Primera aproximación al Aborto

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Llevo más de treinta años reflexionando sobre asuntos terriblemente emparentados como son la Pena de Muerte, la Eutanasia, el Suicidio, la Tortura, el Terrorismo, el Tiranicidio, la Eugenesia o el Aborto, siendo este último, el que más quebraderos de cabeza ha comportado, pues mientras en los demás, mal que bien, he alcanzado cierta serenidad de espíritu al conseguir fijar la opinión en un arco asumible de oscilación meditativa, no así con tan embarazosa cuestión, donde desde el inicio me ha sido imposible avanzar ni un miserable paso en ninguna dirección, quedándome como estaba cuando por primera vez en el instituto se requiriera una respuesta de mi parte durante la clase de ética. Dicha circunstancia, resulta todavía más extraña, si tomamos en consideración que en el resto de materias he modificado sustancialmente mi resolución de salida, que en casi todas partía del acostumbrado buenismo pseudocristiano que malada las mentes de los jóvenes y de la entera sociedad, salvo las de las élites extractoras que son educadas en principios muy distintos de justicia, fortaleza, prudencia y templanza de las que hablaremos en otro momento.

Desde entonces, he cursado una carrera de Filosofía, otra de Teología, he realizado infinidad de lecturas sobre genética, bioética, jurisprudencia, he acudido a seminarios donde se trataba a fondo este problema desde distintas perspectivas sociológicas, médicas, antropológicas, etc, y sin embargo, aquella temprana, inexperta, pueril posición inicial no ha variado un ápice en todo este tiempo. O sea: que con catorce años, sin conocimientos técnicos acerca de cuándo se forma el sistema nervioso central, sin tener noticia de que el Derecho Romano del que procede el nuestro, no concedía la categoría de persona al recién nacido hasta pasadas veinticuatro horas del alumbramiento, que la propia Iglesia Católica no bautiza el feto en cuanto la madre comunica su estado de buenaesperanza y demás, ya tenia claro ¡que no lo tenía claro!, siendo entonces como ahora mi impresión que el Aborto ¡Jamás! puede ser un Derecho, menos una obligación, mas tampoco algo a perseguir penalmente, por no ser algo a priori deseable.

Por este motivo, hasta la fecha, no he publicado un solo artículo sobre los distintos Abortos de Felipe González, Aznar, Zapatero, Rajoy o Gallardón. Si ahora me atrevo a ello, es con espíritu de servicio a la comunidad, por si con mis reflexiones en voz alta, pudiera contribuir de modo constructivo al debate de actualidad en torno a esta realidad social, siendo la presente mi primera aportación de grado muy humilde, al declarar abiertamente mi incapacidad para exponerles con nitidez el conjunto de lo que pienso, por pensar cosas contrarias y todavía no serme posible determinar con coherencia un punto de equilibrio convincente para la razón práctica. Hoy me conformo con explicar mi posición de salida:
El Aborto, no puede ser “un derecho”, por cuanto este debe ser positivo explícita e implícitamente en el sentido de que establezca la garantía de una acción deseable o apetecida en principio lógico. De ahí que se haya promulgado el derecho a la vida o a una vivienda digna, cuando todavía no tenemos noticias del derecho a la muerte o a vivir debajo de un puente. Cierto es, que puede establecerse leyes reguladoras tanto del suicidio, como la eutanasia e incluso la Pena de muerte, y es bueno que así sea para evitar la arbitrariedad de su aplicación, pero ninguna de estas normativas, regulaciones, decretos o leyes, pueden ser elevados a la categoría de un derecho. La confusión aparece cuando todo el conjunto de leyes, normas y regulaciones son incorporadas a la ciencia que se ocupa de todo ello cuál es, “El Derecho”. Por supuesto, soy partidario de regular el fenómeno social del Aborto, que aunque ustedes no lo sepan, fue todo un avance moral respecto al infanticidio en su momento, por cuanto, al margen de nuestras convicciones morales particulares, la sociedad debe una respuesta práctica a las situaciones particulares que acontecen en su seno.

Ahora bien, a la vez que me muestro contrario a hablar del Aborto como “un derecho”, considero que el mismo no debe ser perseguido por las leyes, salvo cuando es forzado u obligado a manos de terceros, por cuanto siempre he sido de la firme opinión, de que ninguna mujer, en su sano juicio, aborta por gusto, placer, afición o ideología, sino por muy variados motivos negativos que le empujan a ello tras no pocos sufrimientos mentales en una toma de decisión cuya responsabilidad no puede transferir y que habrá de acompañarla el resto de sus días, cosa no siempre fácil de sobrellevar porque pueda ser cierto que la vida es corta, pero la existencia puede ser eterna.

A favor de la objeción al aborto

Quienes declarándonos abiertamente católicos, opinamos que abortar no es plato de buen gusto para ninguna mujer que esté en sus cabales, entre otros motivos porque no es como cortarse las uñas, habremos de aceptar que tampoco lo sea para cualquier médico, cirujano, anestesista, enfermero o sanitario, aun cuando como en el caso del verdugo de Texas, sea su trabajo, motivo por el que no podremos negarle a ninguno de ellos la posibilidad legal que se le ofrece a la ciudadana de elegir en un asunto que concierne a su conciencia. Otro gallo cantaría, si sólo nos presentásemos como militantes, votantes o simpatizantes del PP o del PSOE organizaciones que buscan hacernos el mayor mal posible, en cuyo caso, además de estar a favor del aborto, estaríamos en contra de cualquier objeción.

Por primera vez, desde que se aprobara la modificación de la Ley del aborto donde se recoge la objeción para «los profesionales sanitarios directamente implicados en la interrupción voluntaria del embarazo sin que la calidad asistencial de la prestación puedan resultar menoscabada» un tribunal se ha pronunciado en contra del derecho a la objeción de un médico de cabecera para no informar a la interesada sobre la cuestión por estimar el juez titular del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 3 de Málaga. Oscar Pérez, que ello, no afecta al núcleo duro de su libertad de conciencia, pues, aun reconociendo que informar a las mujeres sobre los pasos para abortar dificulta al médico el pleno ejercicio de su derecho a seguir su conciencia, en cambio, no puede olvidarse la condición de empleado público del recurrente y que frente a su interés privado se contrapone e impone el interés público.

Seguramente los jueces y políticos de nuestro país entienden por juramento hipocrático algo parecido a la actitud que todos ellos mantienen respecto a la ley y su aplicación, por no saber más de la cultura griega que lo insinuado en el Banquete de Platón. Resulta que esta sentencia contra la objeción de un médico que no desea intervenir ni directa ni indirectamente, ni por activa ni por pasiva en la práctica de un aborto, contrasta en el tiempo con la admisión de las autoridades Estadounidenses de la objeción y plante de los anestesistas de aquel país para no enseñar el oficio a los futuros verdugos que se ocuparán directamente de suministrar la inyección letal a los condenados a muerte. Es más, la OMS ampara y protege el derecho a la objeción de conciencia anteponiendo el Juramento Hipocrático a cualquier otra legislación, cosa que es respetada en todos los países civilizados, pues sólo regimenes como el Talibán forzaron por ley a médicos cirujanos a intervenir en la ejecución y amputación de miembros a los penados. La cuestión entonces estribaría dónde está el límite de la conciencia para poder objetar con derecho.

Yo lo tengo claro: como quiera que participo del Idealismo Fichteano, para mi, la Conciencia llega hasta donde se la deje; Por ejemplo, este juez podrá dormir tranquilo sin darse cuenta de que con su sentencia está en espíritu en todas y cada una de las interrupciones voluntarias del embarazo, como lo están todos y cada uno de los congresistas que votaron a favor de esta Ley criminal. Pero vean ustedes el alcance de la Conciencia a dónde puede llegar: hace poco, en todos los EEUU han tenido que suspender sine die las ejecuciones que tenían previstas para este 2011 ¿Saben por qué? Porque los trabajadores, empleados y ejecutivos de las industrias europeas sitas en Gran Bretaña y Alemania que tienen la patente para fabricar un ingrediente esencial del compuesto letal que se le inyecta al condenado a muerte, cuál es, el pentotal sódico, se han negado a venderlo e incluso a fabricarlo, para no verse implicados en las ejecuciones que se realizan a miles de kilómetros en otro país y por otras personas. Hasta ahí llega la conciencia.

Pro-Vida…Digna

Yo me declaro abiertamente miembro espiritual de Pro-Vida, porque como dijera Cantinflas haciendo de Sancho Panza, la muerte no merece la pena. Pero declararse a favor de la vida, no significa, o mejor dicho, no ha de significar, poner a la vida como valor supremo de la Existencia, dado que para los católicos, la vida, sólo es una parte infinitesimal de la Eternidad; Tanta es su insignificancia, que hasta Pascal se atrevió a aseverar que sería insensato no apostar la vida a cambio de poderlo ganar Todo aún sin tener garantía alguna de que el “Todo por ganar” sea una realidad dada. En consecuencia, como bien demostró nuestro Señor Jesucristo, la vida propia, o en caso del Dios Padre, la vida ajena, puede ser un medio para obtener un fin superior, en su caso, la Salvación de toda la humanidad, opción vital axiológica, que está más extendida de lo que parece entre aquellas culturas que supeditan la vida al Honor, el éxito, la fama, el dinero, el poder, la Patria, el Trabajo o incluso como nuestra sociedad, al Consumo. Dicho lo cuál, a nadie debería escandalizar que el Sentido de la vida, sea más importante que la vida misma, aunque no siempre las cosas verdaderamente importantes, sean las que de verdad importan.

Yo me congratulo de ser miembro de la Iglesia Católica, por cuanto es la única Institución que claramente defiende la cultura de la vida frente a la imperante moda de la muerte representada en nuestros días no tanto por la Pena Capital, las guerras, la enfermedad o el hambre, cuanto por la Ley del aborto, a decir por el énfasis con el que la Curia Vaticana y los Obispos ¡Que Dios los tenga en su Gloria! se pronuncia sobre dichos fenómenos sociales; Mas sin entrar a valorar el grado de entusiasmo con el que desde los púlpitos dominicales se clama contra cada una de estas lacras de la humanidad que bien pueden deberse a una deficiente óptica misántropa que considera pecador a un infeliz neonato, que juzga a las primeras como inevitables males de la naturaleza humana, mientras a las últimas las consideraría eludibles por cuanto las creen más al alcance de nuestra libertad…debo confesar que mi gozo no es completo, por cuanto no aprecio yo sensato, bueno y eficaz que tanto derroche espiritual para hacer llegar la Palabra del Evangelio que ilumine el corazón de los hombres y mujeres, sea realizado sin que esas mismas almas perdidas al que van dirigidas aprecien superioridad moral en cuantos se las dirigen, que no sólo de conceptos vive el intelecto que también requiere de ejemplos, pues como es sabido, obras son amores y no buenas palabras.

Y es que, en verdad, en verdad os digo, que a la Iglesia le sucede lo que a la mujer del Cesar, por lo que sería muy deseable que junto al discurso humanista contra la Ley del Aborto, cuya práctica no está en el mismo rango ético que una operación de cirugía estética, extirparse el bazo o cortarse las uñas, hubiera otros igual de enérgicos para condenar los abusos infantiles en vuestros colegios y parroquias a manos de curas depravados e investigar el rapto de niños a manos de monjas desalmadas en vuestras clínicas y hospitales. Porque de seguir como hasta ahora, además de desacreditar el mensaje que yo os legué, podríais dar pié a que se malinterpretara aquello de ¡Dejad que los niños se acerquen a mi! Como también podría malentenderse vuestra actitud contraria al aborto, para aseguraros el suministro ininterrumpido de criaturas de Dios con las que gozar y comerciar indignamente para mayor ofensa del Padre. ¡Palabra de Dios!