CIErren ¡Ya!

Mañana Miércoles y pasado Jueves, el Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación Racial, estudiará para nuestra vergüenza colectiva, el duro informe que la Asociación Española para el Derecho Internacional de los Derechos Humanos les ha remitido revelando que durante el año 2009 sufrieron privación de libertad en los nueve Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) existentes en España, un total de 16.590 personas, de las cuales 8.935 fueron expulsadas del país. Ello supone que cuando menos, en la mitad de los casos, la detención administrativa ha sido violatoria del derecho a la libertad y a la seguridad personal que proclaman tanto la Constitución Española como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de aplicación necesariamente contraria al artículo 5 de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial.

El informe del organismo internacional también recoge las condiciones inhumanas de internamiento que sufren todas las personas extranjeras afectadas, víctimas frecuentes de abusos y malos tratos que atentan claramente contra su dignidad y seguridad, convirtiendo a dichas instalaciones en auténticos campos de concentración donde personas que no han cometido delito alguno se hallan más desprotegidas que en un centro penitenciario. Por todo ello, sus máximos responsables llaman al cierre inmediato de estos centros inhumanos e insiste en que España debe ratificar urgentemente la Convención Internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares.
Pero no nos hagamos ilusiones. Los criminales que nos gobiernan y quienes aspiran a sucederles, lejos de corregir la situación, antes exigirán el cierre de Guantánamo a los EEUU, darán lecciones morales a la Cuba de Fidel, conminarán a los países árabes a respetar los DDHH, en la confianza de que esos mismos espectadores que en el cine se negarían a bajar el pulgar en el circo romano pidiendo la muerte o jamás de los jamases ayudarían a los nazis a perseguir a los judíos, ahora, con toda naturalidad aplaudan su proceder fuera, mirando así para otro lado y les dejen hacer con los extranjeros lo que hace tiempo se viene haciendo con los presos FIES intramuros, porque ya se sabe: ¡Ojos que no ven, corazón que no siente! Y al tiempo que todo esto sucede, se le exige a Batasuna que condene la violencia…

La escolta ¡que la lleven ellos!

http://www.youtube.com/watch?v=ohR4vIO56Dc

La enésima muerte de una buena ciudadana como la joven Cristina Estébanez en Barakaldo, a manos de su agresor habitual, ha provocado la reacción inmediata, también habitual, del político de turno, en este caso del Consejero Vasco de Interior Rodolfo Ares, quien apresuradamente, como si el asunto le cogiera por sorpresa, ha dispuesto asignar escoltas a cada una de las mujeres en riesgo de sufrir la violencia machista en la CAV.
Sin embargo, hartas de esta reiterada panoplia político-jurídica-mediática consistente en garantizar los derechos legales de los maltratadores, mientras se pronuncian grandilocuentes discursos contra la violencia de género y se lleva la cuenta de las muertas del mes y del año como si de resultados deportivos se tratara…varias asociaciones feministas como Clara Campoamor por boca de su Presidente Blanca Estrella, han puesto el dedo en la llaga al censurar que «Colocar escoltas a estas mujeres es privarlas de libertad. A quienes tienen que controlar es a los agresores, no a las víctimas (…) No se puede legislar ni tampoco tomar medidas como la de las escoltas sin escuchar lo que opinan las mujeres, las asociaciones y quienes llevamos años trabajando en esta área»
Ya lo decía Adela Cortina en su célebre “Ética mínima” que dos no pueden decidir lo que es mejor para un tercero, sin contar con el parecer de este último. Efectivamente, deberíamos escuchar más a menudo a las mujeres maltratadas no sólo para saber de sus tragedias vitales y consolarlas cristianamente, sino también para tomar buena nota de cuáles son sus demandas, necesidades y preocupaciones. Por poner un ejemplo, la mejor síntesis del malestar que siente el colectivo la he hallado en boca de una victima que se esconde tras el nombre de Begoña y que a modo de queja exclamó en una entrevista concedida al diario Deia “La escolta ¡que la lleven ellos! Ofreciendo de modo tan abrupto quizá la mejor solución al problema.
Y es que es verdad. Estamos tan acostumbrados a poner escoltas y guardas de seguridad a las personas que sufren algún tipo de amenaza o a los locales susceptibles de sufrir algún ataque, que sin meditarlo como es debido, automáticamente aplaudimos que se ponga escolta a ciudadanas que sufren maltrato machista. Cosa que estaría bien si fuera el caso de que los agresores escogieran al azar a sus víctimas o que estuvieran organizados para zurrar por intercambio a sus respectivas parejas imposibilitando a la policía y a sus víctimas saber dónde cuándo y quién les va a dar el próximo puñetazo en el ojo o la siguiente cuchillada que le lleve al hospital. Pero no es el caso. En la violencia contra las mujeres, victima y agresor se encuentran en una íntima relación cuya secuencia causa-efecto no precisa de la brigada científica ni de la intervención del CNI para saber quién acabará presuntamente muerta y quién será su potencial asesino, por lo que resulta muy extraño que la escolta se la pongan a ellas y no a ellos, como también es curioso que sean ellas las que deban esconderse en pisos de acogida mientras ellos muy chulitos siguen en el barrio paseando su cuerpo serrano sin que nadie les haga saber que allí vive gente decente; Casi ocurre lo contrario: la buena gente suele disculparles ¡Pobre hombre! ¡Qué no habrá tenido que aguantar! y les reverencia ¡Ole sus cojones! mientras sobre ellas se cierne la sombra de la sospecha ¡Algo habrá hecho! ¡Seguro que se lo merecía! ¡Es que hay algunas! Porque la gente sencilla, opera con márgenes intelectuales muy reducidos y si observan que ellos andan sueltos tan tranquilos, en su entorno, sin vigilancia, mientras ellas desaparecen del lugar siendo tratadas como delincuentes, no dudan en juzgar con rapidez la situación y actúan en consecuencia.

Fuerza, Violencia y Terrorismo

http://www.youtube.com/watch?v=Y8hqDbRzhuY

Gracias a Ares, Dios de la Guerra que tuvo como hijos a Fobos (miedo) y Deimos (terror) y no a Marte al que G.Holst dedicó una enérgica composición, mucho se ha escrito del correcto empleo de la Fuerza, el fenómeno de la Violencia y la detestable aparición del Terrorismo, como para que yo me ponga ahora a redefinir sus términos más de lo que ya se ha hecho por autores mucho más autorizados en la materia y organismos con conocimiento de causa sobre los mismos de la que carezco. Y sin embargo, me veo obligado a ello para situar al lector en las coordenadas precisas que posibiliten interpretar adecuadamente mi particular pensamiento, pues ni durante los estudios de ética, ni en cotidianas lecturas de hemeroteca, siquiera investigando con profusión las distintas fuentes que históricamente han versado sobre el asunto, he tropezado con una descripción limpia y sencilla que se acomode a mi perspectiva. A falta de un consenso internacional de las Naciones Unidas para determinar el sentido denotativo de la voz Terrorismo y ante la clamorosa insuficiencia mostrada en nuestra propia casa idiomática por la RAE, al decir en su primera acepción de la expresión que Terrorismo “es dominar por el terror” y en su segunda acepción “sucesión de actos de violencia para infundir terror” parcas en contenido, torpes en su aplicación y nada elegantes al introducir la raíz del propio término a definir en su definición, como digo, no me queda otra que, dar a conocer mi propia formulación de qué entiendo por Fuerza, Violencia y Terrorismo.

Recomendable es en ocasiones, para conocer una cosa indeterminada, comenzar a mostrar su significado en contraste con lo que no es, difícilmente la blancura podría predicarse de lo blanco si no conociéramos más color que este. Comenzaré entonces esclareciendo que Fuerza y Violencia se relacionan entre si como el boxeo con una pelea callejera, el empleo de la Fuerza requiere inteligencia, adiestramiento, control, reflexión, estar supeditada a fines ajenos a su propio desarrollo, de modo que su ejecución nunca es espontánea, ni acto reflejo, pese a poderse disponer de ella en todo momento por estar en permanente estado de alerta para salvaguardar un estado ordenado, sea este de la conciencia individual o de la estructura social, pudiéndose guiar por la justicia o la injusticia no siendo la moral requisito necesario de su distinción. En cambio, la Violencia no demanda el concurso de inteligencia, adiestramiento, control, reflexión, ni estar supeditada a fines ajenos para su propio desarrollo, aunque pueda valerse de todo lo anterior como base de su proyección, dado que, si bien puede haber Fuerza sin Violencia en sentido técnico, no puede haber Violencia sin Fuerza en sentido físico. Y aunque a la mirada superficial de los hechos pudiera confundirse el plano superpuesto de ambas realidades, lo cierto es que, la Violencia cuando genuinamente es tal separada de su concomitancia dependiente de la Fuerza, aparece de forma abrupta, súbita, incontrolada sin seguir otro trazo que el previamente dispuesto por la circunstancia que le obliga a discurrir como buenamente puede toda vez se ha visto emergida cual efecto tan veloz en su recorrido como breve en el tiempo en el que discurre. Por decirlo de algún modo, la Fuerza es acción Violenta sistemática ejercida con poderío duradera en el tiempo y en el espacio, mientras la Violencia es efecto de una Fuerza espontánea sin otra finalidad que su propio desahogo en un espacio y tiempo concreto. Como consecuencia de todo ello, preferimos ser fuertes a violentos, idéntico motivo por el cual, nuestros ejércitos son Fuerzas Armadas, la Policía Fuerza de Seguridad, la OTAN en el peor de los casos Fuerza de ocupación o Fuerzas Especiales, mientras a los enemigos se prefiere identificarlos como violentos para negarles todos los matices relativamente positivos comentados a la vez que se les endosa las cualidades relativamente peyorativas de su adjudicada condición. Mas, hemos aquí que, entre la confusión de Fuerza con Violencia y la inflación semántica de las palabras, se ha requerido mediáticamente del empleo de un término más grandilocuente para que todos tengamos claro quiénes son violentos de modo sistemático, premeditado, racional, con conocidas finalidades y el largo etc de características enunciadas para la Fuerza pero esta vez bajo un retorcimiento perverso de su instrumentalización; esta nueva voz híbrida que habita el nicho léxico entre Fuerza y Violencia fruto de la ingeniería política y de la manipulación mediática, es lo que se conoce como Terrorismo.

Así entendido, el Terrorismo goza de todas y cada una de las propiedades que conforman de una parte a la Fuerza y de otra a la Violencia, lo que permite al Terrorismo y a los terroristas ser juzgados con un plus de maleficencia distinta de la benevolencia con la que la inocente frescura natural de los sujetos y pueblos que actúan con Violencia y Energía, encandiló a las distintas sensibilidades fascistas del primer tercio del siglo XX. Quizá, aún con todo, de esta amalgama ambivalente habríamos de introducir una plomada que desequilibre la balanza semántica, más en un sentido que en otro, para garantizar que las conciencias no dejen de reconocer el fenómeno donde se quiere que se reconozca, empero, sin posibilitar a su vez su deslizamiento lógico en aquellos casos que no conviene que lo haga. Este elemento regulador no ha de estar relacionado ni con aspectos ético-morales, ni con la perspectiva desde la que se contemple, sino con el tamaño aparente de los mismos, pues generalmente se habla de Terrorismo ciñéndose a grupos pequeños, reducidos en número, fáciles de circunscribir a una minoría étnica, a un grupo político, a un sector religioso, a una región, etc. El mejor ejemplo, lo encontramos en que nunca oímos hablar de una Alemania, Italia, Rusia…terrorista, siempre se prefiere acompañarles de títulos varios como Nazi, Fascista, Estalinista, pese a que en dichos casos confluyeron sin paliativos todos los componentes básicos, los cuales pese a ser contradictorios en su expresión intelectual, no fueron obstáculo para su puesta en práctica con absoluta precisión y coherencia interna. Es entonces, la etiqueta Terrorismo, un nombre con el que una entidad superior bautiza a una entidad inferior cuando esta le disputa, generalmente parte de su poder. Mas como quiera que estas disposiciones por acción de la propaganda pasen del todo inadvertidas, habré de convenir en definir coloquialmente el Terrorismo como aquella acción o conjunto de acciones encaminadas a obtener un fin distinto a la emoción a la que remite, la cual es medio de su consecución. Con tan sucinta referencia, puedo prescindir del componente del tamaño para discernir de entre los distintos elementos del Universo del Discurso social, cuáles de ellos son susceptibles de albergar características constitutivas suficientes para denominarlos Terrorismos, mal que les pese a políticos, periodistas, empresarios y resto de aludidos pues, si el miedo es libre, más libre es quién no tiene miedo a llamar a las cosas por su nombre, en una época en la que quienes tienen el Poder se aplican como nunca para validar la enseñanza maquiavélica de preferir ser temidos a ser amados, salvo el pobre de Benedicto XVI a quien ha tocado predicar lo contrario desde la desaparición del Infierno y la Santa Inquisición y…¡así le va!

Para los verborricos tertulianos que a diario rebuznan dónde se les llama, parece no haber más Terrorismo en el mundo que el de Al Qaeda y en España que el de ETA, con permiso del IRA, Corsos, Tamiles, las FARC, palestinos malos, Sendero luminoso y entre muchísimos otros olvidados, los GRAPO… cuando no es así. Nuestra historia y nuestra sociedad están rebosantes de prácticas Terroristas. Hay Terrorismo para dar y tomar. Por supuesto, hay Terrorismo de derechas y de izquierdas, si se me apura, hasta de centro; No falta Terrorismo de los muchos y de los pocos, de los de arriba y de los de abajo, del este y del oeste, del norte y del sur… La gente está aterrada por los cuatro costados. Estamos envueltos en el Terrorismo de Estado que se desarrolla a diario desde las cárceles hasta más allá de nuestras fronteras, por tierra, mar y aíre, como bien saben los FIES o los inmigrantes; Abunda el Terrorismo económico, con pánico en los mercados y familias muertas de miedo ante un inminente desahucio bancario criminal, por no poder pagar la hipoteca; El Terrorismo patronal campa a sus anchas disfrazado de accidente laboral, empleo precario, contrato basura, jornadas draconianas, sueldos ínfimos, flexibilidad, locales de trabajo insalubres que padecen miles de personas en nuestro territorio y millones en la dichosa globalización; El Terrorismo mediático que amedrenta a diario a la ciudadanía con los males que afectan a la humanidad con el único propósito de que el ciudadano atemorizado acepte de buena gana el entorno hostil en el que vive oprimido, reprimido, frustrado y castrado, cuenta con todo a su favor para dejarse oír pagado por la publicidad empresarial; El Terrorismo ecológico de las empresas contaminantes que sufren pueblos enteros como el Ogoni a causa de las petroleras, los habitantes de comarcas enteras afectados de cáncer por la presencia de centrales nucleares, localidades y vecindarios afectados por los vertidos residuales de las empresas químicas, etc no son moco de pavo que digamos; Como tampoco se queda corto el Terrorismo comercial que sufren las pequeñas tiendas y la hostelería ante la enormidad monopolista y oligarca de las multinacionales y grandes superficies en todos los sectores, desde el textil hasta el alimentario pasando por el editorial, farmacéutico, ocio… Como se ve, el terror rige nuestra legislación, nuestra educación, nuestra salud, nuestra cotidianidad, nuestra conducta como ha demostrado recientemente la “Doctrina del Shock” de Naomi Klein,,, en definitiva toda nuestra vida. Y ello me hace sospechar que, todavía falta algo en la voz Terrorismo, para que haya obtenido el éxito cosechado en su uso y profusión, pues como he dicho antes, difícilmente podríamos hablar de la blancura si el único color que conocemos es el blanco, o sea, que si en un mundo en el que rige el terror designamos algo como Terrorismo, es que debe haber algo más.

Oído lo que precede, de suyo, la Fuerza de la propaganda y su constante bombardeo mediático tiene mucho que ver; Pero ni con todo el arte de Goebbels, esto hubiera bastado para que la expresión hiciera fortuna durante casi dos siglos en todos los ámbitos como lo ha hecho. En consecuencia, creo que el Terrorismo a diferencia de la Fuerza, le falta el ingrediente pedagógico que facilite la parte comprensible de su bipolaridad y que camufle su fenomenología azarosa, indiscriminada e irracional. Se me dirá, que esto es debido precisamente a la carencia de medios para realizar esta labor. Ya digo que efectivamente, la propaganda es un elemento sustentador de la diferencia entre Terrorismo y No Terrorismo, pero es indispensable que la información disponible para el individuo no necesite de su esfuerzo comprensivo para asimilar las verdades de los sistemas en los que se desea se desenvuelva, lo que evidencia una mayor capacidad intelectual y por supuesto teórica, para echar abajo lo que hay, que para dejarlo tal como está. Y este es el quid de la cuestión que permite contemplar mayoritariamente el Sistema como bueno o No Terrorista y lo que va contra el Sistema como malo, violento y Terrorismo, incluso para quienes luchan denodadamente por presentarse a si mismos como revolucionarios, resistencia o libertadores.