Las tres ‘pes’

Alcachofero profesional

Antaño compartíamos mala fama con putas y policías, pero ahora los periodistas nos hemos quedado solos en el trío de las pes. Sarkozy nos tilda de «pederastas», Berlusconi de «prepotentes»… Por eso no entiendo que Ares se indigne porque al lehendakari le llamen «Pinocho». La verdad, quitando «carapedo», no se me ocurre un calificativo más pueril. A mí me lo llaman y, como mucho, replico: «El que lo dice lo es, con el culo al revés». Mi hija de cuatro años lo hace y es una experta.

Como les contaba, la canallesca está bajo sospecha y no sé si la Trapote, que ejerce de periodista lo mismo que la Obregón de bióloga, tiene algo que ver. Lo digo porque su último trabajo ha sido copiar y pegar un libro del Kamasutra. Hay que joderse. Aunque a veces es mejor plagiar que darle a la imaginación a lo Sánchez Dragó. Quizá también hayan influido en la mala prensa colectiva las hordas de alcachoferos que, azuzados por sus jefes, entrevistan a todo lo que se les ponga por delante, ya sea el ex amigo de un friqui, una ventanilla cerrada o un portero automático sin descolgar.

Para no escurrir el bulto, asumo por mí y por todos mis compañeros la parte que nos toca a los plumillas, pero que sepan que nuestro oficio es cada vez más duro. Que le sondeas a una señora sobre la huelga de Bilbobus y te dice que quiere revisar el artículo no vaya a ser que tergiverses sus palabras. Ni que le hubieras preguntado por el terrorismo mundial. A este paso, a Gustavo, el reportero más dicharachero, le van a echar de Barrio Sésamo.

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