Menuda camarilla

El Tribunal Supremo ha confirmado una sentencia del 2007 de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife que obliga a un particular a retirar las cámaras de seguridad que había instalado porque invaden la intimidad del vecino.

En principio, la normativa que regula la instalación de cámaras de vigilancia es muy clara al respecto: Los dispositivos no pueden filmar un radio superior para el que se ha permitido observar. Como bien dice la sentencia, la medida adoptada por Gunter R. para vigilar su domicilio no era proporcionada para el fin pretendido de seguridad, ya que para garantizar esta se invadía la intimidad de otras personas, pudiéndose haber instalado las cámaras de forma que no grabaran las puertas de la casa colindante.

En España, hay más de 70.000 cámaras de vigilancia registradas, toda una gran hermandad de mirones destinada al chantaje y la extorsión ciudadana, por no hablar de evitar las merecidas represalias que muchos de nosotros tendríamos a bien emprender contra los organismos oficiales, las grandes marcas, las aseguradoras y las entidades bancarias que bien juntitas unas de otras con la excusa de la seguridad, tienen filmados más metros cuadrados de nuestras aceras que el GPs y Google juntos.

Pues bien, el otro día, me percaté del curioso detalle de que, las cámaras de los cajeros en vez de enfocar hacia adentro, lo hacen hacia afuera. Por supuesto no he descubierto gran cosa…el asunto es ¿Es legal? En mi opinión ¡No! Los motivos, son los mismos que se han esgrimido en la sentencia anterior; Habrá quien justifique la medida aduciendo que por motivos de seguridad, la cámara ha de enfocar hacia la calle para ver el rostro de quien accede a la oficina, ¡como que quién la va a hacer, no sabe que ha de ir con la cara tapada; Si al menos hubiera otra cámara enfocando hacia el cajero, es posible, que me creyera eso de estar colocada por la seguridad de la entidad bancaria y del usuario. Lo normal, digo yo, es que la cámara vigile su propiedad, o sea, el interior del cajero y el cajero mismo. Entonces, -alguien dirá- que sólo se le filmaría de espaldas a quien cometiera un acto vandálico; Bueno, eso sucedería si se marchara caminando de espaldas, cosa que en el caso anterior, también podría suceder, pero a la inversa.

Se dice, se comenta…que varias empresas de seguridad dedicadas a instalar alarmas y cámaras de videovigilancia fueron fundadas con capital proveniente, de las caídas dictaduras de Chile y Argentina por medio de agentes del DINA y AAA cuyos antiguos miembros y descendientes, todavía son sus máximos accionistas. Pues bien, aunque la ley de protección de datos es muy cauta en cuanto al uso y servicio que han de ofrecer las imágenes captadas, las denuncias de ciudadanos recibidas en la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) se doblaron alarmantemente el pasado año, según su Director Artemi Rallo, porque entre tanto material, es muy goloso saber quien va con quién, dónde, cuando y qué hacen…

Etiquetas inteligentes

espia

Algunos somos de la opinión de que, mientras la humanidad crece, la inteligencia permanece constante, lo que no es óbice, para asustarse cada vez que vemos asociado el término a realidades distintas de la humana, sean estos los Servicios Secretos, programas informáticos, edificios, bombas, o ahora las etiquetas, pues no hay ocasión que así suceda que tras su eufemismo, no se escondan poderosos mecanismos para coartar nuestra ya escasa libertad.
Antesdeayer, la Agencia para la Protección de Datos y el Instituto de Tecnología y Comunicación hicieron pública una guía muy útil advirtiendo a la población de la alarmante proliferación de las Etiquetas de Identificación por Radio Frecuencia o para los que no sepan castellano, conocidas internacionalmente por las siglas RFID cuyo uso se ha generalizado en comercios para un mejor control de productos y mercancías, tarjetas de transporte público, de acceso a zonas restringidas, de crédito y que en breve se extenderá en el área sanitaria para el seguimiento de pacientes hospitalizados o necesitados de asistencia externa, marcado de mascotas, recién nacidos, empleados durante su jornada de trabajo…
Sucede que estos dispositivos que parecen inocentes pegatinas junto al código de barras, a las que no damos mayor importancia, de no ser adecuadamente desactivadas, tienen la propiedad de permitir el detallado seguimiento de cualquier ciudadano, almacenar en un banco de datos sus movimientos, tenerle localizado allá a donde vaya, archivar su historial, información que entre otras cosas, puede ayudar a conocer a empresas y gobiernos los auténticos usos, rutinas y costumbres de la población, cosa que en palabras de estos dos reputados Organismos, pone en serio riesgo nuestra seguridad e intimidad con solo llevar de paseo un libro, un calzado, o una libreta de ahorros.
Lo que resulta curioso, no es el potencial uso indebido que de este artilugio se realice, sino el nombre con el que mediáticamente se ha bautizado al mismo. Hace tiempo que los consumidores veníamos reivindicando las Etiquetas Inteligentes, o sea, aquellas donde figurasen todos los elementos relevantes a la hora de informar a la clientela sobre las propiedades, ingredientes y advertencias al objeto de propiciar un consumo inteligente en el que el consumidor tenga acceso inteligible de lo que está adquiriendo, porque es muy sospechoso que mientras las autoridades sanitarias, el Ministerio de Industria, y los legisladores permiten, consienten, e incluso animan la publicidad a todo volumen y en letras gordas, productos con Omega 3, bífidus, Ph neutro, y características como Oxiaction Cristal White, no obligan a identificar con un distintivo claro y visible los alimentos transgénicos o que contienen sustancias peligrosísimas para la salud, basta con que en letra más canija que la que te dan a firmar en la hipoteca de un Banco, ponga entre paréntesis Maíz modificado genéticamente,

Es probable, que la publicación de esta verdadera información, no le haya hecho gracia al Ministro del Interior Rubalcaba, pero la seguridad ciudadana va mucho más allá de la lucha antiterrorista, porque lo que a los ciudadanos verdaderamente nos aterra, es vernos sometidos a todas horas a vigilancia en detrimento severo de nuestra libertad. Más que nada, porque a todos nos gusta que nos miren, pero a nadie agrada que le observen.