LA PANDEMIA ( y «la vida sigue igual»)

No deja de ser sorprendente cómo a pesar de los rigores positivos y negativos de la pandemia del COVID-19, la vida sigue igual.

Así, más allá de la mar océana , en el Norte un despeinado y mal esfoliado Trump se niega a reconocer la victoria del maratoniano Biden mientras despliega una cohorte de varias centurias de abogados alrededor de su club de golf. Y en el Sur, el siempre echado p´alante presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, ha dejado claro que su país debe “dejar de ser un país de maricasacojonados por un virus…que ha dejado ya 163.000 muertos. Y en ocurriendo todo lo anterior bajo las miradas horizontales, impasible el ademán, del oso ruso y de la garza china.

Otro sí , y en las Españas, quienes habían pedido una y otra vez que la izquierda abertzale «cambiara las bombas por los votos» y se integrara en los vericuetos democráticos, ahora se revuelven en llantos y crujir de dientes porque a HB se le ha ocurrido decir que a lo mejor puede apoyar los presupuestos pendientes.

Unos presupuestos tan expansivos como keynesianos en los que se atisba la sombra lógica del vice del gobierno español que, por cierto, ha cambiado al efecto sus corbatas desanudadas por otras con doble nudo Windsor sobre las que se va colocando ,camisa mediante, unos trajes que parecen diseñados por algún ( o alguna, of course) quintacolumnista de su propio partido. Esperemos que como parece que le ocurrió al obispo Carranza, de tanto quemar huesos de herejes y leer sus pestilentes obras para católicamente combartirlas, poco a poco no se convierta en heresiarca.

Pero mayormente, como decía, hay que constatar que «la vida sigue igual» como ya proclamaba un joven Julio Iglesias ( menores de cuarente, consulten la wikipedia) , al menos mientras lo permita ese bichito que se puede eliminar con un simple lavado de manos con jabón y que , any way, tanto está dando la tabarra…

SERIES (o,»aquí ha pasado algo»)

Otro de los efectos constatables de la pandemia del COVID-19 ha sido el retiro, total o parcial, hacia el mundo doméstico.

Así La República Independiente de Mi Casa, como publicita una conocida multinacional sueca, se ha constituido en el referente máximo de la convivencia y este espacio reprogramado ha suscitado también una reprogramación del tiempo, una y otra más o menos conflictivas por novedosas: ha sido necesario volver a pactar explícita o implícitamente los lugares de la casa y el ritmo de los quehaceres.

Aun así, y más allá de los ires y venires de quienes no se han podido sumar al trabajo a distancia, la percepción de la duración parece haberse hecho más aguda sobre todo tanto en cuanto ha sido difícil no mirar al reloj.

El resultado de esta última dinámica es que, de pronto, ha habido mucho tiempo cronológico y, salvo excepciones , esas de las que algunos y algunas se habían reclamado con anterioridad – «¡Necesitaría más tiempo para…!»- el abismo vital que se ha abierto en un a modo de un nuevo «miedo a la libertad», se ha intentado conjurar recurriendo al entretenimiento, es decir, según la RAE, en su segunda y tercera acepciones, en un «Hacer menos molesto y más llevadero algo» y » Divertir, recrear el ánimo de alguien».

Y en este punto, la recurrencia a las propuestas audiovisuales, en este mundo del «zoon elektronikón» ha sido clave: ahí está el incremento en la oferta de las plataformas como Movistar, HBO, Netflix o Prime Video que ha sido correspondido con un incremento geométrico de su demanda y utilización.

Y la oferta estrella de todas estas plataformas han sido las series, para las que , incluso en algunos casos casos, se proponen «maratones» de temporadas enteras, lo cual que ha acelerado su producción, distribución y traducción – cuando «ha habido tiempo» – degradando, por lo general, los mismos productos en la alocada carrera por sacar al mercado más y más temporadas.

Poco o nada queda ya de Los Soprano, de Homeland o de Borgen o El Ala Oeste de la Casa Blanca, por poner ejemplos fáciles y disímiles.

Y para muestra , un botón: en la segunda temporada de una serie nórdica que prometía, el primer capítulo recoge una nueva galería de personajes buenos/guapos y malos/feos…Y al poco de comenzar ,ante un cadaver ensangrentadísimo, un detective provecto afirma con contundencia: «Aquí ha pasado algo»…

Es cierto, por otro lado, que la mayoría del personal – yo mismo -sucumbe a estos traqueteos innanes y se deja caer rápidamente en brazos de Morfeo, lo cual que nos coloca en la actitud más noble de los seres humanos según decía Josep Pla.

Pero volviendo al principio, quizá no haya merecido la pena llevar estás alforjas para hacer este viaje y entonces habría que recordar también la precisamente primera acepción de entretenimiento de la RAE:» Distraer a alguien impidiéndole hacer algo»…

Hacer algo del tipo «aquí ha pasado algo»…

LA PANDEMIA ( y el futuro como ocasión )

Como curioso profesional y sociólogo en excedencia siempre me ha interesado todo lo relativo al tiempo social,ese que se comparte con otros y otras, independientemente de con qué objetivo …o sin más, como se dice ahora.

Por ello,se haya generado como se haya generado y se haya expandido como se haya expandido, y más acá de la incidencia sanitaria, parece que la pandemia del COVID-19, está desencadenando una alteración sustancial del ritmo social.

Como ha indicado el sociólogo alemán Hartmut Rosa ,el cambio fundamental ha consistido en una desaceleracion global, con un amplio abanico de consecuencias, desde la dinámica de la vida cotidiana hasta la del trabajo productivo, el ocio o la educación.

Supongo que esta desaceleración deberá tenerse en cuenta a la hora de pronosticar el modelo social que se va a configurar tras esta pandemia de la que probablemente no saldremos hasta el 2022.

Y tener en cuenta el cambio de ritmo social significa- significará- que muchos de los parámetros económico-sociales también deberán ser revisados tras estas décadas de neoliberalismo agitado y agitante, sin que , por ejemplo, el teletrabajo sirva para cambiar el presentismo fisico por el presentismo virtual,y que habrá que replantearse de nuevo cuestiones como la robotización, la renta universal o una reforma fiscal global.

Se tratará así , probablemente, de no oponerse al cambio generado, sino de asumirlo eficazmente, para que la crisis sea una ocasión y no solo una negación.

Habrá, sin duda, quienes, por ceguera histórica o por intereses ya indefendibles, intentarán continuar como si nada hubiera ocurrido, menospreciando alquel, una vez más,sabio consejo de Baltasar Gracián: » Saber tomar las cosas. Nunca al repelo, aunque vengan. Todas tienen haz y envés. La mejor y más favorable, si se toma por el corte, lastima. Al contrario, la más repugnante defiende, si por la empuñadura…»

( PARÉNTESIS USA)

Mi amigo americano, Mike Roloff, escritor y crítico literario ,murió hace poco más de un año , muy a tiempo para no ver el espectáculo bochornoso que durante estos días se está representado en su país multiestatal.

Pensaba Mike que Trump caería por su propio peso en aplicación de un impeachment garantizado por el sistema de contrapesos constitucionales , pero no cayó. También, que unas elecciones se lo llevarían por delante ante el cúmulo de decisiones delirantes y populistas que iba tomando, pero en esas estamos.

Pero lo que Mike nunca hubiera imaginado es a un presidente de Estados Unidos de América dandose por ganador al comienzo del escrutinio después de haber amenazado con llevar los resultados de los comicios a los tribunales si no salía vencedor. Y no lo hubiera pensado por mera verguenza, porque hacerlo hubiera colocado a la nación norteamericana al mismo nivel de las «repúblicas bananeras» que tanto se han criticado y se critican desde el centro del Imperio Americano.

Y sin embargo, así ha sido, así está siendo, y hasta tal punto que la mayoría de las cadenas de televisión autóctonas le han ido cortando la palabra irritante al presidente y hasta la FOX, su cadena, no deja de echarse para atrás junto con cada vez más representantes autorizados del Partido Republicano.

Y no es que su oponente del Partido Demócrata sea la Gran Esperanza alternativa, tan crepuscular y reconstruido como parece estar, pero por lo menos marca un punto de equilibrio y lucidez en medio de tanta agitada agonía.

Hace ya muchos años, vi por recomendación de Mike, una película de Michael Ritchie, titulada El Candidato . En ella, un joven abogado idealista, Robert Redford, se permitía decir lo que pensaba, ya que sabía que no tenía ninguna posibilidad de ser elegido. Y lo que decía sobre USA tiene una singular actualidad pues los problemas que se mencionaban eran: el racismo, la pobreza de grandes sectores de la población, la ausencia de un sistema de salud universal, la especulación inmobiliaria y la contaminación anti-ecológica… El film es de 1972 y recibió el Oscar al mejor guión, cuando en Hollywood se premiaba el cine comprometido socialmente.

Porque los Estados Unidos de América no han sido, y no son, tan solo la tierra del capitalismo y del imperialismo, sino también el lugar de la autocrítica máxima – desde Thorstein Veblen hasta Noam Chomsky pasando por Charles Wright Mills – ,de la gran literatura ( desde Henry James o Edith Wharton hasta Paul Auster o Siri Hustvedt ) y del gran cine y de la mejor música ( la lista sería muy larga)… y de gentes como Mike Roloff que, de verdad , representan «el sueño americano»…

LA PANDEMIA ( y el terrorismo verbal)

«No hay que confiarse: uno puede estar tranquilamente en el sofá de su casa por la tarde y acabar en la UCI por la noche».Con estas palabras, al parecer, se ha manifestado un «gerente» hospitalario en una cadena televisiva, sin mediar intoducción alguna.

Es de suponer que su intención era «buena», es decir, que pretendía alertar sobre no bajar la guardia preventiva frente a la pandemia, y , a más, advertir de que porque no se tengan síntomas- o sea, que sea asintomático- la espada de Damocles del COVID-19 no pende sobre nuestras cabezas.

Pero, como decía el escolasticismo «el fin no justifica los medios» y, en este caso, los medios no se justifican ni por sí mismos pues incurren ni más ni menos que en un acto terrorista. Sí ,terrorista, porque terrorismo es «la dominación por el terror» según la primera acepción de la R.A.E.

Por supuesto, no terrorismo de bombas o pistolas, el más condenable y condenado porque quita la vida, pero sí terrorismo verbal que quita todo vestigio de esperanza, atemorizando incluso a la población asintomática que se convierte en la diana preferente de las mentadas palabras

Y si de algo hay necesidad en estos crudos momentos es de esperanza, de confianza, de solidaridad, como ya he comentado en ocasiones anteriores.Pero parece que no aprendemos, que algunos siguen dando pábulo al amedrentamiento, en este caso rayano en la perversidad y casi en prevarización.

Pues si como decía Baltasar Gracián en su Oráculo manual y Arte de prudencia, ya en el siglo XVII, «las causas superiores no obran sin el premio o el apremio: influya inmediatamente el bien y mediatamente el mal», ¿no sería ya hora de algún premio y no de tanto apremio?

En fin, este tipo de declaraciones es tóxico, y tóxicos son quienes las pronuncian y quienes las permiten…y quienes no las rectifican. Hay que estar muy atentos y atentas ante estas explosiones de terrorismo verbal porque en su inconsciente – esperemos- maquiavelismo no hay una sin dos, ni dos sin tres…

LA PANDEMIA ( y la susceptibilidad)

Fernando Simón

Desde hace unos días he ido oyendo y leyendo diversas noticias sobre unas declaraciones del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES),Fernando Simón , comenzando por la mención indirecta de sus propias disculpas, siguiendo por la condena leve del ministro Marlaska y Margarita Robles, y finalizando por la condena gravísima del Colegio General de Enfermería.

Esta última institución afirma en su comunicado oficial que las declaraciones de Simón «son un atentado contra la dignidad de la mujer y contra la dignidad de una profesión sanitaria imprescindible para nuestro sistema sanitario» y reclaman que el gobierno de España lo cese de inmediato.

Alertado por estas terminantes palabras y tras una prolija búsqueda he encontrado , por fin, las citadas declaraciones, hechas,por lo visto y oído, en una entrevista de tono jocoso on line realizada por los hermanos Pou, «escaladores y alpinistas profesionales mundialmente conocidos» según las redes y totalmente desconocidos para quien suscribe , en la que uno de ellos preguntó a Simón: «Fernando, no nos ha quedado muy claro si te gustaban las enfermedades infecciosas o las enfermeras infecciosas», a lo que el director del CCAES respondió: «No les preguntaba (a las enfermeras) si eran infecciosas o no, eso se veía unos días después».

Puede ser que la respuesta no sea muy adecuada , pero como mínimo es ambigua y hay que tener un espíritu muy retorcido para ver en estas palabras «un atentado contra la dignidad de la mujer y contra la dignidad de una profesión sanitaria imprescindible de la que se burla y menosprecia».

No es la primera vez que le pillan a Simón en un renuncio, y lo cierto es que siempre que se ha equivocado ha pedido disculpas: quizá debería darse cuenta de que, por muy «persona normalita» que sea es una figura pública relevante, por su papel (eficaz o no) en el control del COVID-19, y todo lo que diga y haga se va a mirar con lupa.

Pero por otro lado, la reacción parece excesiva y en mi opinión, al mostrarse sin matices, favorece la aparición de un esperpento que puede cubrir verdaderas y acertadísimas reivindicaciones, más allá de sumarse, acaso inconscientemente, a la ola de puritanismo que nos informa , como casi todas las olas, desde el Eje del Bien norteamericano.

Quizá todo esto no sea sino una muestra de una susceptibilidad aguda, tan propia de tiempos como estos en los que se ven enemigos contaminantes, físicos y metafísicos, en todas las esquinas.

Más no habría que olvidar que siempre habrá quien quiera sacar tajada política de estas dejadas: la portavoz del PP, Cuca Gamarra ya ha tomado la iniciativa, y dicen que se ha sumado a la propuesta del Consejo General de Enfermería para reprobar parlamentariamente a Simón… ¡Acabáramos!

LA PANDEMIA ( y las perversiones del lenguaje)

Decía el escritor y poeta Gottfried Benn que en situaciones excepcionales, como fue el ascenso del nacionalsocialismo en su caso, muchas palabras y expresiones cambian de significado y el lenguaje acaba pervirtiéndose para imponer una visión única de la realidad.

Y, por otro lado, desde la Sociología del Conocimiento, sabemos, por ejemplo de la mano de Emmánuel Lizcano, que en la permanente construcción social de la realidad, la utilización de determinadas expresiones no es un asunto baladí, pues pretende imponer directa o indirectamente una verdad en ocasiones un tanto opaca.

También en nuestros días están ocurriendo fenómenos similares, sobre todo en relación a la pandemia del virus COVID-19.Y para muestra pueden valer dos ejemplos.

El primero, es la utilización del adjetivo «perimetral» vinculado frecuentemente a «cierre». Así, si el sustantivo no plantea mayores problemas de interpretación , el adjetivo se nutre más allá de su denotación geométrica, de una connotación policial muy frecuente en las series habituales: «¡ Asegurar el perímetro!»…»¡ Perímetro asegurado!».

El segundo ejemplo es la utilización del también adjetivo «quirúrgico» asimismo vinculado en muchas ocasiones a «cierre» y que en este caso más allá de indicar la ejecución de «diversos actos curativos, como extirpar, amputar, implantar, corregir, coser , etc.» (RAE) sobre un cuerpo animal vivo, connota directamente el «cuerpo social».

Estos dos ejemplos, en su frecuente y alterna utilización que une el espíritu policial y el terapéutico como como si formaran parte de un mismo significado , abonan una drástica representación de la realidad que resulta quizá más amedrentadora que proactiva, y acaso por ello, poco eficaz.

De manera que si lo que busca es la eficacia en la lucha contra el COVID-19, una de las prioridades sería asesorarse convenientemente del efecto de las palabras y expresiones que se están utilizando y, apartándose de los nuevos lugares comunes abocados acaso inconscientemente y repetidos en una cantinela sin fin, dar paso a aquellas que susciten confianza y solidaridad, y no amedrentamiento.

Pues si no, se estará abonando ciertamente el campo de un autoritarismo recurrente, siendo la pandemia tan solo la ocasión para su desarrollo e implantación…


LA PANDEMIA ( y el liderazgo negativo)

Antes de nada, y como contestaba recientemente a un comentario «deseo dejar muy claro: 1º.- que acepto las medidas preventivas establecidas en relación a la pandemia del COVID-19 por las autoridades democráticamente elegidas; 2º.- que, no obstante lo anterior, me reservo y pongo en práctica el derecho a hacerme eco de lo que veo y escucho en la calle y en los medios de comunicación, intentando generar la consiguiente reflexión, mayormente desde mi punto de vista sociológico; 3º.- que si esa reflexión conlleva una componente crítica – y frecuentemente suavizada con un toque de ironía – mi pretensión es despejar dudas de una manera metodológica y argumentativa;4.- y, por fin, que asumo las consecuencias de esta práctica proactiva , pero también de mis silencios – que los hay y muchos- , pues como decía Séneca :Magna res est vocis et silentii tempora nosse«.

Y dicho y escrito que queda para siempre y para que no surgan nuevas dudas, quiero ahora, basándome en las premisas anteriores, hablar de una cuestión, en mi opinión clave, relativa a la lucha contra la pandemia del COVID-19.

Y la tal es la ausencia de un liderazgo positivo. Esta ausencia lo es en principio de un liderazgo como tal, subrrogado como está en cadena desde el Gobierno español hasta cada ciudadano y ciudadana, pasando por los gobiernos autonómicos.

Y también lo es por cuanto cuando se asume explícitamente desde alguna autoridad competente asoma por lo general un perfil distante, frío y ejecutivo, confundiendo una vez más la política con la gestión, una de las más graves confusiones que ha generado la orientación tecnocrática.

Todo lo cual genera un «liderazgo negativo», articulado, de manera probablemente inconsciente pero también consecuente, en la reprensión del ciudadano normal al que se le reprocha una y otra vez su falta de responsabilidad y en la represión directa de quienes se manifiestan con razón o sin razón pero con sus razones y que son criminalizados ( en ocasiones hasta infantilmente) para escarmiento avant-la-lettre de los primeros.

Frente a este modo de liderar subrrogado y negativo, sería necesario un liderazgo propio y positivo, que planteara verdadera y claramente las dimensiones de la situación y que exhortara a lo que se considerara necesario con proximidad , calidez y un amplio deseo de consenso.

Y ya que no se habla sino en términos de guerra o de medicina de guerra , solo así la victoria sanitaria será una victoria social, algo sin duda muy necesario en el ambiente distópico y arbitrario que nos rodea…

LA PROHIBICIÓN DE LA VENTA DE ALCOHOL (y el clérigo del Valle del Mississippi)

Uno de los recuerdos más curiosos que tengo de mi primera estancia en Chicago es la peregrinación ordenadísima de gentes de toda condición de las ciudades próximas de la republicana Indiana a las del démocrata Illinois, durante las tardes de los domingos, para beber en este último Estado lo que no se podía beber en el primero.

La estructura federal de USA permitía y permite estas variantes y otras más conocidas – como la pertinencia de la pena de muerte o sus variantes técnicas – pero las que tienen que ver con las restriciones en la venta e ingesta de alcohol son un clásico de la historia norteamericana más allá de los episodios de la ley seca y de sus corchetes de casinos clandestinos y mafiosos despiadados.

Sin duda , esta obsesión por el control de la bebida obedece al puritanismo de los Padres Fundadores que huyeron de una Europa demasiado húmeda en pos de una tierra tan desértica como prometida y que se actualiza una y otra vez en la mirada vigilante del «clérigo del valle del Mississippi» que mentaba la gran escritora Edith Wharton.

Por todo lo anterior, he de confesar que me ha sorprendido y mucho esa coletilla que se ha añadido al conjunto de restricciones decretadas para combatir la pandemia del COVID-19 y que estipula que no se pueden expender bebidas alcohólicas a partir de las ocho de la tarde.

Y me ha sorprendido no tanto porque, como ha comentado un atildado señor en una cadena de televisión, puede ser «una chorrada, ya que hasta esa hora se puede comprar lo que se quiera», cuanto porque se ha añadio de tapadillo y sin mayores explicaciones , aunque es vox populi que pretende ser una vacuna anti-botellón y, por subliminal extensión, anti-juventud ( ya no tan divino tesoro.

Comentaba en una columna anterior que algo está fallando en la comunicación vinculada a la pandemia, con un exceso de cifras no representativas, dando por vigente lo que todavía no lo está o acumulando tantas excepciones a lo decretado que en ocasiones parece necesitarse un cónclave de sabios egipcios para desentrañar lo que se puede o no hacer.

Pero esto de la limitación de la venta de alcohol hay que explicarlo y bien, dada la vocación espirituosa de la población en general…¿O es que ha advenido algún «clérigo del valle del Mississippi» hasta nosotros ( y nosotras, of course) y nadie sabe cómo ha sido?

EL COVID-19 ( y el neoliberalismo autoritario y digital, según Paul B. Preciado)

«La Covid-19 es el nuevo sida de los heterosexuales, los blancos y de los normales. La máscara preventiva es el preservativo de las masas. La Covid-19 es para el neoliberalismo autoritario y digital de la era Facebook-Trump lo que el sida fue para el neoliberalismo pre-cibernético de la era British Petrol – Thatcher.»

Un buen amigo bueno me ha pasado esta cita de Paul B. Preciado, ensayista tan agudo como galardonado.

El párrafo mentado responde sintéticamente a la clásica pregunta «cui prodest?», o sea, a quién beneficia la pandemia del COVID-19.

Y la respuesta puede adoptar también una extensión analítica muy amplia: beneficia, en primer lugar a los grandes laboratorios farmacéuticos y a las empresas suministradoras de material sanitario que garantizan la protección y la futura vacuna; en segundo lugar, a la industria electrónica y sus plataformas que, articulando la distancia física, ordena y organiza el teletrabajo, el telecomercio, la tele-educación y hasta el tele-ocio y la telecomida…Y finalmente a la clase política que quiere afianzarse ante sí misma o ante otra de su especie compitiendo en empoderamiento sobre sus correspondientes ciudadanos.

De todo lo anterior hay buena empiria cotidiana sin que, por otro lado, haya mucho más. Entre tanto la pandemia continúa su extensión cuantitativa – X positivos por cien mil habitantes, Y de tasa de reproductividad, Z de ocupación hospitalaria y Z´ de UCI – sin que en ningún momento haya posibilidad alguna de establecer un juicio cualitativo sobre la verdadera letalidad del COVID-19, y consecuentemente de su condición condicionante de la vida cotidiana habitual hasta hace unos meses.

En este sentido, la insistencia en los números, más allá de obedecer a una lógica tecnocrática por técnica, no parece calar entre algunos sectores de la población – y no sólo de la juventud, siempre tradicionalmente criminalizable – por lo que la asunción de «la responsabilidad individual» se muestra relativa cuando no reactiva por lo que tampoco se cumple el objetivo fundamental de la información que no es sino la contención de los contagios.

Y si esto es así, si está fallando la táctica comunicativa, puede ser que sea por incapacidad o falta de habilidad de quienes configuran y transmiten la información, pero también porque el fallo pueda formar parte positiva de una estrategia general de amedrentamiento de la población, como fue el caso del SIDA.

Con lo que, sin dejar en entredicho las medidas propuestas por las autoridades de la salud pública ni recurrir de nuevo a extremismos radicales y conspiranoicos, a lo peor Paul B. Preciado tiene más razón de lo que a primera vista pudiera parecer…