Pepe por su casa

Vale que hay qu pagar una fianza por alquilar un apartamento en verano, aunque joroba que, como con el canon de la SGAE, desconfíen de uno por adelantado, pero ¿quién protege al veraneante de los arrendatarios tronados? Porque hay algunos de juzgado de guardia. Como Pepe, que tiene inventariados en el contrato desde las pinzas de la ropa hasta los armarios empotrados. ¿Pero por quién nos ha tomado? ¿No ve que llevamos el coche petado de juguetes de playa y por mucho que queramos no nos caben en el maletero ni su taza de váter ni su escobilla de baño? ¿A qué clase de chorizos ha tenido alojados en el pasado?

El día que nos entregó las llaves llevaba un traje de Esteso y Pajares que ya hacía presagiar algo raro. Por los solapones, porque era festivo y porque hacía 35 grados. Tras pedirnos que le regásemos las plantas -a nosotros, que se nos chamuscan hasta los geranios-, nos anunció por sorpresa que tenía el piso en venta y que volvería para enseñárselo a unos rusos a las cuatro. O sea que lo del inquietante chaleco de satén era para impresionar a los eslavos.

En apenas cinco días han pasado por mi cuarto tres familias alemanas, unos señores de Cuenca y cuatro parejas de franceses jubilados. Al principio resultaba violento, pero una se va acostumbrando. Ayer aprovechó la visita para traer unas mantas y llevarse un macetero y hoy amenaza con venir a arreglar un enchufe estropeado. Como si no hubiese tenido tiempo el resto del año. Anda como Pepe por su casa.

Al barqui, barqui

Una de dos. O les ha dado el chivatazo un topo infiltrado entre los bañistas o tienen sensores de movimiento enterrados, porque ha sido atornillar la sombrilla en la Costa Brava y empezar a desfilar ante mí una legión de estilistas y vendedores ambulantes entregados. Una mujer oriental insiste en masajear mis chichas blanco nuclear, otra de raza negra quiere trenzarme las greñas y una tercera, autóctona, venderme uno de los vestidos playeros que lleva colgados del brazo. Rechazo las tres ofertas y apenas termino de rasear con crema solar protección 300 a la cría -el año que viene la cemento y me ahorro horas y horas de pringoso trabajo-, contraatacan un tatuador, un hombre que ofrece piñas y cocos y un africano cargado de cinturones, bolsos y gafas de sol. Por un momento, dudo de si he extendido la toalla en la playa o en un centro comercial tapizado de arena. Idea que termino descartando solo porque no veo ningún Zara a mano.

Mientras me pregunto si el del «¡barqui, barqui!» se habrá jubilado o le habrán cerrado la franquicia, temo que estén al caer los vendedores de implantes de silicona, jarras de sangría y triquinis para hacer posados a lo Anita Obregón. Resumiendo, si su jefe le sigue endiñando marrones hasta el último minuto y no ha tenido tiempo ni para comprarse unas chanclas, que no cunda el pánico. Puede tumbarse en la playa con el traje chaqueta de la oficina y customizarse en menos que se derrite un helado.

Guarrinautas

Tendrán muchos estudios, como dice mi madre, pero son unos guarros. Tanto que el otro día tuvieron que salir por patas de la estación internacional para no chocar con la basura que flota por el espacio. Les está bien empleado. Que a los señores astronautas no se les van a caer los anillos planetarios por fregar de vez en cuando la órbita terrestre con Tenn con bioalcohol.

Para ser honesta, confesaré que al principio me identifiqué con ellos. ¿Quién no ha sufrido al doblar el pasillo de su casa una emboscada de pelusones del oeste capitaneados por un ácaro de tres kilos revólver en mano? Pero una cosa es acumular suciedad bajo tu alfombra y otra muy distinta tirar desperdicios en las zonas comunes, como el rellano de la escalera o la Vía Láctea. ¿Qué les costaría a los de la NASA montar un garbigune en Marte con un par de contenedores para restos de cohetes y satélites desvencijados? ¿O aprovechar los agujeros negros como sistema neumático de recogida de basuras?

Ellos verán, pero como sigan esparciendo chatarra por el universo, no tardaremos en ver por allí a una familia de rumanos buscando entre los restos de meteoritos y el polvo cósmico un pedazo de metal que echar al carrito de bebé tuneado. Y porque Azkuna está muy ocupado, que si no, les montaba un dispositivo de limpieza en plan Aste Nagusia que no acababan de sacudir las migas por la ventanilla de la nave y ya estaría la maquinita verde con los rodillos esperando debajo.

Surreality show

Después de ver en ETB-2 cómo una aspirante a conquistadora del fin del mundo sufría una hipotermia severa enterrada en la orilla de una playa, que a la concursante de otro reality estuviera a punto de reventársele una teta al lanzarse desde un helicóptero al agua se me antoja un mal menor. De hecho, la propia interfecta, más que por su pecho, parecía estar preocupada por tener que abandonar el programa. Con lo fácil que les resulta a algunos políticos hacer lo propio una vez consiguen grapar su trasero al escaño.

Antes de que algún desaprensivo sufra daños irreversibles ante las cámaras -¿Qué será lo próximo, tirar a Toni Genil por un barranco con los ojos vendados?- propongo a las teles que si lo que quieren es grabar a gente sufriendo, hagan un reality de parados. Esos sí que están con el agua al cuello, lastrados por la hipoteca, y con el flotador embargado. Como a Patxi le crecen como perretxikos los desempleados, en Euskadi tendríamos un montón de candidatos para el casting. No me digan que no tiene morbo ver cómo les desahucian en directo, cómo piden la vez para buscar restos en el contenedor del supermercado o cómo empeñan en un Compro oro hasta las fundas de los dientes de sus antepasados. Aunque si más que un reality lo que quieren es ver un auténtico show, no se pierdan el que se montan algunos candidatos en campaña. Nada que envidiar a Pirritx eta Porrotx, oiga. Pasen y vean, antes de que les nominemos el 22 de mayo.