Obispócrita

Malpensados, más que malpensados. El obispo flotante a una señora pegado asegura que no es lo que parece. Aunque lo mismo le juró el marido a la amiga de Rafaela Carrá cuando se encontró a una mujer en el armario, ¡qué dolor!, ¡qué dolor! Lamenta el prelado argentino que adosarse a una fémina como el difunto pulpo Paul «pueda haber dado lugar a malas interpretaciones». Perdone, monseñor, pero se ha arrimado usted tanto que no ha dejado mucho espacio a la imaginación. Vamos, que descartados los ejercicios espirituales acuáticos y la confesión submarina, estaba usted teniendo una experiencia religiosa a lo Enrique Iglesias sí o sí.

Que no es que yo tenga nada que objetar, pero al menos no sea hipócrita y admítalo. «Es una amiga de la infancia», dice. Ya. Y en preescolar se quedaron con ganas de jugar a médicos, ¿no? «Prácticamente la conozco desde que tengo uso de razón y las imágenes solo se explican en el marco de una larga amistad». No insista, por favor, que ya nos ha quedado claro que no es usted de esos de aquí te pillo, aquí te mato.

Si la explicación que se echa en falta es precisamente la que no ha dado. Porque como presidente de Cáritas Latinoamérica se hace un poco raro que se pegue esas vacaciones. Se le debió olvidar aquello de predicar con el ejemplo cuando dejó el báculo y la mitra en el guardarropía del hotel de lujo donde dicen que se alojó. A usted lo de misionero le debe de sonar a una postura.