¿Y la misa de 12 qué?

Este trajín de horarios en los partidos del Athletic está trayendo de cabeza a más de uno. Y no solo a los aficionados, que ya no saben si llevarse para el descanso un hamaiketako, un tupperware con alubias, el bocata de toda la vida o un huevo frito. También sus parejas están sufriendo las consecuencias. Acostumbradas al cese temporal de la convivencia las tardes de los sábados o domingos, que el cónyuge se les persone en casa cualquier fin de semana antes de lo previsto puede acarrear más de un disgusto. O, cuando menos, resultar un incordio. Igual está una tan tranquila en plena reunión de tupper-sex, llega el marido con la bufanda rojiblanca anudada en plan turbante a la cabeza y, quieras que no, te corta el rollo.

También algunos hosteleros están que trinan porque el derbi del próximo 2 de octubre en Anoeta se jugará a la hora de los pintxos. Y, claro, las ganas de potear, una vez que uno ha perdido, bajan en picado, como la libido. Aunque todavía no se han pronunciado, intuyo que habrá curas a los que tampoco les hará ninguna gracia que el encuentro se dispute justo a mediodía. ¿Y la misa de 12, qué? Porque si hay que oficiar, se oficia; pero oficiar para nada, con los banquillos semivacíos… Alguno ya está pensando en cambiar el karaoke instalado en el altar para cantar los grandes hits eclesiásticos por un televisor LED 4×4 para seguir el partido. El Señor sabrá entenderlo y, si no, que hable con los dueños de las teles, de todopoderoso a todopoderoso.

El gen torpiño

No hay lugar a dudas. Lo ha heredado. Por más huevos Kinder que le ofrendé a Santa Clara, la niña tiene el gen torpiño desarrollado. No tanto como su padre, pero haberlo, haylo. El otro día, sin ir más lejos, con un sutil toque de cuchara consiguió salpicar de puré de acelgas, además de sus pestañas y el mantel, dos azulejos, el reloj de pared, el entrecejo de su padre, mi pelo recién planchado y la tortuga, que desde entonces sufre estrés postraumático y no sale del caparazón. Pena que ya no se lleve el gotelé, porque la cría tendría el futuro asegurado. Tanto hablar del efecto mariposa y es el efecto catapulta el responsable del desaguisado. Y todo ello a menos cinco. Cuando ya tienes el bolso colgado y las llaves en la mano.

A veces padre e hija se conjuran. Creo que quieren desquiciarme y que eche espumarajos por la boca para grabarme y colgar el vídeo en Youtube. La última vez que lo han intentado la bendita se dibujó un graffiti con un rotulador velleda punta gorda en su pijama blanco. No traten de hacerlo en sus casas. Les aseguro que en los tejidos no se borra con la mano. Si frotas mucho, a lo sumo, logras difuminarlo. Así lo eché al cesto de la ropa, con la esperanza de que la lavadora hiciera algo. Pero él y su calzoncillo bermellón de Superman -lo de Superman es un decir- acabaron de rematarlo. Ahora no sé si se parece más a la camiseta ketchup del Athletic o a un diseño de Custo. Aun así, no podrán conmigo. Para combatirles he decidido plastificarlo todo. Vale que las bragas de hule rascan, pero es lo que hay.