TERRAZAS ( Hipertrofia de )

En mis paseos cotidianos vengo comprobando que cada vez hay más terrazas de bares, cafeterías e incluso restaurantes y que, por lo general, ocupan lugares antes destinados al aparcamiento de vehículos.

Esta apertura al espacio público de los espacios comerciales privados sería comprensible en alguna fase anterior de la desescalada, pero las obras realmente existentes indican que esta expansión va a continuar e incluso a incrementarse.

Y si bien es comprensible que, una vez que el mando en plaza ha pasado en estos lares de la Consejería de Salud a la de Desarrollo Económico e Infraestructuras , haya que tomar iniciativas en consecuencia o, cuanto menos, ser más flexible en las autorizaciones solicitadas, la dinámica desatada puede desembocar si no se controla en una hipertrofia crónica.

Una hipertrofia de espacios de encuentro que , dadas las muestras de la limitada responsabilidad individual que nos informa a pesar de los constantes llamamientos institucionales ad hoc, puede facilitar un rebrote de la pandemia, escapándose por la ventana el beneficio obtenido por la puerta.

Sin duda esta prisa un tanto delirante en implementar la reactivación económica frente a la contención del COVID-19 , tiene un fondo político y un trasfondo electoral, ambos legítimos, pero acaso forzadamente tácticos y, desde luego con una escasa perspectiva estratégica desde el punto de vista urbanístico.

En otros tiempos se decía que «para muestra vale un botón», y la hipertrofia de terrazas ciudadanas , por más que se nutra de la necesidad de recuperar el tiempo y el dinero perdido -time is money !- puede ser un botón muy mal cosido que se puede caer en cualquier momento…

ELLACURÍA ( y los demás)

Ahora que se está celebrando el juicio contra Inocente Orlando Montano, excoronel del Ejército Salvadoreño y exviceministro de Defensa, como responsable de la muerte de Ignacio Ellacuría , otros cuatro jesuitas, un salvadoreño y dos mujeres, hace ya treinta años, me he acordado de él.

Era una mañana de junio y el sol brillaba impertinente de vez en cuando entre el smog grisáceo que cubría la ciudad.Mientras preparaba el examen que íbamos a tener con Santiago Segura, el profesor de latín que me hizo amar vivamente esta lengua muerta, llamaron a la puerta de mi habitación del Colegio Mayor Deusto

Alto y fibroso, entró con una sotana impecable, apagó su cigarrillo en mi cenicero, a rebosar de colillas de Celtas cortos ,y dejó un grueso libro sobre la mesa. «Sé que eres un buen lector, así que te traigo lectura para el verano. Ya lo comentaremos en setiembre». El libro se titulaba El pensamiento de Carlos Marx, y su autor era Jean-Yves Calvez, un jesuita francés.

Durante aquel verano fuí leyendo poco a poco el libro de Calvez , subrayándolo con uno de aquellos lápices rojos y azules que se solían usar, y fui notando que algo importante iba cambiando en mi manera de ver el mundo.

Llegó setiembre. Yo continué mis estudios en otra universidad y ,segun me dijeron, él marchó a Colombia a petición propia

Ha pasado mucho tiempo . La lectura de aquel libro abrió paso a otros muchos que , renovando mi judeocristianismo basal, me han servido para ubicarme en este mundo en ocasiones tan inmundo. Él se integró en una guerrilla y ,según luego me enteré, al cabo de unos años, lo detuvieron y fusilaron “los milicos”.

Ahora ya solo puedo recordarlo recordando aquellos versos de T. S. Eliot: «Time present and time past/ are both perhaps present in time future,/ and time future in time past…»

CONTUMACIA ( Urbanística)

«Sé que el fin del azufaifo, el cedro y la palmera no es el fin del mundo, pero con pequeños malestares graves se va forjando un gran malestar grave y gestando ese rumor que muchos ya hemos escuchado y que habla de que, con la ciudad vendida a la especulación inmobiliaria y a un turismo indiscriminado… estamos ante el fin de Barcelona».

Este párrafo del Dietario voluble del escritor Enrique Vila-Matas, aludiendo – hace una docena de años – a la tala de arbolado generada por el desarrollo urbano de la capital catalana, me ha recordado la contumacia de no repensar los Planes Generales de Ordenación Urbana tras la experiencia de la pandemia del COVID-19 , tal y como recomiendan los expertos, una epidemia que se ha cebado particularmente en las grandes ciudades, víctimas del dinero facil procedente de la elevación astronómica del metro cuadrado.

Un caso claro de esta ceguera, probablemente motivada por intereses económicos entreverados, y ante la que se han elevado ya voces de alarma, es la actitud mantenida ante el PGOU de Bilbao que , como se ha comentado recientemente, es un Plan no nacido y ya muerto.

Y para pequeña muestra de las mentadas inadecuaciones, se puede citar el «mantenella y no enmendalla» en la intención del Obispado de Bilbao de colmatar la manzana donde hoy se asienta la Escuela de Magisterio diocesana – BAM, cerrando uno de los ya escasos lugares abiertos del barrio de Abando.

Al menos esto es lo que se desprende de las declaraciones de las autoridades eclesiásticas y docentes implicadas, e incluso de reflexiones más detenidas como la derivada de la «Laudato si» segunda encíclica del papa Francisco en la que se realiza una firme aportación a la causa ecológica y que no avalaría precisamente proyectos como el mencionado.

Pero, en fin , todo indica que en el seno de la Iglesia Católica Española hay muchas resistencias a tomar algunas decisiones urgentes y trascedentales , y entre ellas algunas relativas a su patrimonio inmobiliario, por más que Doctores propios así lo sugieran.

Por supuesto, siempre habrá quien no quiera relacionar nada con nada, es decir , simplemente no pensar, a pesar de que , como ya adelantó mi jesuita de mesilla, Baltasar Gracián, «por no pensar se pierden todos los necios».

Y también habrá quien estime que la «nueva normalidad » debe ser la «antigua normalidad», y tanto más si se procede de una tradición conservadora y chirene: entretanto, carlistas disfrazados de carlistas y liberales, seguirán haciendo de su capa un sayo, y de la ciudad, un mero negocio…Como en Barcelona…

ENSAYO GENERAL PARA UN BALLET DIGITAL

Una de las connotaciones más evidentes de la influencia de la pandemia en la vida cotidiana ha sido la inmersión de gran parte de la población en el mundo digital.

Así,en efecto, y a lo largo del confinamiento, sobre todo en su fase más dura, se han utilizado en abundancia todos los medios telemáticos al alcance y no solo ya aquellos que pretendían poder mantener un mínimo de comunicación familiar o amical como WhatsApp ,Twitter ,Facebook , Instagram o Zoom sino también todos los recursos puestos a disposición para el teletrabajo , el telecomercio y la teledocencia.

La prueba contable de esta inmersión general ha sido el avance espectacular de las empresas tecnológicas a pesar de las caídas vertiginosas de las bolsas internacionales ,así como las llamadas de los expertos a invertir en ellas.

Pero no es menos relevante la disputa que ya se ha levantado en Europa acerca de las posibilidades de un desarrollo digital propio frente a los gigantes chinos y estadounidenses.

Por otro lado, ya han circulado voces de sociologos, sicólogos y otros profesionales augurando que de facto hemos entrado en una nueva etapa de la humanidad.

De manera que parece que esta pandemia del COVID-19 – que algún día nos explicarán los historiadores si ha sido o no deliberadamente provocada- se ha convertido en la ocasión a modo de tormenta perfecta para dar una vuelta de tuerca al modo de vivir de al menos una gran parte de la población mundial y entrar de lleno en la revolución digital.

Todo lo anterior apunta a que el zoon elektronikón (1) ha venido y, como la primavera, nadie sabe cómo ha sido…Pero para quedarse definitivamente tras este ensayo general para un ballet digital…

( 1) Huici Urmeneta, V., & Davila Legerén, A. (2016). Del Zoon Politikón al Zoon Elektronikón. Una reflexión sobre las condiciones de la socialidad a partir de Aristóteles. Política Y Sociedad53(3), 757-772. https://doi.org/10.5209/re

LA CABAÑA (El síndrome de)

La cabaña de Thoreau

Cada vez hay más gente que deja caer sotto voce que no se lo ha pasado tan mal durante la fase más dura del confinamiento, aquella en la que, salvo tener un perro, apenas si se podía salir de casa.

Por supuesto , hay excepciones, notablemente quienes han tenido que tirar de teletrabajo en cualquiera de sus ámbitos ( laboral o educativo, mayormente) y, of course, los miembros (y miembras) del mundo sanitario.

Se relatan al respecto jornadas gozosas, sin horarios, tomando el sol a traves de las ventanas abiertas, leyendo plácidamente en el sofá, viendo toda una serie de series , así como películas tan grabadas como almacenadas, disfrutando de los dímes y diretes familiares y conectando ( y desconectando: esto es muy importante) con «el exterior» próximo por medio de las diferentes aplicaciones electrónicas que, sumándose a las ya integradas en la vida cotidiana , han hecho su agosto.

Y claro, como el gozo, que al decir de Roland Barthes es un placer proactivo en su singular pasividad, no es por lo general de recibo en una cultura del trabajo , sino más bien síntoma de anormalidad o patología, en seguida ha habido hábiles dictaminadores que han recuperado para esta manifestación particular el viejo diagnóstico del «sindrome de la cabaña», antes vinculado a cárceles y hospitales.

Y así, como lo cortés no quita lo valiente, se ha ido extendiendo la idea de que el deseo de no abandonar este confinamiento gozoso , en realidad es un miedo inconsciente a salir de casa, ya en el borde del precipicio de la agorafobia…O, ¿ acaso no es lo normal, desear salir, sobre todo para consumir cuanto antes más y mejor- y de paso reactivar la econosuya?

No sé, pero desde lejos percibo la ceja izquierda levantada de alguno de aquellos buscadores  de oro norteamericanos que solían pasar meses enteros en sus cabañas tan campantes, sin saber que eran la figura viviente del «retirado» de Thoreau, o del «anarca» que luego popularizaría Ernst Jünger…Tan ajenos todos ellos al «síndrome de la cabaña»…

GRUPO (¡ de riesgo!)

El grupo era una gran grupo compuesto por treintañeros y cuarentañeros sentados en torno a cuatro mesas juntas. Debían de llevar ya un buen rato, pues entre platos con restos de patatas fritas, aceitunas y ganchitos, había muchas copas a medio llenar y otras casi llenas de lo que parecían ser gin-tonics y cuba-libres.

Nadie llevaba mascarilla y mientras unos discutían enfáticamente y otros atendían, uno con lágrimas, las palabras que les susurraban al oído, una joven de unos ochenta quilos- que diría Josep Pla – iba de aquí para allá dejándose caer sobre unos y otros, abrazándolos y besuqueándolos- a algunos con besos de tornillo y no se sabe si de lengua- en medio de un alborozo general y chillón.

De pronto la infrascrita, ya muy achispada, en un alarde chistoso, se ha dirigido a la mesita donde estaban dispuestos algunos guantes, varios trapos y un gran frasco con desinfectante hidroalcohólico, ha cogido con la dos manos el dispensador y ha hecho el amago de dirigirlo a su boca. Ante las protestas de un par de amigas, se ha acercado a ellas frasco en ristre y ha comenzado a rociarlas entre risas, hasta que un hombretón ha soltado desde una de las mesas un improperio confuso pero de tono terminante y el frasco ha vuelto a su sitio.

La gorda ha vuelto a su periplo de besos y abrazos y una vez que el grupo se ha apuntado a una nueva ronda, ha desaparecido hacia el servicio más pálida que la virgen de la O.

Y de todo esto he podido dar fe, bien parapetado tras un oportuno y aislante metracrilato transparente,hasta que aprovechando la asunción de la susodicha, hemos abandonado nuestra mesa, tan duramente conseguida, entre comentarios sotto voce de otros compañeros de terraza : » Si luego acaban en la UCI…¡ yo les pasaría la factura!» , «¡Estos piensan que ya están vacunaos!», » ¡Este sí que es un grupo de riesgo!» (y también – y supongo que por extensión: » ¡Acabarán cerrando las playas!»)

Pues eso, que diría un Umbral.

NATURALEZA (s)

Cuando publiqué la última recopilación de haikus (1) , un colega, a la sazón profesor de Historia del Arte y escultor, originario de un pueblo costero, me comentó: «El libro me ha gustado, pero tienes una idea muy romántica del mar».

Sus palabras, ya en aquel momento me hicieron reflexionar, pues , en efecto aunque he navegado mucho y por mares muy diferentes, siempre lo he hecho «de recreo», sin que me fuera en ello ni el fuero ni el huevo.

He recordado esta anécdota ahora que los días de confinamiento van terminando y están pareciendo desembocar , con cierta fuerza torrencial, en la invasión de playas y arenales, así como en la reserva a gran escala de casas rurales y agroturismos: todo muy en el tono de recuperar el vínculo con la Naturaleza, sea directamente, haciendo senderismo o montañismo, o, vehículo mediante, montando bicicleta o tabla de surf.

Supongo que habrá algo de compulsivo alternativo en este movimiento, pero sin duda hay mucho de «idola fori», pues , ciertamente la contemplación de la Naturaleza como algo admirable y deseable es fruto del Romanticismo. De hecho, hasta entonces, la Naturaleza había sido más bien algo hosco, oscuro y lleno de peligros: ya decía Kant que «el buen campesino saboyano, trataba de locos a todos los amantes de las montañas de hielo» y Oscar Wilde comentaba jocosamente que «donde el hombre cultivado capta un efecto, el hombre inculto atrapa un constipado» (2).

Ahora estoy leyendo un delicioso libro titulado La montaña y el arte ( Ed. Fórcola, Madrid, 2017) de Eduardo Martínez de Pisón, Catedrático Emérito de la Universidad Autónoma de Madrid, geógrafo, escritor y alpinista, y más allá de ratificar , con matices, las tesis anteriores, vuelvo a comprobar que el goce de la Naturaleza, en cualquiera de sus manifestaciones se produce siempre que no implique trabajo, aunque pueda implicar esfuerzo.

Y en este punto, de pronto , he debido reconocer que mi espíritu urbanita, muy condicionado por ciertas limitaciones físicas, tiene también un anclaje metafísico y acaso claramente moral, pues la huerta familiar que patee hasta los dieciséis años , más allá de leves éxtasis estéticos que siempre recordaré – ¡ Ah aquellas mariposas blancas revoloteando sobre un enorme sauce llorón! – fue también la ocasión, una gran ocasión, para darme cuenta del durísimo trabajo de la tierra en gélidos inviernos y veranos ardientes…

(1) Breve ensayo de cartografía, Ed. Luces de Gálibo, Girona, 2015.

(2) Las citas está extraidas del Breve tratado del paisaje , de Alain Roger ( Biblioteca Nueva , Madrid, 2013),ya citado anteriormente.

LA «NUEVA» NORMALIDAD ( o «¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? «)

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? , es una película de Manuel Gómez Pereira, estrenada en 1993, en la que una mujer – impagable Verónica Forqué – que trabaja en un espectáculo porno, necesita un compañero de trabajo – el siempre fiel a sí mismo Jorge Sanz – para realizar sus shows en directo…hasta que el sexo se confunde con ¡el amor!

He recordado este film , ya perdido en las filmotecas, al ir comprobando día a día, cómo a la expresión «Nueva Normalidad», se le iba borrando el adjetivo, quedando en «Normalidad» y , también , cómo le iban creciendo unos brotes verdes con las letras V-I-E-J-A…

Así, todo parece indicar que, habiendo pasado el mando en plaza de las autoridades sanitarias a las económicas, se irá difundiendo una, eso sí, «nueva narrativa», bien estructurada y desarrollada ,acaso con ayuda de unos cuantos guionistas de Hollywood, como en el caso de la Guerra de Irak que mostraron unas «armas de destrucción masiva», que luego se demostraron más bien de «desaparición masiva».

Probablemente la base de esta nueva narrativa tendrá un marco global de tipo Fu-Manchú que se resumirá en la tesis de que China creó el COVID-19 en un laboratorio, que lo difundió mundialmente con ocasión de unos Juegos Deportivos Militares, que después nos vendió mascarillas y respiradores previamente fabricados por millones, y que, por fin nos proporcionó la vacuna salvífica a un precio de órdago.

Y sobre este marco global que circunvalará la lucha por la hegemonía en el siglo XXI, es previsible que se vayan desinflando las críticas aledañas, surgidas en el entorno de la pandemia: se enunciará , por ejemplo, que el calentamiento global no era para tanto, que el turismo debe continuar siendo la clave del PIB mundial, que es necesario consumir no sólo lo imprescindible sino «lo necesario», que el urbanismo «emprendedor» ha sido siempre fuente de riqueza, que los sistemas sanitarios no pueden ya dar de sí por la arbitrariedad de los usuarios, que la tercera edad supone más que todo un problema, y , en fin, que todos ( y todas, of course) debemos aportar nuestro granito de arena, no exigiendo demasiado – ¡Ah benditos Pactos de la Moncloa! – y aceptando ese desdoblamiento del panóptico de Bentham que ha supuesto el despliegue voluntario del control social electrónico.

Ante esta vuelta la normalidad «de siempre» tan anhelada por los mercados, es asimismo posible que haya una resistencia cabal y ciudadana que pretenda extraer algunas conclusiones operativas para el futuro, pero, en todo caso, sería muy positivo que se comenzara a dilucidar con claridad la denominación de las cosas, como quería Confucio, y que, una vez más no se impusiera aquello del ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

[ Acta est fabula ]

BIBLIOTECA(S)

He de confesar que espero con una leve ansiedad el levantamiento de la veda que permita acudir a las bibliotecas.

Pues a pesar de que dispongo de un buen repertorio doméstico- y del que me quedaría al cabo tan sólo con una docena de libros- ,las bibliotecas continúan siendo para mí una fuente permanente de estímulo.

Y lo son sobre todo por ese fondo bibliográfico que se ha ido acumulando con los años en estanterías y sótanos, siempre que ha habido un dirección perspicaz más atenta a la calidad que a la cantidad y a la selección que a la efímera novedad.

En mi caso, por proximidad geográfica y fidelidad académica, la biblioteca con mayúsculas es el CRAI de la Universidad de Deusto, tan bien ordenado y tan eficientemente administrado, donde siempre he podido consultar libros y revistas inaccesibles por otros medios.

En este sentido, he de decir que todavía conservo con orgullo el carnet de la antigua Biblioteca Loyola , en la que recuerdo una larga y anotada lectura de Platón y de Aristóteles alternando la edición de la editorial Gredos con la  de Belles Lettres , así como otra, más rápida y febril, del Antiguo Testamento – y particularmente de Éxodo que tantas pistas me proporcionó para comprender las explicaciones de algunos fenómenos actuales.

Pero más que nada recuerdo la mirada atenta del padre Echarri que no ignorando el incipiente agnosticismo que se ocultaba bajo mi espesa y rizada melena, siempre se interesaba por mis apuntes.

Y sin despreciar las fuentes electrónicas, ni la wikipedia, ni internet, ni el e-mail, ni siquiera las «redes sociales», evocando esa mirada me he dado cuenta de que vengo de otros tiempos, muy diferentes. Y me ha gustado.

UNA NUEVA CIUDAD (para una Nueva Normalidad)

ABANDO HABITABLE

Como ha comentado con su excelencia habitual el profesor de Historia del Arte Javier González de Durana, el camino hacia esa denominada Nueva Normalidad, tras la pandemia del COVID-19, debería implicar también la revisión de los proyectos urbanísticos en curso, toda vez que los diseños de las ciudades han influido y mucho en el desarrollo de la enfermedad.

Así, cualquier previsión de colmatar los espacios libres disponibles, y sobre todo aquellos que puedan suponer una apertura al cielo, al viento, al sol y en general a la naturaleza, deberían ponerse en suspenso, para poder analizar mejor su verdadero impacto en el futuro tanto urbano como sanitario.

En este sentido, y en el caso de Bilbao, cuyo PGOU se evidencia como «no nacido y ya muerto» tal y como señala el propio González de Durana, la pretensión de continuar con el proyecto de Obispado de Bilbao para convertir la parcela de la Escuela de Magisterio diocesana- BAM , sita en el barrio bilbaino de Abando, en un gigantesco edificio de ocho plantas y cuatro sótanos, debería caer por su peso, pues supondría avanzar precisamente en la dirección contraria a la sugerida por los expertos.

Además su definitiva remisión podría suponer poner punto final a un un impropio negocio de especulación inmobiliaria que ha sido largamente criticado por el AMPA del Colegio Cervantes , sito en las inmediaciones, por diversas asociaciones de vecinos y movimientos ciudadanos, y también desde dentro de la propia Iglesia Católica.

Al respecto, los interesados deberían recordar aquel aforismo del jesuita Baltasar Gracián, que dice en su Oráculo manual y Arte de prudencia: «Trae un empeño otro mayor, y está mui al canto del despeño»…