FAGOR F.C.

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Una empresa referente en su sector como Fagor, arraigada desde hace décadas en distintas localidades de Euskadi, cuyos habitantes por generaciones han vivido por y para ellas, ha echado el cierre, dejando a miles de trabajadores y sus familias en la calle. ¿Qué ha pasado?

A todos nos consta que Fagor es una marca con prestigio en el mercado, que su plantilla laboral está altamente cualificada, con gran experiencia, que se han realizado fuertes inversiones en modernizar con tecnología punta sus instalaciones, que la producción es de alta calidad…¿entonces? ¿cuál es el problema?

Son muchas las variables que se manejan para dar cumplida respuesta al interrogante, desde que los altos ejecutivos están sobornados por la competencia para dejar caer la compañía, hasta la mala gestión de los gerentes, pasando por su inviabilidad comercial, la caída de la demanda a causa del estallido internacional de la burbuja inmobiliaria, la falta de voluntad política, la completa indolencia de los sindicatos y así podríamos continuar especulando hasta relacionar el asunto de la caída del Muro de Berlín o con el fin de la lucha armada de ETA.

Yo no soy economista, ni contable, pero dado que la deuda de Fagor apenas llega a los ochocientos millones de euros y que para salir del paso bastan poner sobre la mesa no más de doscientos, creo que el problema de Fagor consiste en ser una empresa que da trabajo a mucha gente habiéndose especializado en la producción de bienes de consumo útiles para las clases medias y trabajadoras. De haber pertenecido al ramo automovilístico que coloca coches a los tontos ciudadanos que ni los necesitan ni se los pueden permitir, entonces seguramente antes de haber llegado a esta situación, los distintos gobiernos criminales hubieran puesto a disposición de sus clientes y consumidores ingentes cantidades presupuestarias para un “Plan Renove” al objeto de que los hogares jubilasen sus lavadoras, secadoras, neveras y demás electrodomésticos sin descartarse que los varios departamentos de igualdad se animaran de motu proprio a crear subvenciones para que en cada domicilio, los productos se adquirieran por partida doble para fomentar el equitativo reparto de tareas en el hogar entre hombres y mujeres, cosa que levantaría ampollas en el colectivo de Gays y Lesbianas o a quienes como yo tenemos doble personalidad, por sentirnos discriminados.

Aunque pensándolo mejor, como en breve también van a cerrar las varias industrias del motor afincadas en la península por aquello de no ser competitivas con Corea del Norte que se va a poner a fabricar utilitarios para China…pues casi me atrevería a postular la hipótesis de que el problema de Fagor y otras empresas que como ella se ven en la misma situación, consiste precisamente en ser empresas, indistintamente de lo que produzcan.

Fagor no precisa un buen Plan de viabilidad. Tampoco requiere ser más competitiva. Fagor lo que de verdad necesita es reconvertirse por completo; de arriba abajo. ¿Y en qué otra cosa se puede reconvertir Fagor con toda su plantilla y directivos si no es en otra empresa? Se Interrogarán ustedes…

En un primer momento confieso que pensé en el camino más fácil, al que van a parar todos los segundones del país, es decir, en la fórmula de un Partido Político que les garantizase un modus vivendi por medio de dietas y mordidas subencioniles. A tal efecto, Fagor cuenta con todos los activos necesarios para convertirse en una opción política de ámbito municipal, provincial y autonómica con representación en alcaldías, diputaciones, e incluso en el Parlamento europeo, tiene accionistas que harían de militantes, directivos que servirían de dirigentes y miles de familiares que valdrían para votar. Sin embargo, esta vía sí que la veo inviable por la feroz competencia que hay en el sector.

Así, descartada Fagor como Partido político, me vino a la mente la posibilidad de reconvertir la empresa en un Club de fútbol. Y sinceramente, creo que con ello se solucionarían todos sus problemas financieros y de deuda a corto, medio y largo plazo, sea cual sea, la prima de riesgo.

Divina Quita

Me he pasado la semanita de gripe escuchando en la radio lo de la “quita” griega y lo de la propuesta de “quita” que el Gobierno del PP sugiere a los proveedores del Estado que deseen cobrar de modo distinto a como lo hacen los manifestantes en la calle; Y no sé si ha sido por la fiebre o qué, que me han entrado unas ganas terribles de apuntarme a esta otra forma de solventar las deudas que acaso por mi despreocupación de los asuntos mundanos, he desatendido en demasía mi hacienda en beneficio de la de todos, al pagar los impuestos a tocateja y cuantos compromisos tengo con terceros en tiendas, comercios, bares y restaurantes, cuando bien podría gastar más de lo que tengo y luego que vengan a quitarme lo bailado.

Con unas inmensas ganas de levantarme de la cama dispuesto a probar fortuna en esto de la “quita” en algún lugar propicio para ello como El corte Inglés, tuve la precaución de interesarme a fondo por el tema pidiendo sopitas a un amigo economista, quien me puso al corriente de que el asunto de la “quita” que a un profano como yo se le presenta como una novedad del mercado o una moda del consumismo moderno, es algo tan antiguo y extendido que por poner sólo un ejemplo que me viene a la cabeza, ya la puso en práctica en todo su esplendor, Felipe el Hermoso con los Templarios, por no despertar reclamaciones de Israel respecto a las cuentas pendientes dejadas por toda la Nobleza y los Reinos de Castilla y Aragón para con los judíos expulsados durante el periodo de los Reyes Católicos cuya cuantía seguramente superaría a la de los pecios que pudiéramos rescatar bajo las aguas del atlántico de manos de empresas piratas como Odyssey.

Pero esta costumbre, podrá ser todo lo antigua que se desee para cuantos se dedican a cuadrar el “deber” con “el no haber” de ejercicio en ejercicio, valiéndose de tretas contables, que para el resto de la población que se dedica a trabajar o intentarlo, sólo sabíamos del pagar las deudas. Tanto es así, que en las viñetas de “La Rue 13 del Percebe” nacidas de la peripecia vital de El Gran Vázquez, ni una sola vez se pone la expresión “quita” en boca del ocupa que en el ático daba esquinazo semana a semana a sus acreedores que le tenían allí acorralado día y noche. Lo más parecido a una “quita” que la población practicante de la moral cristiana – que está visto es para tontos – ha conocido, venía recogida en el Padrenuestro antiguo donde a modo de deseo e imploración se le rogaba a Dios aquello de “…perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” que posteriormente desde la Curia Vaticana, preocupada por los malentendidos que el asunto generaba en una sociedad de mercado como la nuestra, decidió sustituir “deudas” por “Ofensas” que ya puestos podían habérselo ahorrado porque a un buen Católico, Dios solo, no puede perdonarle nada, si no es a través del Sacramento de la Confesión administrado por la Santa Madre Iglesia, la única capacitada para perdonar pecados, pero no hasta el punto de condonar deuda, en abierta contradicción con el carisma de Santa Rita y las medievales cautelas eclesiásticas que se dictaron contra la usura.

Con la inquietud de estar perdiéndome el chollo de mi vida, en cuanto me repuse, consulté la cuestión de la “quita” a mi amigo Marchena que sabe mucho de burocracia y asuntos relacionados con Leyes y Juzgados quien me ratificó que esto de la “quita” siempre ha existido; Y mientras me daba una lección magistral sobre la diferencia entre una “quiebra” que suena fatal, el “Concurso de acreedores” que se parece más al “Un, dos, tres” y una extraña fórmula denominada “quita y espera” de la que se habla todavía menos…recordando la advertencia de que “cuando le debes al banco 100.000 euros tú tienes un problema, pero cuando tú le debes al banco 100 millones de euros, es el banco el que tiene el problema” comprendí sin necesidad de más alambiques, en qué consiste la verdadera “quita terrenal” que sólo está al alcance no tanto de los que tienen mucho, cuanto de los que deben mucho y es más que curioso que hoy como ayer, quienes ostentan mayor riqueza se preocupan muy mucho de que esta no sea la suya, pues quienes sólo cuentan para vivir con lo suyo, son pobres de solemnidad a los que tarde o temprano se les puede echar el guante a la mínima que el banco les eche para atrás un recibo.

En breve asistiremos a una “quita global” más gorda que la de Felipe el Hermoso de parte de Estados que parecían los más solventes del planeta y se está rifando a quien le va a tocar pagar el pato. Al resto, sólo nos queda terminar de rezar bien el “Padrenuestro” para confiar en la otra “quita divina” que habla de librarnos del Mal.

Deuda con el fútbol español

No es oro todo lo que reluce
No es oro todo lo que reluce

No salgo de mi asombro. A penas han pasado días de estar celebrando el triunfo de la Selección que tanto nos ha hecho gozar con su arte, vibrar con su Tiki-taca, vivir con pasión de victoria en victoria, que nos ha traído tanta esperanza, espíritu vencedor y orgullo nacional, que por primera vez, nos ha hecho sentir como auténticos campeones del mundo mundial…que ahora, ese mismo pueblo que saltaba de alegría gritando eso de ¡Yo soy español! ¡Español! ¡Español! hace mutis por el forro cuando se trata de devolver lo mucho que el futbol le ha entregado generosamente sin pedir nada a cambio salvo nuestro cálido reconocimiento. Porque no solo del aplauso vive el futbol, que también precisa solvencia económica, precisamente esa que no tiene por no escatimar esfuerzos en hacernos felices los fines de semana, mantenernos ilusionados con los fichajes de pretemporada o con el corazón en un puño durante las competiciones, sin cuya cíclica adrenalina, nuestras vidas no merecerían la pena ser vividas.
La mayoría de los clubes de futbol españoles, están a punto de declararse en quiebra, debido a su generosidad para con los aficionados gastando a manos llenas mientras pudieron ordeñar por adelantado los sustanciosos contratos de las retransmisiones televisivas, confiando en que, cuando este maná de las privadas llegara a su fin, el aficionado y las instituciones que desde La Zarzuela, hasta el consistorio más cochambroso, pasando por La Moncloa y distintas Catedrales, que siempre se han sumado a la fiesta y el jolgorio, hicieran frente a su responsabilidad social para con los sacrificios económicos que, por y para ellos, han hecho los clubes, jugadores, prensa deportiva, patrocinadores y sobre todo los directivos. Pero resulta que a la hora de la verdad, aquí todos se lavan las manos y nadie quiere saber nada del asunto, como si las deudas se contrajeran solitas sin la participación y el consentimiento suyo, pues como reza el dicho: nadie fue y entre todos la mataron.
Lo sucedido con el Málaga que ha tenido que venderse a un Jeque árabe para hacer frente a sus deudas, o lo acontecido con el pobre Mallorca que ha perdido por deudas lo que ganó en el campo, es de vomitar. Me da asco esta sociedad deportiva incapaz de arrimar el hombro en los momentos duros pero que sin ningún bochorno no duda en ponerse al frente de los buenos resultados festejándolos como propios. ¿Dónde estaban los ciudadanos de esos dos equipos cuando el club ha necesitado de sus ahorros? Seguramente ante el televisor o leyendo con morbo el discurrir de los acontecimientos. ¿Cuántos de sus vecinos pusieron a disposición de los respectivos clubes sus cuentas corrientes para que pudieran responder a sus compromisos? Evidentemente la nula disposición de sus municipios, diputaciones provinciales, Gobiernos autonómicos y demás Organismos Oficiales a ofrecer cuanto hiciera falta para evitar lo sucedido detrayéndolo de nuestros impuestos ¡que para algo están! tampoco es que haya animado mucho a que las entidades bancarias ejercieran su necesario mecenazgo filantrópico, o que las Oenegés dirigieran todos sus esfuerzos solidarios hacia causa tan noble como lo es salvar al futbol español.
Pero nunca es tarde para reaccionar. Si la Selección española ha tardado casi un siglo en hacernos Campeones del Mundo, la LFP puede esperar lo mejor de su afición, sobre todo las del Barca, Real Madrid, Atlético, Valencia, Deportivo, etc, que sabrán recuperar el espíritu de La Roja acudiendo, tarde o temprano, al unísono a las entidades bancarias para devolver, aunque solo sea económicamente la enorme deuda que el Pueblo Español ha contraído desde el Mundial de Sur África, con el mejor futbol del Mundo. Pero hasta que ello ocurra, miraré con desprecio y profunda repugnancia a todo aquel que vista la camiseta de un equipo que dice llevar en el corazón, pero no en el bolsillo.

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