Del curro al hoyo

Supermán no se jubila

De niños sobrevivieron a una guerra y a estas alturas de la película poco hay que les pueda impresionar. Por eso hablan de la muerte sin tapujos. E incluso la echan de menos, pero para los demás. «A ver si la gripe se lleva a unos cuantos viejos por delante, que no hacen más que estorbar», te suelta un día tu tía, noventa años del ala en el carné de identidad. Y tú le dices que qué barbaridad y luego piensas que, dado cómo está el sistema de pensiones, no nos vendría nada mal. Pero lo piensas sin querer y muy bajito, porque te da vergüenza. La culpa ha sido de tu tía, por empezar.

Otro día, tu madre, octogenaria, te mete más cizaña. «Llega una edad en la que te acorchas y ya no coges ni un catarro ni nada». Y la puñetera, como diría el polígrafo de la tele, dice la verdad. Ni un estornudo en todo el invierno, oye, y todos los hijos hechos polvo, que el que no tiene ciática tiene vértigos y el resto anda con el virus gastrointestinal. ¿Por qué habrá remedio para los virus informáticos y ninguno para los de verdad?

En resumen, que entre que hay muchos y son invencibles, nos queda mucho que escuchar. Lo peor es cuando empiezan a darte instrucciones sobre su propio funeral. «A mí no me enterréis, que me da yuyu«. «Y ojito con meterme al horno, que no soy ningún ave de corral». Y tú, todo agobiado, pensando si los disecas y los expones en un museo, los troceas a lo Santa Teresa de Jesús o los donas a la ciencia. Quita, quita, a la ciencia no, que como siga avanzando, no nos jubilamos ni para atrás.

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