Basta de privilegios

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AÚN recuerdo aquella esclarecedora crónica sobre los entonces príncipes de Asturias: “Procuran escaparse al cine, hacen cola y pagan las entradas”. ¿Pagan las entradas? ¿Y qué se supone que debían hacer, sentarse en la butaca, como en el trono, by the face? Ya que se lo financiamos a escote, qué menos que pasar por taquilla. Pero si aquel gesto de echarse la mano a la cartera se convirtió en noticia, malo, malo. Los humanos somos tan absurdos que tendemos a invitar ya sea a una copa, ya sea a un traje, ya sea a un viaje en avión precisamente a aquellos que pueden pagárselo, mientras que al pobre le exigimos radiografiarse hasta el tuétano para concederle la RGI. Ha tenido que venir esta crisis a poner un poco de sentido común en todo esto y parece que los familiares del rey deberán empezar a rascarse el bolsillo y los parlamentarios, a justificar sus viajes como justifica hasta el último tique de autopista todo hijo de vecino. La cosa empezará a marchar bien cuando dejen de fotografiar a la reina porque repite chaqueta y entiendan que lo escandaloso sería que las desechara a diario. Ahora que ir a la cárcel se ha convertido en tendencia entre los vips, también han salido a relucir algunas prebendas, como la celda unifamiliar que comparten en un módulo especial el expresidente del Barça y su hijo. A falta de juicio, los Pujol deben de estar interesándose ya por los calabozos adosados.

arodriguez@deia.com

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