DÍAS DE FRÍO (y lluvia)

Una querida y desaparecida amiga ( ¡Vaya… cuántos se han ido ya!) solía decir: «En los domingos de frío y lluvia solo se pueden hacer dos cosas, y a mí no me gusta jugar a las cartas».

Confieso que, aun atisbándolo, nunca terminé de saber qué podía ser «la otra cosa», y, por supuesto, siempre acabé jugando a las cartas.

Y es que no sé, hay gentes a las que estos días de condición norteña, tan orquestados por el afilado viento del noroeste, les producen una leve angustia vital, réplica vana del existencialismo general básico tipo Søren Kierkegaard, y se suman inconscientemente a un lacrimeo oculto cuando no expresamente jeremíaco, ya que se sienten incapaces de toda acción o pasión.

Pero a mí me ocurre lo contrario, pues, debido acaso a una extraña combinación genética y al ambioma navarro, el frío y la lluvia me mueven más bien a salir, a patear, a luchar sombrero y paraguas en ristre «contra los elementos», como se decía antes, y todo por no poder, en un día tal, estar a bordo del Mayte – no me dejan ni la familia ni el municipio ni el sindicato – amarrado al timón ,bamboleándome a babor y a estribor y aproándome a las olas.

Pero en fin, esta perversión secreta que ya en relatándola fuera delito -¡Ah deliciosa navegación aquella por el encrespado Mar del Norte!- me ha hecho recapacitar y llegar a la conclusión de que la «otra cosa» que se podría hacer durante un domingo de frío y lluvia – ¡Oh inocencia no perdida!- es meterse en la cama con un libro, por ejemplo con En los mares del sur de R. L. Stevenson, e intentar no dormirse para dormirse luego gozosamente , y entrar en ese modo de ser y tiempo que, según Josep Pla, es el más noble al que puede aspirar cualquier ser humano.

¡Ah domingos de frío y lluvia!

LA CALLE( ¡ es nuestra!)

No me ha hecho falta ninguna estadística compleja ni previos cualitativos de profundis, para encontrar algo de bueno en este régimen pandémico en el que sobrevivimos.

Y tal es que, por fin, la calle es nuestra en reto inconsciente y retrospectivo con aquel corajudo ministro franquista llamado Manuel Fraga Iribarne , tan conocido en su momento por su célebre consigna de «¡ La calle es mía !»

Pues, despojados ( y despojadas, of course and next) del acogimiento nutricio de bares y tabernas ,y echados a la calle como hijos no reconocidos del ser- ahí de don Martín Heidegger , henos aquí que hemos terminado por ocupar la calle, todas las calles.

Y lo hemos hecho en un sentido tan estático como dinámico, ya que ha sido en concentraciones inusitadas y multitudinarias y en manifestaciones masivas e imprevisibles , pudiéndose comprobar este fenómeno al contemplar, en un alegre trotecillo, bancos, esquinas y cualquier saliente o protuberancia urbana susceptible de apoyo, rodeada de los peregrinos cafés y acaso bollos que por ahora les son permitidos a los viandantes ;y otro sí en dejandose llevar por las masas deambulantes sobre todo en las grandes avenidas en las que se acodan todo tipo de tiendas abiertas aun con aforo limitado.

Sin duda, ante situaciones como esta a Don Manuel se le hubieran puesto los pelos como escarpias y entre yogur y yogur – se decía que los consumía sin cesar – habría reclamado la presta presencia de la fuerza pública, para la disolución inmediata del populacho- «¡No me formen grupos!»

Pero no. Por ahora, y por una misteriosa carámbola del destino – que , por fin lo sé, ya estaría prevista en el I Ching El libro de las mutaciones ( sobre todo si es en la edición magnífica de Albert Galvany, en Atalanta ) – la calle es nuestra en una manifestación insólita de poderío ciudadano, ese que tanto temen los políticos bachilleres que confunden el resultado de las votaciones con la legitimidad, la legitimidad con la legalidad y la legalidad según les convenga.

Así que, mientras el tiempo y la autoridad no lo impidan…! A la calle que ya es hora, porque la calle es nuestra…!»

ZAPATILLISMO ( unido, ¿jamás será vencido?)

En los ya lejanos tiempos del apogeo profesional, cuando a uno le invitaban a hablar y dar que hablar en universidades extranjeras, el viaje a Estados Unidos de América se hacía muy condicionado por la promesa de que, a la vuelta, se traerían unos cuantos Levi’s 501 y varios números de zapatillas Converse.

Desde entonces todo ha cambiado y mucho – y está cambiando-: «The -Times-They -A- changin'» – pues ahora ya no hay ningún problema para conseguir los mentados blue jeans y de diferentes numeraciones, y aquellas zapatillas históricas se han diluído en un mar de marcas de nombres tan significativos como Nike, ( o sea, Victoria en griego) o, por poner otro ejemplo, ASICS ( es decir «anima sana in corpore sano», en latín).

Y los tiempos han cambiado tanto que si los Levi´s eran muy working class en su origen,y luego hicieron furor entre el pijerío progre, la zapatilla, como arma cargada de futuro, se ha soltado la melena hasta el zapatillismo.

Pues, tal que micro-sociólogo ( burgués) en excedencia, varias aproximaciones empíricas de carácter cuantitativo pseudo-estadístico, no han dejado de confirmarme la prevalencia del uso de la zapatilla deportiva floreada entre todo tipo de gentes, desde los palacios más altos hasta las cabañas más bajas, y desde la juventud multicultural y polícroma hasta la vejez tan ridícula por proactiva.

De manera que, desde aquí, hago un llamamiento a profundizar en este fenómeno tan singular que sobrepasa la moda por su connotación «sportif»,que al mismísimo Roland Barthes ( el de El sistema de la moda ) hubiera dejado en orsay – como se decía antes- y que a la vista de la post-pandemia puede constituirse en trend topic social.

Pero, entre tanto, y aunque como decía el buen y desaparecido amigo Aitor Mazo, «del deporte también se sale»…por si acaso… ¡ ponte las zapatillas ya !

20 – N ( entre la Memoria Colectiva y la Historia)

He dejado pasar el 20 de noviembre (20-N) sin hacer la menor mención,esperando que alguien comentara algo al respecto. No ha sido así.

Sin embargo esta fecha no deja de ser histórica pues en ella y en 1975, el «equipo médico habitual» hizo fallecer al dictador Francisco Franco en una más que probable conmemoración del mismo día en que fue fusilado José Antonio Primo de Rivera en 1936. Pero también, y a posteriori. porque recuerda los asesinatos de los políticos nacionalistas vascos Santiago Brouard, en 1984,y Josu Muguruza en 1989, así, como, por un día, el del dirigente socialista Ernest Lluch, en 2000.

En el caso de los más jóvenes, puede ocurrir que como comentaba recientemente en La Vanguardia Susana Cuadrado ,la orientación pedagógica que hoy informa la educación (¿ratificada por la nueva LOMLOE?) y que se articula más en competencias que en contenidos haya llegado hasta tal punto que los alumnos y alumnas ya no tengan, «ni la más remota idea de quiénes eran Mussolini o Petrarca, …ni Adolfo Suárez, o Franco, o Tarradellas, o cómo es una iglesia gótica ni quién es el jefe de Estado de su propio país«.

Pero, por otro lado a algunos talluditos esto de la rememoración histórica les parece algo confuso y de hecho lo confunden con la memoria: así, salía también reciententemente en Informe Semanal un antiguo amigo y colega de aventuras varias, ex-ETA-VI, ex-trotkista, ex- PSOE-E y ahora,según dicen, en las filas del PP, afirmando que la memoria es «algo individual» y por ello poco trascendente, apartándose de todo registro neuropsicológico y sociológico. En su caso, podría ser,dada su peculiar trayectoria.

Por otro lado, no seré yo quien reclame la llamada «memoria histórica», contradictio in terminis , pues la Historia, como ciencia social, comienza donde cualquier memoria termina aunque se nutra también de ella – como ya indicó Maurice Halbwachs – , pero sí creo que es positivo estimular la transmisión de la «memoria colectiva», que dependerá en su formulación de su perspectiva desde diversos grupos sociales, ideológicos y de género.

Y quizá ,sólo quizás, así, en la mutua interrelación entre la Historia y la Memoria Colectiva, será posible no estar condenados y condenadas a repetir los errores de antaño y a que a nadie se le vuelva a helar el corazón… Como entre tantos y sucesivos 20-N…

CORRESPONDENCIAS ANIMADAS ( de ayer y de hoy)

Dando cuenta de ese otium cum dignitate que se  ha agrandado al sumarse el confinamiento por ahora parcial a mi condición jubilar,( se) me han ocurrido estas líneas:

«Con la perspectiva que da el tiempo histórico, se perciben unas extrañas correspondencias entre determinadas expresiones teóricas (también relativas al arte o a la literatura) y específicas coyunturas socio- políticas.

Así, el auge del marxismo leninismo y de las teorías realistas durante la guerra fría o en el contexto de las dictaduras occidentales como las de Franco o Salazar.

O, después, la difusión de la cultura denominada postmoderna a lo largo de los ochenta , como una reflexión débole que acompañó al pasotismo social y a la destrucción de los partidos obreros y los sindicatos de clase.

Posteriormente, el neohegelianismo victorioso y hollywoodiense de Fukuyama y sus adláteres neoconservadores tras la caída del muro de Berlín y la expansión del único imperio sobreviviente.

Después, el ascenso discursivo de las microidentidades, obviando siempre la condición de clase en un capitalismo cada vez más afianzado y parapetándose en la multiculturalidad y en  la diferencia sistemática.

Recientemente , la eclosión panfletaria de los gran-nacionalismos en su vertiente más populista, reivindicando derechos propios de la época colonial en un ambiente global neo-imperialista con atrezzo de la Guerra de las Galaxias.

Últimamente la subsución disciplinaria social con ocasión de la pandemia del COVID-19, con elogios paralelos,  más  o menos  explícitos ( Byung-Chul Han )   a la jerarquía implícita del «modo de producción asiático» en los que lo distópico se ha convertido en utópico apuntando hacia una nueva hegemonía…

Acerca de este tipo de correspondencias ya habló el hoy tan olvidado Karl Marx intentando demostrar que no eran en absoluto extrañas sino perfectamente coherentes, y en su estela profundizaron, apartándolo del mecanicismo originario, Karl Mannheim o el mismo Rober K. Merton que a su vez le corrigió.  Y también Nietzsche se interesó por ellas de manera indirecta, defendiendo la historicidad de las verdades y de las mentiras según mostraban las  sucesivas investigaciones de su proyecto genealógico.

De todo lo cual habría de deducirse la imposibilidad de un acceso puro al arte, la literatura o la filosofía ( también a la política), ya que todo acceso inocente, no teniendo en cuenta el contexto histórico ,  social  y discursivo ( aquí, de nuevo, Michel Foucault), remitiría a una alegre incomprensión y probablemente también  al engaño entusiástico cuando no demagógico…Correspondencias animadas de ayer y de hoy…»

Y , bueno, las publico aunque ,de tan severas y dominicales, se me haya ido el yo… y quizás hasta el oremus

Angel Mari (UNZUETA)

Menudo y nervudo como eran los pelotaris de antaño- por cierto, creo que todavía jugaba un partido de pala a la semana – lo conocí como Vicario General de la Diócesis de Bilbao, en transición entre los obispos Ricardo Blázquez y Mario Iceta. 

Siendo también profesor del DECA en la Escuela de Magisterio Diocesana -BAM, me lo encontraba con frecuencia entre pasillos o en el nuevo y ancho ascensor que nos llevaba hasta las aulas tras la reciente rehabilitación del edificio.

En las reuniones, a las que acudía en representación del obispo, se mostraba directo y terminante, aunque, eso sí ,daba cuenta brevemente de las discrepancias: sabía perfectamente que dado el carácter jerárquico de la institución aquellas sesiones no tenían al cabo sino un carácter meramente consultivo.

No sé porqué, quizá por una extraña combinación de las afinidades electivas, en varias ocasiones me tocó sentarme junto a él en las comidas de empresa, y pronto me percaté de que, en medio de la alternancia entre el euskera y el castellano, disfrutaba mucho soltando frases en latín que yo entendía perfectamente – ¡Ah viejos tiempos bajo el maestrazgo de Santiago Segura!- y también comentando algunos versículos escogidos de la Biblia que yo había estudiado a mi aire en la Biblioteca Loyola bajo la mirada amable del padre Echarri, y él ,por supuesto, sistemáticamente : si no recuerdo mal su obra preferida era el Libro de Job y la mía era- y lo sigue siendo – El Éxodo, ese manual básico de los milenarismos todos.

Probablemente por aquel sentido de la jerarquía implícito en su cargo, asumió la defensa del proyecto de transformación de la parcela que ocupa la Escuela de Magisterio diocesana en el barrio bilbaino de Abando en una gigantesca mole arquitectónica, supuestamente multifuncional y que en principio iba a ser un centro formativo, cultural y pastoral. Y como a mí aquello me pareció un delirio inmobiliario, algo así como la construcción de un corte inglés episcopal , ambos nos dimos cuenta de que no merecía la pena volver a hablar del tema.

La última vez que le estreché la mano estaba a punto de cesar como Vicario General, abandonando el camino de una merecida mitra ante la nuevas perspectivas que se estaban abriendo en la Diócesis . Hace poco ha fallecido a los 67 años…Y yo me he quedado con las ganas de seguir debatiendo con él El libro de Job, aunque fuera en una esquina del Patio de los Gentiles…Requiescet in pace, Angel Mari…

EL PASEO (como recurso de última instancia)

Nunca he practicado ningún deporte competitivo, probablemente porque no reunía las condiciones físicas para ello y las metafísicas me echaban para atrás. Tan solo cuando en la cincuentena dejé el karatedo – que no creo que se pueda considerar un deporte- probé un a modo de jogging que hube de dejar pronto a raíz de sendas fascistis plantares en ambos dos pies.

Sin embargo, siempre me ha gustado pasear. De las andadas contritas de mi adolescencia en la negra provincia de Miguel Sánchez-Ostiz pasé a las extenuantes y barojianas del Madrid de los ochenta y a las más moderadas de los noventa en la Venecia del Norte. Y siempre, fuera donde fuera, no dí por conocida ciudad alguna – soy paseante más bien urbano- hasta no haberla recorrido barrio tras barrio, día tras día.

Ahora bien, mi paseos han sido y son los de un «parsimonioso flâneur» – que diría Siri Hustvedt  al alimón con Paul Auster – es decir que consisten más bien en vagar por las calles abierto a las vicisitudes y a las impresiones que salen al paso. Algo a lo que los sicilianos llaman «fare il signore» porque supone una desocupación previa o jubilar y que en mi originaria ciudad del humo dormido de Ángel María Pascual se glosa como «ir de propio».

Comento todo esto porque a la vista de las aleatorias restricciones que se van anunciando y denunciando al calor de la pandemia del COVID-19, y visto que ya hasta tomarse un café en un banco de un parque puede resultar problemático ( y probablemente pronto, punible), por ahora , a quien pueda, siempre le queda la posibilidad de cogerse un autobús, viajar hasta el final de la linea mascarilla mediante, y volver tranquilamente paseando mientras se contempla el paisaje y el paisanaje…En fin, como diría Iberdrola con subliminales e inconscientes connotaciones marxistas, el paseo como recurso de última instancia…

MARIO VARGAS LLOSA Y LOS ADJETIVOS

Celebraba hace poco Mario Vargas Llosa sus treinta años como escribidor de la serie de artículos amparados bajo el título Piedra de toqueen el periódico EL PAÍS.

En el texto conmemorativo, tan jubiloso como jubilante, el escritor peruano -nacionalizado español y ya elevado a la élite del papel couché– daba cuenta del proceso de escritura de dicha serie, destacando que siempre ha tenido en cuenta «la frase con que, dicen, Raimundo Lida iniciaba sus clases en Harvard:< Recuerden que los adjetivos se han hecho para no usarlos>».

Y, a decir verdad, este rotundo consejo me ha resultado sorprendente, pues se contrapone directamente al tantas veces repetido del escritor catalán Josep Pla, que decía que escribir consistía mayormente en encontrar los adjetivos precisos.

La distinción puede parecer banal, pero en realidad despliega una gran trascendencia, pues en ella reside la inclinación hacia la descripción o hacia la opinión. Y es que ocurre que , como también afirmaba Pla, opinar es fácil, pero describir es muy difícil- hay quienes piensan, por cierto, que con poner una cámara delante «ya se describe».

Y es que describir implica matizar y mucho, algo que choca contra el interés de la representación fácil, abstracta y por ello muy manejable ( también políticamente) como ya puso de relieve Roland Barthes en su obra Lo Neutro .

Desde luego, cada cual es muy libre de opinar, pero, frente a aquello de que que todas las opiniones son respetables habría que recordar que en realidad lo son las personas , pues las opiniones son justamente de lo menos respetables , al menos en el sentido de que haya que aceptarlas sin más y sobre todo porque procedan de supuestas voces autorizadas- ¡ Ah viejo «argumento de autoridad» tan vinculado siempre al delito de desacato!

Pero las descripciones, y más si son abundantes en adjetivos, ya no son tan fáciles de rebatir porque exigirían una descripción alternativa, análoga y no meramente lógica, lo cual exige mirar mucho y detenidamente, algo que va contra la inmediatez acelerada de los tiempos que corren.

Pero bueno, quizás en esta duración ralentizada que están resultando ser las diversas formas de confinamiento, se dé la ocasión para mirar un poco más y un poco más detenidamente…Y encontrar ese adjetivo adecuado a la hora de querer transmitir algo, en vez de repetir la cantinela de abstraciones adobada de estadísticas hiperbólicas a que estamos tan acostumbrados…

EL ERTE, EL ERE…Y EL CIERRE

A media mañana, bajo la luz amarilla del flexo, mientras corregía una vez más las páginas de un futuro libro sobre el «zoon elektronikón» , esa forma de socialización a través de la redes electrónicas que se va imponiendo paulatinamente, unos gritos acompañados por irritantes toques de sirena, me han sobresaltado.

He abierto la ventana y , bajo una luz blanca, casi cenital, he visto un par de cientos de hombres y mujeres, ordenados en varias filas indias, desfilando tras una pancarta en la que se oponían al cierre de su empresa. La marcha iba muy lenta, y sin solución de continuidad se podían escuchar varias consignas, entre ellas una que me ha llamado particularmente la atención: «¡Menos gestores, más trabajadores!»

He cerrado la ventana y me he quedado pensando. La empresa, supongo, será una de las muchas que habrán pasado del ERTE al ERE, y del ERE al cierre, con el consiguiente deterioro de la red industrial pero también, y acaso eso sea lo más importante, con la consecuencia terrible del paro insospechado hace apenas algunos meses.

Sí, este es un efecto de la pandemia del COVID-19 que al pertenecer al mundo de la más profunda infraestructura social, no ha cobrado el relieve mediático del cierre de la hostelería que, al cabo, afecta a todos y a todas, por no hablar de lo relacionado con la enfermedad, que acapara titulares a cualquier hora del día.

Es posible, además, que la situación sanitaria esté generando en el mundo laboral, un efecto similar al que se está produciendo en la educación , el comercio, o el ocio, cada vez más digitalizados, y que a fuer del teletrabajo, «los gestores» estén aprovechando la coyuntura para llevar a cabo una silente reordenación del sector industrial.

Y, claro, frente a la labor silenciosa de «los gestores», solo quedan los gritos de «los trabajadores», utilizando una de las formas clásicas de protesta como son las manifestaciones, un último recurso para, al menos, dar cuenta de algo que también está ocurriendo por mucho que se obvie en esos tweets audiovisuales en que se han convertido la mayoría de los informativos televisivos.

Pero constatar es solo constatar: en los tiempos de la Transición, cuando por fin se reconoció el habeas corpus y los abogados podían estar presentes en los interrogatorios «oficiales», la policía golpeaba a los detenidos en su presencia y los letrados tan solo podían constatarlo en sus papeles, por si luego el juez en cuestión tenía a bien tenerlo en cuenta…

También en este ramo laboral hay no una sino varias constataciones,así que es de esperar que los jueces tengan a bien evaluar con la claridad y distinción que quería Descartes, la solicitud de cada ERTE, de cada ERE y de cada cierre…

LOS MENCHEVIQUES ( y el baile de la yenka)

«Izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante,detrás…¡Un,dos tres!». Así se cantaba el baile de La yenka durante aquel verano del 65 en dura competencia con La chica ye-yé de Conchita Velasco, mientras más allá de las fronteras del franquismo tecnocrático sonaba, por ejemplo, (I can’t get no) Satisfaction de unos casi inmóviles Rolling Stones.

Yo tenía diez años y habría de esperar todavía tres para enjugar las lágrimas de mi abuela Agapita mientras veíamos a Julio Iglesias cantar en la TV en blanco y negro, aquello de «la vida sigue igual» que encabezaba mi anterior columnilla y que me ha puenteado hasta aquí el comentario de un buen amigo.

Época ye-ye, sí. Pero el esquema mental de aquel baile debió de quedárseme en el cerebro reptiliano, acaso porque en espacial metáfora, tras varias vueltas, uno acababa tres puestos más adelante de donde se encontraba al principio, lo cual que era una promesa, aunque tímida, de liberación.

Quizá por ello, cuando, cuatro años más tarde, fui captado ( avec plaisir) por una sierva de Stalin para militar en la conjura judeo-masónica disfrazada de comunismo -internacional-pagado-con-el-oro-de-Moscú, no me resultaron nada extrañas las tesis del camarada Vladimir Ilich Ulianov (a) Lenin, expuestas en su libro Un paso adelante , dos pasos atrás, en el que criticaba duramente el revisionismo menchevique que, amagando ir hacia adelante, tiraba de la manga chaquetera hacia atrás.

Posteriomente, ya en fase post-maoísta ( ah, mon Dieu! )estas dos referencias espaciales se me fueron cruzando en una balumba infernal, y no hago mas que descubrir mencheviques bailando la yenka, o sea dándole a lo de «izquierda, izquierda, derecha, derecha» sin moverse del sitio por aquello de salir en la foto.

Me decía otro sí el mentado querido amigo y agudo corresponsal que hubiera hecho mejor en escuchar en mi adolescencia rochapeana aquello de «The times are a-changing» del reciente Premio Nobel Bob Dylan, muy popular en aquellos tiempos en los ambientes alternativos. Es posible. Pero entonces, y durante todavía muchos años, no veía yo mucho atisbo de cambios…Así que me quedé con La Yenka.

Y la verdad, que me ha sido de cierta utilidad sobre todo para descubrir neo-mencheviques de esos que practican solapadamente “el cinismo, a veces disfrazado de un pragmatismo disfrazado de eficacia histórica disfrazada de la virtud de la prudencia” ,como decía el también trans-comunista Manuel Vázquez Montalbán…