Lo que no soporta una camiseta deportiva

El Comité de Competición de la Federación Española de Fútbol, ha impuesto una sanción de 2.000 euros al jugador del Real Jaén, Jonathan Megía, por enseñar una camiseta interior en la que mostraba su apoyo a niños con cáncer mediante un rótulo improvisado a bolígrafo con un entrañable ¡Ánimo pequeñines! salido del corazón, cuando el pasado Sábado, día mundial contra el Cáncer Infantil, marcó el primer gol en el encuentro ante Las Palmas, después de haber participado en un emotivo encuentro conversando con varios niños afectados por la enfermedad que habían acudido al estadio para ver el partido y cuyas historias vitales llenas de ilusión y valentía conmovieron al futbolista. Pero por lo que se ve, no a los miembros del Comité de la Federación.
Cierto es que, atendiendo únicamente a lo establecido en el Código Disciplinario del Comité de Competición, la sanción se atiene a las formas. En concreto el artículo 91 señala que «el futbolista que, con ocasión de haber conseguido un gol o por alguna otra causa derivada de las vicisitudes del juego, alce su camiseta y exhiba cualquiera clase de publicidad, lema, leyenda, siglas, anagramas o dibujos, sean los que fueren sus contenidos o la finalidad de la acción, será sancionado, como autor de una falta grave, con multa en cuantía de 2.000 a 3.000 euros». Pero aquí me vienen a la memoria las palabras de nuestro Señor Jesucristo cuando los Fariseos recriminaron atender a un necesitado durante el sagrado día del Sabath “La Ley fue hecha para el Hombre y no el Hombre para la Ley”.
Sumándome por entero a las múltiples críticas ya vertidas desde los medios de comunicación para denunciar la falta de sentido común, de oportunidad, de proporcionalidad, y hasta de buen gusto, mostrados por este organismo oficial dependiente de la Federación Española de Fútbol, más siempre sin salirse del césped por miedo a quedarse fuera de juego, por mi parte, además, ahora que se ha revocado la decisión ante la indignación popular provocada, deseo abundar precisamente en ese otro florido jardín donde nadie desea entrar, cuál es, por qué se sanciona mostrar fugazmente un texto a favor de una causa humanitaria mantenida oculta en la camiseta interior del deportista y sin embargo, se permite lucir durante todo el encuentro, en la camiseta deportiva oficial, junto al escudo del club, el número y nombre del futbolista, ante todo el público y ante las cámaras de televisión, toda clase de logos comerciales de marcas implicadas en genocidios de pueblos indígenas o en la explotación laboral infantil, entre otros trapos sucios de las multinacionales que la prensa cómplice mantiene en la nevera mientras aquellas sufraguen grandes campañas de publicidad para pagar su silencio.
La mayoría de futbolistas, como el resto de la ciudadanía, están ocupados en hacer bien su trabajo, mantener a su familia, cancelar sus deudas con el banco, llegar a fin de mes y ayudar en lo que pueden a sus amigos, vecinos, compatriotas y semejantes, cosas todas de carácter constructivo que redundan en bien de la comunidad. Pero, si como dice la máxima masónica “Lo que haces te hace” esta gente de buena índole, a la mínima oportunidad llenaría su ropa interior de lemas solidarios a favor, ahora del cáncer infantil, pero pronto pasarían a defender la dieta sana, luego vendría la lucha contra el cambio climático, más tarde reclamarían el derecho de los animales, el cierre las centrales nucleares, ciudades sin coche y poco a poco se animarían a exigir casa para todos, reparto del trabajo y la riqueza, sanidad, educación y justicia universal, hasta sin vergüenza alguna exclamar ¡Libertad! ¡Igualdad! ¡Fraternidad! Y esto no lo puede soportar una camiseta deportiva. O eso piensan los dirigentes deportivos.
Porque los altos cargos federativos y Presidentes de Club, preocupados como están en sus negocios inmobiliarios, pagos millonarios triangulados a sus futbolistas estrella, contratos por retransmisión, etc, hace tiempo que son como los políticos, quizá con sus facultades criminales algo disminuidas – por eso no están en la política y sí en el deporte – pero en todo caso, enemigos de sus socios, y federados cuanto aquellos lo son de la población, y en consecuencia, nada de lo que pueda ser bueno para la comunidad, sea esta deportiva o civil, es bueno para ellos y viceversa. Así se entiende que se pueda lucir marcas como Nike junto a la de UNICEF al tiempo que está multado hacer un guiño altruista a niños con cáncer.

Lo importante es participar

https://www.youtube.com/watch?v=zfII34aKMfg

Durante la carrera, el insigne helenista W.K.C. Guthrie me convenció de que el origen de la Filosofía tuvo lugar en Grecia no tanto por la madurez de su cultura – la egipcia ya era antigua como bien advirtiera Heródoto – ni por el caudal de conocimientos acumulado, aspecto en el que iban muy por detrás de los distintos pueblos mesopotámicos, indios u orientales; sino por no verse sometidos a un único sistema Teocrático en el que nada podía discutirse como eran los de aquellos primeros imperios de la civilización, pudiendo así contrastar los diversos modelos de gestión de los recursos y gobierno de las gentes cuyo máximo exponente fuera la rivalidad entre Esparta y Atenas retratada por Tucídides.
Con la experiencia de la vida, creo que el principio de la Filosofía, no es muy distinto del de la Religión, el Arte, la Magia o la Ciencia, cuál es, dar respuesta a la particular desgracia humana. Para confirmar mi sentencia, ustedes mismos pueden realizar el siguiente experimento: Tomen a un niño de entre 6 y 10 años, preferentemente hijo suyo o en su defecto sírvase de uno de acogida. Sitúese en frente y sin mediar palabra propínele una torta, ni suave ni brusca. De inmediato la criatura exclamará ¡¿Por qué?! ¡He ahí un filósofo!
Y es que, la pregunta del ¿por qué? aparece de súbito ante un accidente, un infortunio, una fatalidad o cualquier circunstancia que interrumpa la ilusoria película mental del Derecho Natural a que nos acontezca cuantas cosas positivas damos por descontado en nuestro transito existencial, sin reparar en que, si la existencia nos asegura algo en la vida, es un triste sufrimiento continuo salpicado de algo de placer que damos en llamar Felicidad.
La gente cree que vivir es gratis y por eso no se suicida más de lo que ya lo hace, por agotar las existencias, como los niños no dejan sin terminar nunca el refresco en los bares; sin embargo, el dolor, la angustia, el padecimiento y demás formas en que se reviste nuestra peregrina presencia espacio-temporal son el tributo impuesto por haber sido, moneda de cambio que despreciamos por abundante, mostrando, empero, gran empeño en hacernos con lo más escaso, ahondando aun más en nuestra desazón.
A la edad de dieciséis años, resolví todos mis problemas existenciales mediante el siguiente razonamiento: “Exista dios o no exista, sea el Universo eterno o limitado, se funda mi Conciencia con el Todo o la Nada, lo importante es haber sido.” Actualmente he avanzado mucho en mi discusión interior y soy consciente de que dicha afirmación, además de muy partidista por proferirla un existente, no es más que el reflejo de una consolación fallida en la imposible Teodicea que intenta entender el Mal junto a un Dios Bueno, mirada por el intelecto de reojo con el mismo recelo que los perdedores escuchan la tan odiosa frase de Ethelbert Talbot “…lo importante es participar”.
Es en este contexto argumentativo donde me explico los ríos de tinta que han corrido tras la caída de la candidatura de Madrid como sede Olímpica: que si nuestros representantes no eran los adecuados por ser uno miembro de una Familia Real bajo sospecha, otro Presidente de un Gobierno bajo sospecha y una tercera emparentada con el trió calavera de las Azores; que si la reciente disputa por Gibraltar ha restado votos de miembros de la Commonwealth; que hablar de ajuste y austeridad puede estar bien para engañar a los españoles pero que por ahí fuera es del todo contraproducente; que si los discursos en inglés fueron mal pronunciados, que si ha habido una conspiración franco-alemana para que en 2024 Paris y Berlín sean la sede…cuando sencillamente se ha tratado de una competición en la que sólo podía ganar uno y ha sido Tokio.
Algunos soñaban con que se cumpliera automáticamente el dicho ¡A la tercera va la vencida! Y sí, vencida ha sido, pero no en el sentido que se esperaba, por lo que ahora toca asumir deportivamente el resultado y decirnos todos al unísono ¡Lo importante es participar!

Dpoaje y sobresueldos

Lance Armstrong, en una reciente entrevista que ha dado la vuelta al mundo varias veces, ha confesado abiertamente que se dopaba. A modo de justificación, ha esgrimido un exquisito argumento no carente de interés para la cúpula del Partido Popular. El Dopartista – palabro que acuño para el deportista dopado – ha venido a decir que la definición de “Trampa”, además de ilicitud, comporta adquirir una ventaja respecto al resto de competidores y dado que la mayoría del pelotón, quien más quien menos, corre bajo los efectos de alguna sustancia dopante, el suyo comportamiento, aun ilegal respecto a las normas de competición, no puede ser tildado de trampa, pues si decidió doparse, fue precisamente para estar en igualdad de condiciones que sus rivales y tener así una oportunidad de victoria. Y ahora ustedes se preguntarán ¿Y esto qué tiene que ver con los acuciantes problemas de corrupción que amenazan con hacer añicos a todo el Partido Popular?

Antes de responder, deseo romper una lanza a favor del PP: El Partido Popular, antes que español o democrático, es ante todo un Partido. Y como Partido que es, en virtud del Participio del verbo del que emana su primordial significado, es a su Parte a la que toca partir en tareas de Gobierno, siendo sabido que la parte que reparte se lleva la mejor parte. Luego, si la mejor parte, se reparte o comparte en participaciones equitativas entre los participantes de la Popular Party, eso ya es cosa a dirimir de puertas a dentro del Partido. Y esto, ¡debe quedar muy claro! El Partido Popular, como cualquier otro Partido se dedica a partir: todo su afán lo pone en partir España, en partir la ciudadanía, partir la opinión pública, partir la sanidad, la educación, la justicia y sobre todo la caja pública…al objeto de en su división obtener la parte mayor del beneficio para la gente de su Partido. ¡Eso es un Partido! Si no… ¿Qué necesidad hay de militar en un Partido si a la hora de partir-gobernar se da a todos lo mismo? Para eso ya está la decadente Iglesia Católica que garantiza el perdón de Dios a todo el género humano indistintamente de su condición moral y profesión de Fe. Por ende, me parece muy injusto que cuando todos los Partidos se dedican a lo mismo, ¡ y lo sabemos! únicamente a los que están en el poder se les acuse de corruptos por el mero hecho de cumplir con su oficio, cuál es, procurar para los suyos ventajas y privilegios mientras les toque el turno de manejar las Arcas Públicas; En eso consiste el denominado juego democrático y por ello mismo todos los Partidos se refieren a las elecciones como “Fiesta de la Democracia” donde ciertamente, se gane o se pierda, lo importante es participar.

Dicho lo cual, paso a despejar el interrogante planteado: El PP ha sido pillado con las manos en la masa, siendo esta los sobresueldos a sus dirigentes durante décadas. Pues bien, los sobresueldos en política, cumplen la función de las sustancias dopantes en la competición deportiva, a saber, la de estimular esfuerzos y minimizar el desgaste psicosomático de la persona que ha de soportar el día a día de su frenética actividad al más alto nivel. El político profesional, el Alto Cargo institucional, como el deportista de élite, está sometido en el ejercicio de su poder a una gran presión de los medios, a una vigilancia exhaustiva de todos sus gestos y movimientos y hasta a las críticas e insultos de ningundis como yo, cosa que sería imposible de sobrellevar psicológicamente con una paga sujeta a nómina fiscalizada como cualquier trabajador que para nada enjugaría el sufrimiento que le supone velar por los derechos de los demás cuando precisamente los demás no hacen otra cosas que estar a lo suyo. Y da igual la cantidad que se fije ¡No hay dinero con que pagar su sacrificio! Y es aquí donde aparece el sobresueldo.

El sobresueldo, aparece en la conciencia del gobernante como una compensación moral que le resarce de esos sinvergüenzas que le critican de continuo por su labor. El hecho de que esa cantidad escape al control de sus enemigos, los ciudadanos, es más que suficiente alegría para mantenerse en el cargo y sonreír en el Telediario, cosa que sucede indistintamente también de la cantidad en que consista el sobresueldo, porque sea en el sueldo, o en el sobresueldo, la cuestión no es el cuanto, sino el cómo.

En el juego democrático, todos los Partidos con Poder se dopan con sobresueldos y su práctica aumenta según se asciende en la escala de poder. Los sobresueldos pueden provenir del saqueo directo de Hacienda, por vía indirecta del soborno de grandes empresas, mediante recolocaciones al cese del cargo en los Consejos de dirección de conocidas firmas internacionales, bajo la forma de conferencias universitarias mejor pagadas que las de Steven Hawking. Un Partido que no se dope en política, está traicionando las esperanzas de su militancia puestas en el y su programa por cuanto las personas que se meten en política, lo primero que esperan de su Partido, es que pueda Gobernar ¡si! A todos los Españoles, pero siempre que primero se les beneficie a ellos. Y ¿qué confianza va a generar un Partido en la ciudadanía ajena, si es incapaz de procurar ventajas a su propia gente que le apoya a capa y espada?

Es posible que el PP haya hecho algo ilegal en este feo asunto de las cuentas millonarias suizas, pero como el propio Lance Armstrong, ello fue debido a garantizarse una oportunidad de victoria política ante un Partido Socialista que a este respecto se las sabe todas. Así se entiende la boca pequeña con que se ha pronunciado Rubalcaba.

La Roja Coja

Durante la recepción que el Presidente del Gobierno Mariano Rajoy ofreció a la expedición de deportistas paraolímpicos que nos representarán próximamente en Londres, el máximo representante del Comité Paraolímpico Español además de miembro de la ONCE, Miguel Carballeda, comentó en tono de broma que «vamos a luchar y a defender los colores de España con ‘La Roja Coja’ expresión esta última que fue mal encajada por parte del auditorio y de los deportistas allí congregados.

Yo comprendo que algunas personas no lleven bien los distintos problemas con los que la vida nos demuestra que es mejor no existir y que estén a la que salta para transmitir a los demás todo el dolor y sufrimiento que su particular situación les genera para que nos compadezcamos de ellos. Ante este tipo de personas, es mejor no contar chistes en los que la gracia aparezca relacionada con cualquier problema físico o mental, nada pues sobre locos ni gangosos; Tampoco conviene mencionar frases hechas del estilo ¿Estás sordo? Ni refranes como “Se pilla antes al mentiroso que al cojo”, mucho menos decir coloquialmente ¡Hasta la vista! delante de un ciego, ni preguntar ¿Cómo andas? a un paralítico…porque todo ello es susceptible de ser considerado de mal gusto y motivo de dimisión de hacerse en público y ante las cámaras en un país como el nuestro donde pese a ser la razón lo mejor repartido entre nosotros como diría Hume, la verdad es que aunque la población aumente, la inteligencia permanece constante y por consiguiente, o nos toca a menos, o cada vez menos participan del humor, habida cuenta lo relacionadas que están ambas variables del humor y la inteligencia se entiende quien lo entienda. Porque hay que ver la que se ha montado con este asunto.

La ocurrencia de Carballeda, que a mi particularmente me ha gustado “La Roja Coja” creo que se ha atrevido a realizarla en público porque este hombre proviene de una Organización donde la inteligencia y el humor sobresalen a raudales, a la ONCE me refiero, donde sus miembros, entre los que me cuento, hacemos bromas de continuo sobre nuestra situación cegata; yo mismo sin ir más lejos me gusta que me llamen Sr.Topo.

Así, mal acostumbrado a vencer la cotidiana desgracia a base de buen humor y llamar a las cosas por su nombre – “Ciegos” porque somos “ciegos” nada de “invidentes” o “Minusválidos visuales” y demás artificios lingüísticos con los que os regodeáis la muchedumbre – este buen hombre se ha atrevido a hablar con naturalidad y gracia en un mundo de disminuidos humorísticos, de gente invalida risal, personas verdaderamente des-graciadas que no ven la diferencia entre el drama de sus vidas y la tragedia con la que la viven.

A lo mejor, a partir de ahora debería escribir mis artículos del siguiente modo: Vivimos en un país donde la gente está ciega – perdón, impedida visualmente- ante lo que hacen sus representes democráticos que parecen sordos – lo siento, queda mejor “duros de oído” – ante sus demandas, mientras se muestran bien gordos – ¡cielo santo! La palabra maldita, sustituir “gruesos” – y nada mancos – ¡Por dios! Cómo se me ocurre “faltos de una mano” – para hacer su trabajo que no para poner el cazo donde no parecen sufrir parálisis alguna ni física ni mental – se dice inactividad o freno de función locomotriz – si bien, ante cualquier comisión de investigación parecen mudos – ¡Ay! Que no son mudos que son “faltos de voz” – y así con todo. Claro que de continuar por esta literalidad y eufemismo, habrá que poner cuidado en decir que “nuestros gobernantes, el rey incluidos son de puta madre”, no vaya a ser que se entienda otra cosa. En cualquier caso, como diría Quevedo, que sea la Roja la que entre rosa y clavel escoja.

Reina y Mendiga

Estaba calibrando la posibilidad de encabezar estas líneas con el título “El extraño caso de la ruinosa España y la exitosa Roja” parafraseando la conocida obra de Stevenson, cuando temiendo su recorte en la redacción he tenido la fortuna de dar con algo más breve y oportuno de Mark Twain, aunque cierto es que, “El extraño caso del Doctor Jekill y Mr Hyde” plantea mejor la esquizofrenia del caso que nos ocupa donde un mismo personaje se desdobla para la historia que “Príncipe y mendigo” donde su autor precisa de dos personajes para desarrollar la trama, pues por desgracia, ni aun aplicando la ecuación de Dirac, a falta de colonias, contamos con una Antiespaña que sufra por separado los males mientras en positivo gozamos de la fiesta perpetua.

Llevo meses intrigado por saber cómo sobrellevan personalmente nuestros representantes democráticos y deportivos el incómodo fenómeno coincidente de que cuanto mejor nos van las cosas en los campos, pistas, circuitos y canchas, peor lo pasamos en bolsa, deuda, paro e impuestos y viceversa, por cuanto sería interesante sondear si acaso estuvieran dispuestos a sacrificar nuestra economía si con ello garantizásemos una segunda Copa del Mundo en la próxima cita de Brasil 2014. Mas como quiera que el acceso a un amplio número de ellos me está vedado, he tomado la iniciativa de operar a otra escala para mi más accesible, cuál es, la de acudir a una oficina del INEM, infiltrarme en la cola que hacen los inmigrantes para obtener los papeles en una comisaría y merodear por los alrededores de un comedor social para averiguar que opinan los mendigos del asunto y así, poderme hacer una idea.

Mira que uno ha estudiado en literatura la evasión de la realidad que supuso el Romanticismo o en psicología los mecanismos de inhibición que operan en el cerebro para no sufrir daño como darse de baja por medio del coma, y con todo, no deja de sorprenderme que en estos lugares, la gente, en vez de estar echando pestes contra el Gobierno, tramando venganza contra la Banca, organizándose en grupos de afinidad para dar cumplida respuesta al resto de la sociedad que les maltrata, resulta que discutían sobre si el césped estaba seco y que los polacos no lo regaron a propósito, lo grande que es Fernando y que se le ve buen chaval, que Nadal se lo merece todo y más, y por supuesto, que España es la mejor selección que ha habido nunca en la historia del futbol. El último comentario escuchado a un pobre hombre, desdentado, en camiseta de blanco isabelino con los vaqueros roídos y en alpargatas, trajo a mi memoria aquellas lecciones del antiguo “Consultor” de primaria donde se presentaba a España como la primera potencia exportadora de naranjas y con las mayores minas de mercurio, cosa de la que por unos días me sentí super orgulloso con ocho años hasta que mis antipatriotas padres me hicieron ver la diferencia por una parte entre las naranjas con el petróleo y por otra entre el mercurio con el oro.

Allí, nadie hablaba de crisis, recortes, desahucios, corrupción, copago, menos de hacer la revolución y cosas de esas que se charlan en los corrillos del 15-M o en las tertulias radiofónicas. A lo más que se le aproximó una conversación, fue a quejarse de algunos empleados de supermercado que trapichean con los productos caducados reservándoselos a los jubilados en vez de ponerlos a disposición de todos en los contenedores ¡como se ha hecho siempre! Y es que, bastante tienen con sobrevivir como para ocuparse de otras cosas.

Tras esta pequeña investigación de campo, se podría concluir que en la piel de toro, la población, es pobre pero alegre, porque lo de honrada hace tiempo que no se pretende, o que la procesión va por dentro. Pero por muy dentro debe de ser, pues no faltan pobres vergonzantes vistiendo la camiseta de la Selección que como un senegalés que acababa de recibir la nacionalidad, salen a la calle dando saltos de alegría gritando eso de “Yo soy ¡español! ¡Español! ¡Español!”