Los 22 millones de euros ¡son mios!

Lo sé. Es un poco tarde para reconocer mi responsabilidad en todos los asuntillos en los que desde niño infatigablemente exclamara bajo mis gruesas gafas de topo aquel socorrido, aunque nunca convincente, ¡Yo no he sido! con el que pretendía sortear los previsibles castigos que los gigantes adultos me imponían para corregir mi indómita conducta con idéntica confianza en su eficacia por ambas partes. Mas, como dice el refrán ¡Nunca es tarde, si la dicha es buena! Y yo creo que lo va a ser para todos.
¡Mamá! Desde aquel cántaro de leche de cinco litros que convirtió la escalera del portal en las Cataratas del Niágara, hasta lo del coche que casi se va al agua en Colindres porque alguien quitó el freno de mano, pasando por un larguísimo etcétera del colegio, barrio y alrededores cuyos efectos penales espero las leyes delincuentes de nuestro país contemplen como prescritos…¡Siempre he sido yo! Sinceramente, no me puedo explicar cómo mi afán de protagonismo que en otras facetas como la de escribir me impide, por ejemplo, firmar con pseudónimo, no me ha hecho confesar antes. Pero ahora, por primera vez en mi vida, creo haber entendido todo cuanto me quisiste enseñar sobre no mentir y portarme bien.
Yo, Nicola Lococo, proclamo abiertamente que: los 22 millones de euros hallados en una cuenta suiza que el Partido Popular dice no ser suyos, y de los cuales el Tesorero del PP, el Señor Bárcenas, al parecer, tampoco quiere saber nada de ellos declarándose “inocente ¡Faltaría más!” ¡Son todos míos! Esa es la realidad. ¡Yo soy el corrupto! ¡Yo soy el defraudador fiscal! Y así quiero que conste a todos elos efectos.
Es más. Reclamo como míos todos los millones de euros que aparezcan o puedan aparecer en los distintos Paraísos Fiscales allí donde fueren descubiertos en las sucesivas investigaciones que haya en curso. ¡Por favor! No busquen más culpables entre políticos o empresarios. Ellos reconocen no tener nada que ver con las cuentas secretas ¡Háganles caso! No derrochen más el dinero de los contribuyentes en complejos procesos que en el mejor de los casos llevarán a un indulto generalizado a la muerte de Don Juan Carlos. Yo estoy dispuesto a asumir la propiedad de los miles de millones de euros que circulan por el mundo huérfanos de dueño y patria. Y si para ello he de ir a la cárcel uno o dos años ¡Adelante! Admito desde ¡ya! toda la implicación penal y económica de cuantos casos de corrupción haya abiertos en España.
No exageraba un pelo cuando he afirmado arriba que esta mía confesión pública, va a ser buena para todos; observen por qué: Nuestro Estado de Derecho no puede permitirse el lujo de ver sentados en el banquillo desde la plana mayor del Gobierno, hasta varios miembros de la Familia Real, desde Grandes empresarios hasta los máximos responsables de la Banca. La situación de corrupción generalizada que en su momento nos ayudó a pisar fuerte en la escena internacional, amenaza ahora con colapsar el sistema. Asumiendo yo la propiedad de cuantos millones de euros se localicen en Paraísos Fiscales, los salpicados por la sospecha recuperarán su honorabilidad y yo soportaré por ellos la ignominia. Luego, una vez se me haya reconocido mi propiedad sobre los millones de euros, me someteré a juicio, aceptaré de inmediato todos los cargos, colaboraré con la justicia para devolver a Hacienda voluntariamente hasta el 75% de las cantidades descubiertas y al contrario que el actor francés Gérard Depardieu, mantendría mi residencia fiscal en el territorio. De este modo, las personas que hacen funcionar nuestra democracia recuperarían la confianza de la ciudadanía, banqueros y empresarios podrían dormir tranquilos y dedicarse a lo que siempre se han dedicado, a crear riqueza y puestos de trabajo, la Justicia obtendría un éxito absoluto rápido y con condena, los ciudadanos verían como miles de millones venidos de todas partes del mundo, engrosarían el Tesoro sin tener que preocuparse por la Prima de riesgo. Y yo…Yo me conformo humildemente con aliviar mi conciencia y haber servido fielmente a mi país.

In time

http://www.youtube.com/watch?v=lRLDq1KgzPg

De la máxima “El tiempo es oro” Andrew Niccol ha sabido explotar una certera analogía de nuestra época para escribir y dirigir el guión de esta película cuya originalidad pone de manifiesto con toda crudeza, el trasfondo existencial del capitalismo brutal en el que nos vemos inmersos, donde los más trabajan para los menos, siendo los desgraciados, la base material sustentadora de los privilegiados, en una ficción bien labrada que nada más presentarse al espectador, este no tiene dificultad alguna en reconocerla como real.

La trama, se proyecta sobre una supuesta sociedad en la que el envejecimiento biológico se detiene a los veinticinco años de edad, momento desde el cual, sólo le queda al sujeto – independientemente de su sexo, raza o posición económica – un año de vida, salvo que consiga más tiempo, trabajando, heredándolo, mediante favores o robándolo. La mayoría de la gente, vive literalmente al día con el estrés de que se le agote el tiempo en pocas horas, por lo que no dispone de margen para amarse, educar a los hijos, comer tranquilos, dormir lo suficiente…siempre angustiada por la falta de tiempo.

En esta situación, el comportamiento humano toma distintas direcciones: Los hay que asumen el statu quo con sus puntuales injusticias, como es el caso de los Guardianes del Tiempo que vigilan su correcto flujo entre las distintas zonas horarias para la buena marcha del Sistema, retrato milimétrico de la policía que custodia la propiedad privada fuera de las pantallas; Por supuesto, están quienes favorecidos por la circunstancia, cuentan con todo el tiempo del mundo computado por siglos y miles de años. Estos aparecen caracterizados como altos ejecutivos u hombres de negocios cuya filosofía justifica que “muchos han de morir para que haya algunos inmortales” pues el equitativo reparto del tiempo entre todos los Seres Humanos, no salvaría a nadie de una muerte más pronto que tarde, cosa que les anima, no ya a beneficiarse del Sistema que también a hacer cuanto esté en su mano para perpetuarlo. Los privilegiados habitan en una franja horaria muy cara en tiempo, donde un automóvil puede llegar a costar cincuenta años, a los hijos se les regala décadas y en los hoteles se dejan meses de propina, al objeto de imposibilitar de facto la indeseable filtración de pobres en tiempo. Los salarios son más elevados por lo que en proporción, la vida es más placentera comparada con la franja horaria de los desfavorecidos, sirva de botón de muestra que entre ellos abundan las familias con varias generaciones y caminan despacio, todo lo contrario de quienes son pobres en tiempo; Estos últimos viven contando los minutos que tienen para ir al baño o montar al autobús, forzados siempre a ir deprisa a todos lados siendo normal que la muerte de familiares y amigos les ronde cerca. Aunque todos sufren la situación mostrando su enfado, pocos saben o pueden actuar de modo eficiente para paliar su falta de tiempo, pues quienes controlan su tiempo, que casualmente son los privilegiados, tan pronto comprueban que los ciudadanos se las ingenian para acumular tiempo suficiente como para poder vivir algo más desahogados, rápidamente les suben el precio del billete del autobús, el alquiler, el pan, la leche o el recibo del agua que se pagan en tiempo, para mantenerles en su escasead y privarles de libertad.

La genialidad de esta obra maestra del pensamiento inverso, radica en hacer evidente lo evidente: que si os pagan vuestro tiempo con dinero…¡el dinero es tiempo! Y si anidas escasos de dinero, estáis escasos de tiempo. Cuanto más dinero tienes, de más tiempo dispones para disfrutar de tus hijos, cuidar de tus padres, jugar con tus amigos; Por el contrario, cuanto menos dinero posees, de menos tiempo dispones para vivir, porque has de trabajar de Sol a Sol para poder pagar al contado sin mayor crédito que lo que eres capaz de llevar en el bolsillo. Al trabajar para otros, les entregáis lo único que poseéis de verdad: el tiempo de vuestra irrepetible existencia; A cambio, os dan unas monedas metálicas, en papel o plástico cuyo valor adquisitivo fluctúa al antojo de quienes lo pagan, de modo que, hoy debes meter dos jornadas de trabajo, para adquirir lo que hasta ayer sólo te costaba una.

La película “In Time” no podía haber llegado en mejor momento para que la ciudadanía tome conciencia de lo que ocurre en esta crisis y sobre todo, nota de las acciones justas y perfectas que realiza la pareja protagonista, fiel calco iconográfico de los cabecillas de la Banda Bader Mainhof.