Un máster en bragas

En la variedad está el gusto, dicen, pero sin pasarse. Porque ha llegado un punto en el que hasta para comprarse unas tristes bragas hay que hacer un máster. Tanga, boxer tanga, brasileña, brasileña de tira, a cadera, clásica, boxer a cadera, sujeción… Joé, ni que fuéramos a desfilar por el pasillo de la oficina en plan ángeles de Victoria’s Secret. Que yo solo quiero taparme el culo, como ellos, que apenas tardan unas centésimas de segundo en elegir entre un boxer o un slip.

Ni siquiera en la peluquería, encima del sablazo que te pegan, te dan opción a relajarte. ¿Te pongo mascarilla, suavizante, espuma, laca, unas mechas, extensiones, un café? Ponerme, me estás poniendo de los nervios. Y cuando crees que el interrogatorio se ha acabado, vuelven al ataque. ¿Lo quieres rizado con las puntas lisas, liso con la puntas rizadas, planchado, cardado, peinado despeinado…? ¿Eins? No sé, yo solo venía a cortarme las puntas, como ellos, que se sientan, dicen: «Lo de siempre», como si estuvieran pidiendo una caña, y al de un rato se levantan sin necesidad de explicarse más.

Tampoco comprar productos de cosmética es fácil. Y eso que la última vez llevaba en el bolso el minilarousse de inglés. Pero ni por esas. Qué quieren que les diga, yo leo Base de maquillaje waterproof con brocha perfect touch, me suena a plato de Ferran Adrià y me bloqueo. Así que voy por el mundo con la cara lavada, ahora sí que sí, como ellos. ¿No dicen que está de moda lo andrógino? Pues eso.

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