Urge rescatar al ser humano

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«QUÉ señora más fea. No habla”. Lo dijo el crío mirando fijamente a los ojos a la duquesa de Alba. Afortunadamente, en la tele; no en su funeral. Con la libertad que le dan sus 3 años, desprovistos de diplomacia. Con la campechanía de quien escruta lo mismo a un miembro de la alta nobleza que a un marsupial en un documental de La 2. Tiempo habrá de enseñarle a administrar su sinceridad, sobre todo si el objeto de su análisis es persona y está de cuerpo presente, pero no me digan que de vez en cuando no añoran poder llamar al muerto por su nombre, bellísima persona si es que lo ha sido y pedazo de capullo si se lo ha ganado a pulso. De estos últimos ejemplares hemos tenido más de uno en las noticias, aunque los tertulianos suelen mantener el tipo y el “presunto” incluso con energúmenos como el que asesinó brutalmente a sus hijas y se suicidó.

Hay muertes que más que pena suscitan alivio, aunque esté mal decirlo, y otras que resultan indiferentes o van acompañadas de un “se lo ha buscao”. Cuando uno se cita para partirse la cara y se la parten no parece haber mucho más que decir. A otros, sin embargo, los conducen al matadero, y quien dice matadero dice atraco, sin chaleco antibalas que valga. “Salva a las abejas”, clama Greenpeace en una campaña. Pero más que salvar abejas o liberar a Willy, urge rescatar al ser humano de los de su propia especie.

Ropa: la primera semana es chic; la siguiente, hortera; y la tercera, vintage

SERÁ que con la ola de calor tengo las neuronas al pil-pil, pero cuantas más revistas leo menos entiendo de moda. Y más lleno tengo el trastero, porque no hay quien se haga con una sin tener que llevarse unas chanclas, una bolsa tamaño Ikea o un pareo. Ahora me da miedo comprar ropa por si se la tienen guardada y me regalan revistas. Por culpa de esas publicaciones, en mi armario hay colgados unos pitillos amarillo fosforito, unas mallas de flores y unos vaqueros de campana. Los que una semana eran muy chic a la siguiente eran una horterada y a la tercera, vintage. Y así, no hay quien le pille el truco a las tendencias. Como no sea a las suicidas. Para mí que utilizan la misma ruleta para decir qué se lleva y escribir el horóscopo.

Por desgracia, no soy la única damnificada. El otro día vi en Sopelana a una mujer con unas sandalias de tacones tipo broca del 16. La pobre se quedaba clavada en la arena. Parecía que estaba haciendo una cata. También vi a un chaval con las bermudas en los muslos. Caminaba a pasitos, como las muñecas de Famosa. Una cosa es llevar el pantalón caído y otra que ni se lo ponga. Lo que se me da bien es ese peinado despeinado que se lleva ahora. Me hago una coleta, acerco la cabeza al crío y con cuatro estirones, consigo el efecto ideal. También sirve un gato. A ver si llega el martes de Aste Nagusia, me enfundo el traje de baserritarra y me relajo. Igual no me lo quito hasta las elecciones. Y hasta bailo un aurresku.