en fiestas de fin de curso que, siguiendo el mal actual de celebraciones sin sentido real, y organicen actos para niños y niñas que son una contradicción con la función educativa.  

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Algo de esto ha ocurrido en Donostia. Concretamente en el barrio de Intxaurrondo, donde un colegio concertado, de la orden de los Escolapios, el centro María Auxiliadora ha ofrecido a los chicos y chicas de primaria una fiesta de fin de curso con una sokamuturra. Es decir, una fiesta de vaquillas, donde al animal está ensogado y corre despavorido y estresado detrás de los críos, a los que tumba y voltea a veces. Más allá del debate antitaurino, incluso del animalista, se trata de un espectáculo completamente inapropiado para niños y contradictorio con la naturaleza de un centro educativo

Dos cosas me parecen mal de este suceso. Primero, que el departamento de Educación del Gobierno Vasco no haya sido lo suficientemente contundente en el rechazo de este evento grotesco. Se han limitado a decir que “no consta denuncia y que al tratarse de un centro concertado, su dirección es la única responsable del uso que dé a sus instalaciones en horarios no lectivos”. Por favor. Una sokamuturra es un disparate antieducativo y por tanto objeto de sanción por parte de la autoridad educativa. Y lo segundo, creo que la reacción del Colegio y también de la comunidad escolar ha sido muy tibia. Los rectores del centro han eludido hacer comentarios sobre la sokamuturra celebrada en su patio. Y otras fuentes del colegio han señalado que no volverán a organizar otra suelta de vaquillas. Son muy tibias y poco edificantes estas posturas.

Han tenido que ser dos asociaciones animalistas quienes hayan elevado a protesta pública este suceso de final de curso en Intxaurrondo. No han sido los padres y madre, ni el Colegio, ni el departamento de Educación. Los argumentos esgrimidos por los denunciantes son muy preciosos. Han dicho a través de las redes sociales: «¿Qué valores queremos que aprendan nuestros hijos?, ¿el abuso al más débil?, ¿la impunidad ante la violencia?, ¿la costumbre y la habituación ante el sufrimiento ajeno?». No son solo conceptos animalistas. Son valores éticos y que como tales deberían ser incuestionables y aceptados por todos.

La empresa a la que se encargó la organización de la suelta de vaquillas en el patio del colegio ha señalado algo que no sabíamos. Que la ley permite a los menores pueden participar en sokamuturras siempre que el becerro tenga más de tres meses y pese menos de 60 kilos, requisitos, que, dice la misma empresa, se cumplieron en la fiesta del colegio donostiarra. Habría que comprobarlo. No obstante, parece bastante absurdo y antisocial que la ley permita tal cosa. Recordemos que se trata de un colegio de primaria, es decir con niños y niñas desde los 6 a los 12 años. ¿Alguien se imagina soltar una vaquilla a menores tan pequeños? Es una barbaridad que me cuesta creer esté permitido, porque raya el delito de violencia infantil. En general, las sokamuturras, tan populares en las fiestas de los pueblos en los año 80, deberían estar prohibidas. La sociedad ha madurado lo suficiente como para saber que no s aceptable un festejo que, además de sus múltiples reiesgos, genera una violencia innecesaria y gratuita en los animales.

Volvemos a la tradición. Este es el problema. Que las tradiciones se convierten en leyes de repetición que, por ese peso de los años, son tenidas por indiscutibles. Las tradiciones son herencias, pero no todas las herencias son buenas. Nuestra sociedad debe optar por dejarlas a beneficio de inventario, porque salen más caras de lo que te portan. Pero debemos tener rituales, claro que sí. Pero con sentido. Con imaginación. Lo esencial para tener días felices es convertir la rutina en rituales: el café de cada día, los encuentros con amigos, las lecturas, la vivencia del deporte y la cultura, el sexo más intenso… esas cosas. No hay que tener miedo de derribar las viejas y bárbaras costumbres, las malas tradiciones. Los finales de curso deben tener contenido simbólico y hacerlos memorables. No con borracheras, juegas estúpidas y suelta de vaquillas para niños pequeños. No, con emociones que tengan significado. Con sentido. Con criterio. Con una alegre inteligencia.

            ¡Hasta el próximo jueves!

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Risto se casa y fracasa

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Risto Mejide se casó el sábado en una masía de ensueño, como los protagonistas de Ocho apellidos catalanes, el bodrio que Telecinco emitió el viernes para interferir en el proceso soberanista de Catalunya, caricaturizándolo. Como regalo de boda Il commendatore Vasile le ha dado la oportunidad de prolongar una o dos semanas más All you need is love… o no, que se debate entre la vida y la muerte. Hoy, lunes, se la juega. Del 14,1% inicial al 11% de su segunda entrega, con poco más de un millón de espectadores, queda por debajo de los registros habituales de First Dates, en Cuatro, su hermano menor, con mucho menos presupuesto. El fracaso es irremediable y tiene sus causas, principalmente en el hecho de huir del concepto romántico del enamoramiento e intentar una sociología del amor, del real al irreal. Pretencioso. No, amigo mío, la tele no es una cátedra: es un espectáculo para el entretenimiento y la gente demanda un chute emocional constante.

Sí, hay amores vulgares y desamores baratos; pero también existen historias sublimes. El nuevo presidente francés, Emmanuel Macron y su esposa Brigitte Trogneux, 24 años mayor que él, alumno y maestra de liceo, que superaron las trabas familiares y la física de la edad, son el paradigma actual de relato romántico. Mejide quiere contarlo todo, hasta el amor maternal de una refugiada siria y de unos abuelos eslovenos. Empieza tarde y se extiende durante más de tres horas con demasiados ingredientes que terminan por cansar y no hacernos llorar. Muchas cuerdas para un violín. Risto no quiere ser un moñas por no asemejarse a Jesús Puente e Isabel Gemio, sus fantasmas; pero acierta en acompañarse con Irene Junquera, David Guapo y América Valenzuela, formidables en sus papeles.

El amor es romántico u ordinario. Tiene que elegir entre grandeza o ligereza. Romeo y Julieta no irían a la tele a declararse. Ni Benedetti recitaría versos entre focos. Mejide ha optado por la versión artificial. Nadie mejor que él, recién casado, debería saber que nada es perfecto hasta que te enamoras.

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Una ruidosa discoteca de amor otoñal.

EL FOCO

Onda Vasca, 18 mayo 2017

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Toda ciudad tiene dos almas: la que trabaja y vive de día y la que vive y se esconde en la noche. Las dos palpitan y son necesarias, pero no tienen el mismo poder. Una es más fuerte que la otra. Una hace su guerra de cara y la otra vive en la guerrilla y hace trampas. Una cumple y la otra no. Digamos que una y otra ciudad, de la que casi todos somos partes, son el exponente de las contradicciones personales, sociales y educaciones de los ciudadanos. Todas las ciudades del mundo tienen el mismo problema. Pero no todo es posible, aunque quisiéramos: la cuadratura del círculo del ruido y el descanso, del civismo y la juerga, de los excesos y los defectos, lo blanco y lo negro no pueden convivir como queremos o como afirmamos, a veces con demasiada ingenuidad y poca profundidad.

Nos vamos a situar en Bilbao, en el centro, a pocos metros de San Mames y el Palacio de congresos Euskalduna. Pero podríamos hacerlo en cualquier otro punto de Euskadi. O en muchos pueblos. O en otros lugares del mundo donde hay personas con ganas de diversión y personas con necesidad de descanso. En ese punto céntrico de Bilbao se inauguró hace cosa de un año una discoteca, de nombre Moma, cuya principal singularidad es que se dirige a un público adulto, de más de 40 años. No es una discoteca juvenil, aunque allí también se han organizado fiestas de Erasmus y otras juergas menos añosas.

Como no podía ser de otra forma, los vecinos y vecinas de esta zona céntrica de Bilbao se han quejado reiteradamente de las molestias generadas en el exterior del local, y también del sonido excesivo y vibraciones en los locales y pisos anexos, en concreto el Hotel allí existente. Es un conflicto clásico y previsible. No hay por qué dudar de que la licencia de actividad concedida por el ayuntamiento de Bilbao se hizo con arreglo a la ley. Sin embargo, los problemas de la licencia fueron inmediatos. ¿Cómo es que habiendo a pocos metros un colegio de enseñanza se dio esa licencia? ¿Cómo es que la ley no se ha modificado para que no existan discotecas en los edificios donde hay viviendas? ¿Cómo es que predomina la actividad empresarial, tan legítima, sobre la prioridad vecinal?

Me llama la atención que un local de música y baile de público adulto genere los mismos problemas, o parecidos, que las discotecas juveniles, de por sí excesivas en todo. Resulta que los buscadores de amor otoñal son también muy ruidosos. Luego parece que el problema no son los jóvenes, sino las personas en general, los adultos. El problema se sitúa sobre el respeto, o su ausencia, de unas personas sobre otras. El problema no es la hostelería, sino la desfachatez de la gente cuando deja de ser gente cabal. No entiendo el molestar como parte de la juerga. No entiendo a ese gamberro que llevamos los adultos en el interior.

Nuestra sociedad es poco innovadora. Cambia poco, tarde y mal. Las discotecas son un viejo producto, probablemente caduco. La ciudad se contradice cuando acepta que la fiesta es ruido. Hay mucha gente feliz y divertida que se lo pasa en grande reunida con amigos y familiares sin el menor ruido. Hay mucha fiesta que no molesta. El ruido no es solo un problema de la fiesta. Es un mal de nuestro tiempo, una plaga moderna.

El tópico y su falsedad es que la fiesta es de personas felices y divertidas, y el descanso de la gente aburrida y fúnebre. No es así. Hay locales en nuestra ciudad donde se ofrecen cosas diferentes: cafeterías de jazz en vivo, locales donde actúan músico amateur determinados días, pocos locales donde se recitan versos, se hace magia y donde los artistas van naciendo. ¿Por qué no hay entre nosotros sitios donde se ofrezcan monólogos, al estilo del Club de la Comedia? Conozco ciudades donde existen y forman parte del ocio creativo de la gente. En el mundo anglosajón son muy frecuentes. Quizás es que vamos a lo fácil: disco y marcha. Otras alternativas de ocio y arte se consideran poco atractivas. Y es un tremendo error, fruto de nuestra mente conservadora. Hay que ver lo profundamente conservadores que somos, bajo la excusa de la tradición y otras pesadas losas.

El caso es que la discoteca Moma, en Bilbao, ya ha generado unas 200 quejas de vecinos y otros locales. Relacionadas con el exceso de ruido y las situaciones de violencia y civismo que noche tras noche se producen en las inmediaciones. Hay testimonios fotográficos y en vídeo que acreditan tales hechos. La zona está en estado de guerra y no quieren esa discoteca allí. Para mediar entre las partes, concejales y técnicos del ayuntamiento se han reunido con los afectados. No hay necesidad de mediación, porque ya hay diálogo, pero de sordos. Hay dos ciudades irreconciliables, porque una de ellas no se comporta como es debido.

En este contexto, hemos conocido la celebración del seminario “Gaztetalk ocio”, ayer en Bilborock, en el que estuvo el alcalde de Bilbao, Juan Maria Aburto, junto con vecinos, jóvenes, hosteleros, representantes institucionales vinculados a la cultura, la juventud y el ocio. Entre ellos estuvo a quien denominan “el alcalde de la noche de Amsterdam”Se llama Mirik Milan y es un dinamizador social, de 37 años, un dj, que media entre las fuerzas municipales, los vecinos y los empresarios de los clubes nocturnos de la ciudad holandesa. Es el hombre bueno del jolgorio. Quien pide respeto, a la vez que defiende el derecho a divertirse. Su misión es fomentar la creatividad hostelera y ayudar a la cohesión social, el impacto económico y la diversidad cultural. Antes de Bilbao, Mirik ha estado en Nueva York, Sidney, Londres, Berlín y Moscú para asesorarles sobre cómo mejorar la gestión de su economía nocturna. Me parece muy bien la labor de este singular alcalde. Pero temo que la noche tiene más propietarios. La noche es sueño, descanso y amor. Y van mal con el ruido. Bilbao tiene que elegir y pienso que ya ha elegido. Como en otras cosas, la opción es la creatividad, la innovación y la calidad de vida. No creo que las discotecas, tan antiguas, tengas sitio en ese futuro. Vayan dándoles el pésame.

            ¡Hasta el próximo jueves!

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Elegir entre pragmáticos o puristas

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El fútbol, como fenómeno de masas y metáfora de nuestra sociedad, nos brinda ejemplos prácticos aplicables a la política. El resultadismo es uno de ellos. Se llama así a la estrategia eficaz desarrollada por un equipo, bajo el impulso de su entrenador, que prioriza el objetivo del resultado positivo sobre la brillantez del juego y el espectáculo. Mourinho y Clemente serían sus más fieles practicantes. El resultadismo es una de las contradicciones del forofo, que prefiere que su club gane, incluso a cualquier precio, que perder jugando bonito; y sin embargo, se atreve a reclamar preciosismo. En el área de la gestión empresarial, el resultadismo se llama eficiencia: la obtención del mayor provecho con los menores recursos posibles. Mire usted, menos los poetas ensimismados y los románticos, que alguno queda en las orillas del sistema, todos somos resultadistas.

El resultadismo político es una versión del viejo pragmatismo, la filosofía del valor práctico de las cosas. ¿Se opone la utilidad a los principios? No, porque la producción de los buenos resultados no tiene el precio de la pureza. Toda acción política se justifica, además de por su necesidad objetiva, en el provecho social, pues de nada serviría si no tuviera efectividad. La política no es una estatua ni un adorno. El purismo, que impugna al pragmatismo político, es inmaduro, incoherente. El resultadismo tiene como único límite el respeto a los derechos ciudadanos. Pragmatismo resultadista es votar a Macron para evitar el triunfo de la peligrosa y antieuropea Le Pen. Y es pragmatismo apoyar los presupuestos del PP en la medida del valor que contienen para Euskadi, aunque disguste el socio y su suciedad.

El acuerdo del Partido Nacionalista Vasco alcanzado con el PP y Gobierno español es un ejemplo de política eficiente. Cinco votos valen millones de euros para todos, que no solo es dinero, sino también beneficios estratégicos en el sistema de cálculo del Cupo, trascendental para nuestro modelo de autogobierno, y en inversiones de calado para el futuro del país. ¿Había que dejar pasar la oportunidad del acuerdo por la repugnancia de los numerosos casos de corrupción que afectan al partido del Gobierno?  Si se hubiera optado por el refinamiento del juego político en vez de ganar al equipo de Rajoy, los vascos hubiéramos regresado de la competición de Madrid con las manos vacías, sin trofeo. Entiendo que los ciudadanos esperan el mejor resultado teniendo en cuenta que nos enfrentamos a rivales poderosos. Jugando limpio y con inteligente estrategia, el PNV ha ganado el partido por goleada.

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Oportunidad aprovechada

Si aplicásemos con rigor la corrupción del PP como impedimento para no pactar los presupuestos del Estado, quizás todos los cargos electos deberían abandonar las Cortes para salvarse de su contaminación pestilente. La razón es más simple. La situación de Rajoy no es más grave que las que afectaron en su día a Felipe González, José María Aznar y Rodríguez Zapatero. Al primero por los GAL, al segundo por su trío bélico con Bush y Blair; y al tercero, por sus demencias en la gestión de la crisis económica. Con aquellos gobiernos y sus partidos pactaron todos. Por necesidad, oportunidad o responsabilidad. Es posible que la especial habilidad el PNV para acordar en Madrid incomode a quienes se ven incapaces de concertar lo que, objetivamente, reporta mejoras a la ciudadanía vasca.

Estoy seguro de que si el PP no estuviera tan embarrado y, necesitado del concurso vasco para salvar la ley de presupuestos, firmase una alianza con el PNV, los demás partidos le hubieran criticado igualmente y extraerían de la vieja chistera algún motivo partidista para denostarlo. A la política española le falta sentido común y espíritu de acuerdo, de manera que el que no está en la firma tiene que maldecirlo. De ahí vienen los tópicos con que los ausentes han menospreciado el pacto: cambio de cromos, mercadeo… ¿Es que no se les ocurre mejor argumento? Es decir, si un partido establece un compromiso con otros se le califica de intercambio de cromos; pero si en ese convenio están los míos, entonces es un pacto responsable y de interés general. ¿Cuándo van a madurar los dirigentes políticos?

En España no pueden ocultar su admiración por la brillantez resultadista de los nacionalistas vascos. En determinados ambientes, influidos por la bajeza, se han escandalizado por el dineral y los compromisos arrancados a Rajoy por el partido presidido por Andoni Ortuzar. Se ha dicho también que el acuerdo PP-PNV lleva consigo una carga de profundidad contra los catalanes, hace años los más insignes pragmáticos; pero la mayoría política de Catalunya tiene su hoja de ruta, con lo que 1.400 millones de euros y hasta el oro de Moscú no les harían cambiar: someter a subasta presupuestaria en Madrid su renuncia a la consulta y sus ansias de independencia les envilecería. No, los catalanes no pueden pactar con España más que el respeto a la democracia y no ser demonizados por su noble y envidiable proyecto. Catalunya va a anticipar, con sacrificio, la futura redefinición del Estado.

¿De qué se quejan EH Bildu y Podemos?

El reproche de la izquierda abertzale contra el acuerdo presupuestario no se sale del guion de la simplicidad: su pérdida de peso social y las secuelas del pasado le llevan a un rechazo total, aun cuando reconocen la habilidad del PNV y la importancia del montante alcanzado en la negociación. Añadir a su previsible negación el concepto de inmoral es un terrible sarcasmo. Quien menos pueden enarbolar la ética y la moral en Euskadi son precisamente aquellos que hasta hace poco justificaban el uso de la violencia, la extorsión y la vil amenaza como acción política. Aquellas fueron sus armas, mientras la mayoría de los vascos nos moríamos del horror del terrorismo y pagábamos un alto precio en convivencia, economía y bienestar. Tendrán que ganarse el derecho a apelar a la ética y eso requerirá una revisión crítica de su pretérito. Pueden repudiar el pacto presupuestario, naturalmente; pero no en nombre de una dignidad moral cuya recuperación tienen pendiente y que los demás merecieron en el quehacer democrático y el respeto al pluralismo desde el fin de la dictadura y aún antes.

El rechazo de Podemos al pacto bilateral es más difícil de comprender, salvo que la delegación local de la formación de Pablo Iglesias deje entrever alguna duda sobre el Concierto Económico y demás potestades históricas de Euskadi. En algún momento estas sospechas aflorarán, tal vez en la votación de la ley quinquenal que regula este instrumento y su actualización. La tendencia uniformadora es un mal endémico de la izquierda y de quienes todavía están en fase de definición ideológica, habitando en las estribaciones del populismo y con sus tendencias antisistema a cuestas. Elkarrekin-Podemos tiene un problema ante el espejo vasco: no vale hacer valer el derecho a la libre determinación y al mismo tiempo erosionar los poderes de nuestro autogobierno actual, en los que solo cree lo justo.

Bien está la eficacia del resultadismo político demostrado por el Partido Nacionalista Vasco, porque es de una innegable utilidad para la gente. Bien está que se elogie la estrategia planteada y la virtud de aprovechar una oportunidad histórica. Pero que se proyecte sin complejos, por favor. Pactar con el PP no es peor que hacerlo con cualquier otra formación que gobierne España. El Estado es una perenne incomodidad para los vascos, por su asfixiante unitarismo y falsa superioridad. No hay que lavarse las manos por este acuerdo, ni rubricarlo con la nariz tapada. Quien tenga un contrato alternativo que lo ponga sobre la mesa y nos haga el recuento, euro a euro, hecho a hecho, para ver en qué mejora el ya alcanzado. En política, como en la vida, estar a la altura es la base de todo.

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Bajo el terror de los pirómanos


EL FOCO

Onda Vasca, 11 mayo 2017

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 Bilbao y Bizkaia están siendo atacados por una plaga de la que nadie sabe casi nada. Los pirómanos nos han declarado la guerra. En los últimos meses han ardido en Bilbao y diferentes localidades vizcaínas 271 contenedores de basura, sí, esos recipientes de diferentes colores en los que depositamos a diario los residuos de comida, envases, vidrio y papel. La broma, o lo que sean estos actos de vandalismo, nos han costado a los ciudadanos alrededor de 300.000 euros, a 1.000 o 1.200 euros por depósito. ¿Qué está ocurriendo? ¿Cómo es que no se sabe quiénes son los autores de estos incendios que, además de destruir estos viene públicos chamuscan de paso, vehículos y fachadas de comercios y edificios? Y, sobre todo, ¿por qué? Cuando algo no se sabe, a mí me vuela la imaginación.

La policía ha informado de la detención de dos personas por estos incendios. Se trata de un hombre de 30 años, que ya está en libertad con cargos; y un señor de 65 años, detenido en el centro de Bilbao. La policía autonómica y las policías locales no han ofrecido datos sobre si esta plaga de incendios obedece a un patrón o se trata de autores inconexos, sin motivación específica. Es muy probable que prefieran la discreción informativa para no perjudicar las investigaciones. Aun así, espero que no se trate de un silencio por ausencia de respuestas.

Hay que decir que la piromanía es un trastorno psicológico que produce en el enfermo placer, curiosidad y atracción por el fuego. También le seduce todo lo relacionado con los bomberos. A los niños les encanta jugar con fuego y muchos aspiran a ser bomberos de mayores. Pero eso no quiere decir que tengan el mal de la piromanía. Tampoco hay que confundir al pirómano con el incendiario, que es quien provoca incendios intencionadamente. Dicen los psicólogos que el trastorno de la piromanía es muy raro y que el 90% de las personas diagnosticadas son hombres. Además, la piromanía tiene un cierto parentesco con un mal que a mí me parece repugnante, el maltrato animal.

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Dicen también los psicólogos que la piromanía es contagiosa entre quienes tienen alguna tendencia a ella. Es decir, las noticias de incendios incitan a los pirómanos a la imitación. Esto ocurre con otras muchas problemáticas mentales, particularmente el suicidio. Lo que a su vez nos lleva al tratamiento que en prensa merece este tipo de sucesos. Los medios tienen el derecho y el deber de informar sobre los incendios, porque son noticias relevantes. Pero si su información es insistente, podría provocar involuntariamente la propagación del problema. ¿Qué hacer? Se supone que yo no tendría que comentar nada sobre el asunto y dejarlo estar. Creo que todos somos responsables y sabemos poner medida a las cosas. No hay que exagerar.

¿Quién y por qué están incendiando los contenedores en Bilbao y Bizkaia? Una de las cosas que me llama la atención es que con tanta presencia de cámaras en la vía pública la Ertzaintza y las policías locales no tengan más pistas. Es bastante incomprensible. Puede que los pirómanos estén actuando de manera que no puedan ser identificados por las cámaras de vigilancia. Todo lo cual me lleva a imaginar los motivos de estos incendios urbanos.

Supongamos la hipótesis más sencilla. Hay una serie de personas, sin ninguna conexión, con tendencias maniáticas y compulsivas, que les ha dado por quemar depósitos de basura. Sin más. Empieza uno aquí, le sigue otro allá y otro acullá. Y así se forma, sin más, este fenómeno. Dicen los expertos en estrategia que la solución a un problema siempre es la más sencilla. Y esta es la más probable.

Una segunda hipótesis es que estemos ante las consecuencias de un juego de rol iniciado por algún grupo en las redes sociales. Algo así como el peligroso juego de la ballena azul, que ha causado el suicidio de varios adolescentes, y que consiste en llevar a cabo 50 retos en 50 días, el último de los cuales supondría el suicidio. Un juego macabro. Cabría imaginar que quemar contenedores sería uno de estos retos. Es mucho imaginar, pero en las redes, os aseguro, ocurren cosas terribles.

Una tercera hipótesis es que estemos ante una banda de chantajeadores que presionan a las contratas que llevan el servicio de basuras para que paguen por cesar los incendios. Suena absurdo; pero hay muchas mafias que envenenan y alterran productos por dinero. ¿Puede ser un rebrote de carácter político? Esta cuarta hipótesis no es descartable, porque ya recordamos el gusto de la kale borroka por los contenedores. Existe un grupo escindido de la izquierda abertzale que preconiza la vuelta a la violencia. ¿Y por qué no reivindican los incendios? ¿Es un ensayo?

Soy capaz de imaginar una quinta hipótesis. Que sea un acto de protesta por parte de algún grupo, secta u organización secreta para hacerse patente entre sus integrantes. El fuego es un elemento del mundo oculto, por esencia purificadora. Parece absurdo, incluso mueve a la risa, pero yo me creo todo. Voy un más allá, como sexta hipótesis: los incendios obedecen a un experimento sociológico cuyo fin es elaborar una tesis de respuesta social, mediática y personal sobre una cadena de fuegos en la ciudad. Una broma científica. Cosas más raras se han visto.

O, como última hipótesis, que se trate de gamberrada ideada una noche de juerga por un grupo de personas, una moda que se les ha ido de las manos y que puede que acabe como empezó, siendo nada. En las noches del fin de semana ocurren cosas excesivas. Hay muchos destrozos en las calles. Los incendios pueden ser uno más, que se ha extendido como moda en algunos ambientes. Me creo esta opción.

Una sola persona podría montar un fenómeno así, con atrevimiento y poca moral. Podría querer escribir una novela provocando un hecho encadenado de sucesos y con ellos montar mi historia. Puedo sentir el poder de alterar la realidad y poner en jaque a la ciudad con mis actos, y luego contarlo en un libro. Puedo imaginarme muchas cosas. Pero Bilbao y Bizkaia tienen un problema y nadie sabe qué está ocurriendo. Es hora de saber quiénes son estos pirómanos y por qué nos atacan.

            ¡Hasta el próximo jueves!

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