¡Que se jodan!

Tras la supresión de el Debate de la Nación, fuente inagotable de anécdotas que en cascada excitan las musas de tertulianos y articulistas capaces de realizar la debida traducción simultánea del castellano inculto de sus Señorías al lenguaje coloquial de sus parroquias respectivas, las cuales a su vez se convierten ellas mismas en objeto de la debida exégesis, réplica y contra réplica, aparte de matizaciones y desmentidos a lo largo del verano, como que quien les habla, bajó la guardia en las postrimerías del presente curso por entender que la Casta Parasitaria, en esta ocasión, no estaba por la labor de ofrecernos material con el que recrearnos, cual canto de cigarra en tiempo estival.

Así de confiado, ¡yo! que me despierto y duermo oyendo el parte de guerra en la radio, ¡yo! que leo todos los días los periódicos durante el desayuno, ¡yo! que como viendo el tontodiario, ¡yo! que me meto en internet al objeto de buscar por mi cuanta la información que se nos filtra en los medios de manipulación, ¡yo! ¡Precisamente yo! me voy cuatro días de vacaciones al hermoso valle de Benasque para desconectar en medio de la naturaleza de tanta inmundicia y ¡Zas! La chusma del Congreso aprovecha el descuido para editar durante mi breve ausencia la que está llamada a ser una de las mejores perlas proferida por gentuza alguna en tan deshonroso lugar. Y es que ¡no se les puede dejar solos!

El genial Alex Grijelmo en una de sus formidables obras, no recuerdo en cual, expuso con la claridad que le caracteriza lo que muchos de nosotros pensamos sobre tan extraña expresión como es “¡Que te jodan!” porque bien entendido es un placer, de no ser, que lo que se quiera decir sea “Que te jodan contra tu voluntad” en cuyo caso, lo suyo sería sustituir la expresión por “¡Que te violen!” tanto es así, que todavía resuena en mis oídos con agrado aquella canción picarona de “Las cabras de María” donde los chicos a un lado de la mesa al unísono exclamábamos “ ¡María! Como se escapen las cabras, subo y te jodo” y ellas desde el otro lado respondían a coro sin el más mínimo rubor “ ¡Ojala! Se escapen todas, para que subas y me jodas” cuya continuación no me atrevo a reproducir, no por miedo a la SGAE, cuanto porque espante al magnánimo censor de esta sección, que enfermo le tengo al pobre con los sustos que le doy. Aunque esta vez, no por causa mía.

Es en este sentido que imprime magistralmente el autor de “El genio de la lengua” o “La seducción de las palabras” que deseo fervientemente ¡que se joda! ¡pero bien jodida! a su Señoría la Congresista Andrea Fabra; Porque a mi parecer, esta individua, no debe acudir a su trabajo como Dios manda, o sea ¡Bien follada! para proferir desde su escaño ante las cámaras para toda España un ¡Que se jodan! cuyo inequívoco significado no es, lamentablemente, el por mi referido hacia su persona, sino aquel que se denuncia por inapropiado y que dicho en finolis algunos lo sustituyen por ¡Que se chinchen! o ¡Que se fastidien!

Si la malfollada hubiera abierto los brazos y los hubiera alzado al cielo al modo en como encomendaban su virginidad las sacerdotisas romanas conocidas como Vestales, seguramente las conciencias liberales del país entre las que me cuento, estaríamos alabando su intervención, por cuanto la gente está muy necesitada de joderse entre sí con el poco tiempo que resta para la conciliación familiar – y menos que va a quedar ahora que vamos a tener que trabajar y hacer las compras los días de descanso – y las pocas ganas que les quedan a quienes deben reservar sus energías para sobrevivir con la pensión, la prestación o en el muy jodido paro.

Pero no ha sido el caso. La muy jodida, puso cara de desprecio en el momento de gritar “¡Que se jodan!” dirigido sin lugar a dudas a esos parados que se quedan sin prestación, “¡Que se jodan!” a los funcionarios que ven esfumarse los días de libre disposición y la paga extra de Navidad, “¡Que se jodan!” a los jubilados que se les reduce de nuevo su pensión, “¡Que se jodan!” a los familiares de personas dependientes que ven eliminadas las ayudas, “¡Que se jodan!” los enfermos crónicos que han de pagar de nuevo las medicinas, “¡Que se jodan!” los transportistas que habrán de abonar en breve los peajes de las autovías construidas con nuestros impuestos, “¡Que se jodan!” los hijos de los asalariados en aulas hacinadas por reducir las plantillas docentes en Colegios e institutos públicos, “¡Que se jodan!” en definitiva todos los ciudadanos que desde el primero al último habrán de dedicar más de un quinto de su sueldo a pagar el IVA de los productos que diariamente necesita para subsistir. “¡Que se jodan!” “¡Que se jodan!” “¡Que se jodan!”

Llegados aquí, viene como anillo al dedo aquella sabia reacción de Don Camilo cuando tras ser amonestado durante una sesión del Senado por estar dormido, precisó que “No estoy dormido. Estoy durmiendo. Porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo” pues es evidente que mientras el pueblo está muy jodido, Congresista como Andrea Fabra, lo están jodiendo.

Sociedad Icónica

Por culpa de esa mentalidad optimista que promete el Cielo en Religión, un Estado justo y perfecto en Política, una nueva experiencia en el Arte, desarrollo continuo en la Ciencia, por no citar al mal entendido Darwinismo y su “Teoría de la Evolución” que de evolución tiene tanto cuanto la “Teoría de Relatividad” tiene de relatividad y que sólo el Happy End Hollywoodiense es capaz de garantizar en el cine, hemos llegado a creer que mientras se arranquen hojas al calendario, todo va bien, haciendo oídos sordos al aforismo ¡Todo tiempo pasado fue mejor! pues está de moda atribuir al futuro todas cuantas virtudes antes se proyectaban hacia atrás, postura mucho más lógica desde una perspectiva temporal, pues como en la vida misma, el futuro es sinónimo de muerte mientras al comienzo de nuestros días despertamos a la Existencia, aunque bien es verdad que no desde la concepción de la filogénesis que atribuye a la especie caminar por una dorada vía ascendente hacia su sublimación.

Y mira que la Historia nos advierte de procesos de involución, aunque sea muy discutible el adjetivo para designar la caída del Imperio Romano y la entrada en la Edad Media. Empero, sí hemos de reconocer que estos recorridos inversos en la singladura de la civilización se han dado, verbigracia, la pérdida de la escritura de todo un pueblo como el cretense, o el casi por entero olvido del conocimiento recogido en los jeroglíficos egipcios por mucho empeño que los sacerdotes de los templos pusieran para conservarlos después de pasados 3.000 años.

Estos retrocesos de la humanidad o parte de ella, siempre me habían llamado la atención originando cierto desasosiego intelectual, pues hijo de mi tiempo, no podía concebir de qué manera toda una sociedad podía perder bienes tan preciados y útiles para su subsistencia. Sólo cataclismos como el acontecido en la Atlántida con cuyo relato Platón buscaba advertir de este particular, o accidentes como la quema de la Biblioteca de Alejandría, daban respuesta al interrogante, sin percatarme de que cuanto pasados los siglos observamos como un fin repentino, fue en verdad un desenvolvimiento de pequeños cambios, apenas notados por quienes los vivieron cuando acontecieron.

Alfred Loisy advirtió, no sin razón y cierta guasa que “Jesús anunció el Reino de Dios pero lo que llegó fue la Iglesia” Pues bien, algo parecido nos ha sucedido a nosotros durante la presente generación, a saber, que se nos hablaba de continuo de la llegada de la Sociedad de la Información, de la Sociedad de la Comunicación, de la Sociedad del Conocimiento…y a lo que verdaderamente estamos asistiendo, es a la Sociedad del Espectáculo, del escaparate y pasarela, la Sociedad de la Imagen y hemos llegado ya a la Sociedad del Icono que creo es el punto de inflexión para retroceder de nuevo al analfabetismo general.

Se suponía que la Sociedad de la Información trataba de una mayor y más fluida accesibilidad de la ciudadanía al caudal de datos relevantes para la supervivencia del individuo y de la comunidad en la que vive; Que la Sociedad de la Comunicación estrechamente relacionada con la anterior versaba sobre una forma de articular a las gentes en torno al poliglotismo, la habilidad para manejarse en distintos registros idiomáticos, aumentar la capacidad de empatía entre los interlocutores, etc. Sin embargo, ello se ha traducido en una Sociedad de los Medios que atiborran de noticias carentes de interés más allá del morbo y el entretenimiento a su audiencia que cuando no está aturdida por el secuestro de un niño en Oklahoma, anda entretenida chateando en un foro, o compartiendo fotos en las redes sociales; Todos esperábamos que la Sociedad del Conocimiento consistiera en que la educación hubiera alcanzado tal cota entre nosotros, que este, el conocimiento, fuera lo más apreciado entre la gente, la cual sabría aplicarlo en asuntos prácticos para ayudarse a evitar en lo posible el trabajo y aumentar su desarrollo integral como persona en el ámbito familiar y social, mas el saber al que se le ha dejado acceder a la mayoría mayoritaria, ha sido aquel que hace de la realidad un espectáculo, o sea, un Reality Show que suscita la curiosidad de querer saber, mas de modo cotilla, sin esfuerzo, picoteando, una línea aquí, un renglón allá, que le forme para convertirse en todo un campeón del juego ratonil de los quesos. Pero nada más ¡que le raya! Todo lo cual, nos ha envuelto en la Sociedad del Espectáculo ya denunciada por Guy Debord, donde las personas se comportan como maniquíes en un escaparate, unos por puro narcisismo encantados de que les contemplen, otros porque no les queda otra que ejercer como tales para disfrute de la clase pudiente como ocurre en las pasarelas de moda donde se diferencia bien la señora que es rica, de la que está rica; Muy de la mano, o mejor dicho, de la vista nos ha tocado asistir a la Sociedad de la Imagen, donde rigen los patrones de belleza, moda, estilo de vida, marca de calzoncillos que hemos de llevar y la tableta de chocolate que algunos hace tiempo hemos escondido entre pan y pan bajo varios bollos de mantequilla, configuración idealizada que como nunca tiraniza la realidad real con la que entra en conflicto mil veces más virulentamente que aquellas novelas rosa con las que se distraían nuestras abuelas. Pero el daño que todo esto pueda ocasionarnos como comunidad humana mientras no nos acostumbremos a las nuevas formas de vida con las que nos hemos dotado, es comparable con el riesgo que para nuestro desarrollo supone continuar por la senda de la galopante iconización a la que estamos asistiendo en todos los órdenes de la Existencia cotidiana y que nos dirige al último estadio de la deriva: a la Sociedad del Icono.

Si nunca han faltado pensadores que han relacionado la práctica religiosa con el mantenimiento del orden público, tampoco faltan quienes unen una buena educación con la innecesaria presencia policial para mantenerlo. Algo semejante podría deducirse respecto a la capacidad simbólica y representativa global de una determinada población, que cuanto más educada esté, menor será la necesidad de que todo se le advierta por iconos. Y que cuanto mayor sea su capacidad simbólica-comunicativa, menor será su necesidad de andarse con dibujitos para los que ya tiene conceptos y significados debidamente articulados.

En estos tiempos en los que los niños se educan solos frente al televisor – está claro que mientras sus dos esclavos padres cumplen con la condena de trabajos forzados no pueden hacerlo y en clase, un profesorado carente de vocación que accede a la nómina vía oposición tampoco es su cometido estipulado en el convenio docente firmado por el Misterio de Educación – evidentemente alguien les tiene que decir esas cosas que se aprendían desde crio como “Cede el sitio a una persona mayor” “No pongas los pies en el asiento de enfrente que luego alguien se tendrá que sentar” “No tires la lata al suelo” “Agárrate si no quieres caerte” “Esto es una escalera” que ahora en cambio es preciso señalar con dibujitos en los autobuses donde dentro de poco habrá tantos iconos que necesitaré todo el viaje para descifrarlos.

La moda de las imágenes en lugares públicos viene de antiguo, sin ir más lejos el Código de circulación. Pero hemos llegado a tal extremo, que más que ayudar pueden generar confusión como ese asiento en el que hay dibujada una embarazada ¿Qué significa? ¿Qué al sentarse ahí te quedas embarazada? ¿Qué es un asiento para señoras gordas? Dentro de poco, la gente con prisa, saldrá corriendo por la puerta de emergencia, pondrá una X con espray en el lomo de su perro para entrar en bares y restaurantes, se parará ante las puertas que deba empujar o saludará al vestíbulo, etc.

Yo no sé donde vamos a llegar con los iconos en los espacios públicos o con los emoticonos en las conversaciones de internet. Pero el éxito de las imágenes insertas en los paquetes de cigarrillos para desalentar el consumo de tabaco, me hace sospechar que la técnica va a multiplicarse y en breve veremos hojas de la declaración de Hacienda con una estampa de un calabozo sin necesidad de lema de cuatro palabras – el máximo que un analfabeto funcional puede retener como bien saben los publicistas – De lo que estoy seguro, es que por aquí vamos bien para dejar de leer y escribir, el mejor modo de mantener a la población sin capacidad de reacción y aún sin ganas de reaccionar, salvo para obedecer los estímulos visuales que le rodean.

Porque nos horrorizamos de los típicos carteles con las efigies de los dictadores socialistas que presiden desde lo alto todos los ángulos de los principales espacios públicos en sus países, pero bastaría ponerse a contar los letreros de Coca Cola que inundan nuestras calles para tomar conciencia que estamos viendo la paja en el ojo ajeno y plantearnos seriamente una acometida iconoclasta como la que en su día se emprendiera bajo los auspicios del Emperador Bizantino León III, sólo que en esta ocasión, los Santos y las Vírgenes, lo son todavía menos.

Eufemio e infamia

Si al Gobierno de Zapatero le costó lo suyo reconocer que habíamos entrado en una crisis, al recientemente estrenado Gobierno de Rajoy , no le va mejor con lo de la recesión y eso, que deberían haber tomado buena nota en la oposición, de los trastornos que ocasiona no llamar a las cosas por su nombre en un pueril intento por disfrazar la realidad con ánimo de ocultársela a los ciudadanos que la padecen y saben de ella al margen de infames eufemismos.

Tiempo le ha faltado al nuevo Ministro de Economía De Guindos, para que de sus labios escuchemos esas fórmulas tan almibaradas como “desaceleración de la economía” o “crecimiento negativo” de triste recuerdo en sus antecesores a quienes se fustigó por no hablar claro a los españoles. En consecuencia, mucho me temo que de no intervenir pronto la RAE, el fenómeno irá a mayores durante la legislatura entrante, corriendo todos el riesgo de que su práctica se extienda entre la ciudadanía, que como se sabe, es dada a mimetizar los comportamientos mediáticos de nuestros representantes, al objeto de que, aunque sea a posteriori, realicen bien la función para la que han sido elegidos.
Ya podemos ir preparándonos entonces para deshablar con soltura, cuando nuestros hijos traigan sobresalientes inversos al objeto de evitar tenerles que acariciar de forma ingrata la cara o cuando ya sean mayores, verles marchar de casa por turismo laboral; entender las nuevas gratificaciones positivas en el recibo de la luz, los incrementos pasivos no deducibles de la tarifa telefónica o el remanente estable compensatorio del impuesto de aguas y basuras; asimilar la bajada alcista de los precios en el supermercado; la suma menguante del poder adquisitivo de las pensiones; aceptar como irremediable la subida en picado de la economía; dar por bueno el mantenimiento salarial de los funcionarios; Etc. Como ya nos hemos acostumbrado a llamar ajuste al recorte, copago al sobre pago, flexibilidad laboral al despido improcedente…

Curiosamente, creo no haber sido el único en apreciar como positivo el extremo tacto de vuestro Rey Don Juan Carlos, quien en su discurso Navideño tuvo el detalle de hablar de “desempleo” cuando el Tontodiario no deja de llamarlo “Paro” celo terminológico que achaco al posible barruntamiento personal de que su familia al completo sea enviada a la cola del INEM a raíz de lo descubierto en el caso Urdangarín.
Con todo, de triunfar esta forma de comunicación, se me ocurre que podríamos utilizarla en beneficio de la libre expresión para favorecer mensajes que en el modo habitual seguramente serian objeto de querella criminal, como por ejemplo: Va siendo hora de tomarnos muy en serio acometer la apropiación impropia de las entidades financieras, o extraerles entre ceja y ceja una bala a cuantos canallas nos han llevado a esta situación.

Pero me parece infamante de parte de nuestros gobernantes, querernos engañar con eufemismos, no tanto por mentirnos y buscar el modo de mantenernos ajenos a la verdad, que por decirlo de algún modo, va en el cargo, cuanto por hacerlo con eufemismos que para nada lo son cuando en lugar de sonar mejor que lo que sustituyen en el lenguaje, toman la forma de abierta burla para el auditorio que la escucha. Porque un eufemismo es decirle “aire” al “pedo”, “váter” al “retrete” o “deponer” al “cagar” sin ánimo de ocultar al interlocutor la realidad semántica de su significado, cosa muy distinta de lo que sucede con la jerigonza manejada por los políticos y extendida con gusto por los periodistas, cuya finalidad es procurar que el Pueblo en la coyuntura actual, no se entere de la Alta Traición que se está cometiendo con su Soberanía de modo transversal.

Los ricos también se indignan

Experimentando con el lenguaje, de escolares, descubrimos como pronunciar reiteradamente ciertas palabras familiares verbigracia “pan” o “casa”, las mismas acaban perdiendo su significado volviéndose del todo insulsas a nuestras mentes, donde hasta iniciarse el proceso inflacionario de su repentino desgaste semántico, operaban como de costumbre con su denotación y connotación. El fenómeno tiene sencilla explicación: mientras las primeras veces el cerebro trabaja como de costumbre ofreciendo sus significados explícitos e implícitos, pronto deja de hacerlo inteligentemente dado que no hay información nueva que aportar ni por texto ni por contexto, de modo que se desactiva casi por entero su decodificación dejándonos sólo con su materialidad sonora que al final es de lo único que somos conscientes recibiendo del cerebro lo mismo que le damos, que no es tonto que digamos.

En principio, los integrantes del 15-M pueden sentirse muy orgullosos de haber rescatado para el vocabulario mediático el término nada usual de “Indignado” para hablar del malestar ciudadano al que se aludía como descontentos, alborotadores, radicales, incontrolados, antisistema…Pero que se anden con cuidado, que pueden morir de éxito. Nunca como hasta ahora, había oído en boca de periodistas, políticos o economistas, ni visto escrito en titulares tantas veces la palabra “Indignados” para describir problemas sociales, altercados urbanos, revueltas juveniles, protestas políticas internacionales y calificar como tales a estudiantes en huelga, ciudadanos en las calles de cualquier ciudad, pasajeros que se quedan en tierra por sobre-venta de billetes, Etc. De pronto, todo el mundo está indignado, los estudiantes chilenos, los gamberros ingleses, los jóvenes israelitas, los vecinos de Lloret de Mar, los futbolistas, los ateos con la Iglesia, la Iglesia con el Gobierno, el Gobierno con Merkel, Merkel con Europa y Europa consigo misma por ser incapaz de dar una respuesta común cuando hace falta.

La singular marcha triunfal del vocablo se empezó a detectar cuando el Presidente de la CEOE declaró sorpresivamente en rueda de prensa, que los empresarios también estaban indignados; Un poco más y casi se anima el banquero Botin durante una entrevista, quien sin embargo, se debió morder la lengua para quedarse sólo en su comprensión para con los Indignados, aunque para entonces ya se escuchaban rumores de indignados con los “Indignados”…Desde aquel conmovedor instante, la licencia de la indignación nunca ha estado tan barata. Me extraña que Gadafi no esté indignado con los rebeldes y que los rebeldes conserven tan arcaica denominación cuando los tiempos imponen la etiqueta de “Indignados libios”

En este orden de cosas, creo que la “Indignación” ha alcanzado su cenit a propósito del arranque de sinceridad, no exento de mérito moral y reconocimiento filantrópico a manos del segundo hombre más rico del planeta según la revista Forbes – que no se entere Arguiñano – Warren Buffett quien ha declarado pagar en términos porcentuales, muchos menos impuestos que cualquiera de los miles de empleados que tiene en nómina, como paso previo para exigir de la administración Obama que suba los impuestos a las rentas más altas y dejen de mirar a los más ricos antes de tomar cualquier decisión como ha estado haciendo el Congreso desde la llegada de Ronald Reagan. En su opinión, la subida de impuestos a los ricos no desanima la inversión, pues tras sesenta años de tratar con inversores, no conoce a uno que deje de invertir por no pagar impuestos y si en cambio por dejar de ganar dinero. Pues bien, su inteligente discurso proveniente de un experto en finanzas a quien el éxito ha acompañado, en vez de calificarse como acertado, concluyente, meritorio, reconfortante, esclarecedor, aplaudido, diligente, resolutivo, factible, elocuente, varapalo para el Neoliberalismo…los medios de comunicación han elegido ¡Cómo no! el adjetivo de moda y lo han calificado de Indignado.

No está mal. Pero creo que los verdaderos Indignados deberían ir pensándose muy seriamente la posibilidad de registrar en el derecho de propiedad intelectual el uso del término Indignado reservado únicamente para cuantos participen de sus movidas y si es necesario, hasta se podría hablar con los Cacos de la SGAE para proteger su imagen y manipulación.