Candice Renoir es una serie francesa un tanto buenista protagonizada por una comandante de la Gendarmería criminal, separada y madre de cuatro hijos, que se incorpora al cuerpo tras diez años de ausencia y que se enfrenta al rechazo de superiores e inferiores al no poder dar cuenta de las » innovaciones» que se han producido en el trabajo policial.
En uno de los episodios, la comandante , harta ya de tener que hacer continuamente informes en una plataforma virtual, pregunta a su jefa » Pero bueno, ¿ ahora va a ser más importante contar detalladamente cómo detenemos a los criminales que detenerlos?»
Esta anécdota se la contaba ayer a Akeita – nombre de guerra de un colega de los setenta que aludía a su «mal café » antifranquista habitual- mientras nos resguardábamos en los porches de la Plaza Nueva de una lluvia racheada. Y venía a que, según decía, estaba hasta las cartolas del programa de calidad con sucesivos labels que habían implantado en su Facultad para conseguir incorporarse a un régimen de » excelencia «. «Parece», añadía, » que continúa habiendo una desconfianza general sobre el trabajo del profesorado y para evitarlo no se les ha ocurrido hacer mejor cosa que atorrarnos con más y más papeleo…Así cada vez que estoy con un alumno debo abrir el ordenador, entrar en una plataforma y especificar todos los datos personales, cuánto tiempo ha durado la «relación» y que hemos tratado…»
He dejado a Akeita en su peor café y me he retirado dando un largo paseo por la Gran Vía.Ya en casa me he encontrado con este largo aforismo de Jorge Wagensberg: » La obsesión por la excelencia corre el riesgo de conducir hacia el pensamiento único, desde donde el riesgo es resbalar hacia el pensamiento nulo».
Pues eso, que diría un Umbral…