Daniel ¡Te queremos!

¡Cada vez que una buena persona por su cuenta y riesgo transfiere de la potencia al acto una fantasía obsesivamente acariciada por la conciencia colectiva contra los símbolos del Poder opresor, antes que la ciudadanía en masa reaccione abiertamente mostrando su general simpatía hacia la causa y aún las consecuencias de su sorpresiva acción en calles, plazas y cafeterías brindando con champán repartiendo dulces entre los allegados, los Gobiernos criminales y las Instituciones corruptas, inmediatamente ponen en marcha los protocolos de desprestigio del personaje a través de los órganos de propaganda del régimen, consistentes en este caso, en transmitir la consigna de que, “la acción ha sido cometida por un individuo con problemas mentales”. Y ya huele a chamusquina que el problema mental de estos sujetos siempre salga a relucir con ocasión de la lógica reacción natural del animal humano ante quienes le procuran un gratuito daño continuo en sus sufridas vidas y nunca se plantee la posibilidad de que el problema mental, sea acaso, no reaccionar ante dicha realidad padeciendo sus males sin presentar la más mínima resistencia.

Bien sabe el Dios Santo y Misericordioso que cuando anónimos ciudadanos, habiéndose mostrado hasta la fecha de autos, vecinos pacíficos, probados trabajadores, responsables cabezas de familia, constantes pagadores de impuestos consumidores fijos e incluso ingenuos votantes, de la noche a la mañana sin que nadie pueda predecirlo, entran en una sucursal bancaria cuchillo en mano para degollar al director que le convenció con artimañas para invertir todos sus ahorros en preferentes; allanan a punta de pistola el domicilio particular de un corrupto para secuestrar a su mujer e hijo con intención de que confiese dónde está el dinero; o como en el reciente caso protagonizado por una persona encantadora como Daniel Pérez, empotran contra la sede de un Partido Político su vehículo cargado de explosivos jugándose la vida…ciertamente tienen problemas mentales, mas no por haber atacado a sus enemigos, cosa que me parece de lo más cabal, sino por haber padecido de ellos su perpetuo hostigamiento en forma de despido improcedente dejándole en la calle con dos bocas que alimentar; de paro estructural tras años de esfuerzo y formación sin haber podido cotizar a la seguridad social llegado a la treintena, ante las cartas del juzgado cómplice avisando del desahucio de su casa por el impago de la hipoteca, etc, situaciones cuya presión, angustia y estrés, sufridas desde la más flagrante injusticia, provoca desesperación en las mentes débiles, impotencia en los cobardes y profunda meditación en las conciencias más preclaras de la población, toda vez, han alcanzado la convicción moral de que la solución a sus problemas mentales, pasa por la acción directa contra los tiranos de nuestro tiempo, no sin percatarse que su sacrificio personal reportará beneficios a todos, menos precisamente a su persona.

Mas como quiera que la mayoría sufriente no reaccione contra el Poder opresor, confundiendo el pasivo aguantar con la activa resistencia, bien podría entenderse entonces que el destacado espíritu de sacrificio altruista de cuantos se inmolan física y socialmente en esta serie de actos lamentablemente puntuales, sea la característica que mejor distinga al demente de nuestros días en nuestra egoísta pusilánime sociedad, la cual, pese a todo su atolondramiento, todavía es capaz de emocionarse íntimamente con estos actos de entrega vital, creyendo que con ello salva su dignidad como pueblo. Pero no basta.

Si no sois capaces de mostrar vuestras dificultades para llegar a fin de mes por vergüenza, si sois incapaces de explicitar vuestro descontento por trabajar en algo que jamás hubierais deseado en condiciones deplorables, si escondéis vuestro enfado con vuestros amos por temor a que empeore el trato, si no tenéis valor para expresar públicamente vuestras quejas…al menos, sed dignos de nuestro Señor Jesucristo haciendo frente a la propaganda mostrando al mundo, como lo hago yo ahora, vuestra inmensa alegría por la Gracia divina de poder compartir la existencia y respirar el mismo aire bajo el cielo estrellado que nuestro hermano Daniel, quien por justicia y santidad padecerá el martirio por todos nosotros a manos del gobernante indigno. Y exclamad conmigo: Daniel ¡Te queremos!

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