Del sueño a la pesadilla


Pese a ser su coetáneo, Calderón ninguneó la Duda cartesiana para distinguir lo real de lo irreal en metafísica evanescencia poética preludiando la inhibición romántica de la angustia existencial de su personaje Segismundo guiado por el diablillo que engaña a la conciencia haciéndola creer que “La Vida es sueño” pero no el “Sueño de una noche de verano” shakespeareana, más bien el de la Razón goyesca que derrotada por “La siesta de un Fauno” mallameana, desesperada ve el mundo al revés como José Agustín Goytisolo en el “Lobito bueno” donde el pirata es honrado y la bruja hermosa, versión magistralmente retorcida del “Ahora que vamos despacio” contemplando como los monstruos razonan.
El cerebro humano, indistintamente de lo tonto que sea el individuo que lo posea, piensa por su cuenta para defenderse de la alta probabilidad de haber ido a parar a un sujeto incapaz de procurarle felicidad y muy al contrario no evitarle dolor ni sufrimiento. Al margen de todos sus vicios, necesidades, ambiciones y claves motivadoras que pudieran interferir en su bienestar psicosomático, se las ha apañado durante millones de años para obligarnos a descansar. A tan inteligente medida como que nos entre el sueño le debemos ser sociales, porque no somos sociales por naturaleza como dejó sentado Aristóteles, sino ¡porque dormimos profundamente! lo que convirtió en imprescindible la cooperación en las tareas de vigilancia y la confianza mutua para no despertarse con el susto de verse degollado por el vecino, por no mencionar que en el peor de los casos de explotación laboral, a lo más que se les pueda hacer trabajar a los esclavos sea 16 horas diarias.
La mayor parte de la gente incluido usted, es tonta, porque no hace caso a sus cerebros que en gran proporción son muy inteligentes. En su inteligencia, cuando las cosas se ponen feas por el imbécil de dueño que le ha tocado soportar en esta vida, el cerebro da las órdenes oportunas para desenchufarse de la conciencia esquivando cualquier impresión negativa que le hiciera odiar el mundo y la existencia; es lo que conocemos como estado de coma.
Y no es que el hipotálamo sea un viva la virgen. ¡Ni mucho menos! La mayor parte del tiempo acepta el dolor como algo bueno que debería poner en alerta al sujeto sobre un particular que no le conviene. Pero de ahí a hacerse mártir o masoquista para bienaventuranza del Alma y placer del libertino respectivamente, pues como que no está por la labor interviniendo la parte no demente de la mente derivando al inconsciente lo que la conciencia no sabía administrar adecuadamente.
Vivimos una época de pesadilla en la que los anuncios más avanzados en venta inmobiliaria pagan al comprador por quedarse una casa que le regalan bajo compromiso de poner la propiedad a su nombre con tal de librarse de la hipoteca; donde los licenciados se matan por trabajar gratis durante años con tal de poder presentar en su currículo alguna experiencia laboral antes de cumplir los 30; en la que se persigue a quien paga a su pareja para casarse y obtener así la nacionalidad y sin embargo quien lo hace a un propietario de un piso se le facilita legalmente; un momento en que los gobernantes que se supone han de trabajar para el bien del pueblo al que dicen representar, actúan en su contra sin que les pase absolutamente nada pudiendo pasear tranquilos sin miedo ni perjuicio, cuando jamás fue así en la historia donde siempre han habido intentos continuos de deshacerse de los tiranos.
La vida democrática de las personas, es un suceder de días legislativos que pasan sin pena ni gloria diferenciándose poco del de los animales: durante su tiempo de vigilia, se procura el alimento, evita serlo de otros, busca cobijo, procrea…o sea, se mantiene vivo que no es poco; cuando duerme, parece estar inmóvil, ausente, impasible, casi muerto y sin embargo, en su interior parece gozar de una libertad que extraña cuando cree estar despierto. Sólo de sobrevenir una pesadilla, el cerebro despierta al sujeto y suele hacerlo bruscamente, aviso.