El coño y las terroristas

Todo el mundo está en contra hasta que les pasa a ellos». Me lo dijo la trabajadora de una clínica donde se practican interrupciones voluntarias del embarazo y digo yo que algo sabrá de esto. Opinar sobre el aborto en cabeza ajena resulta tan fácil como cuestionar a una madre de cinco hijos que sobrevive con la RGI. Que ya se lo podían haber pensado antes, que si no saben que existen los anticonceptivos, que no traer criaturas al mundo o traerlas en no sé qué condiciones es una irresponsabilidad… Y así, en lo que apura uno un café juzga a estas o a aquellas sin tener el gusto de conocerlas. Y sin mentar al propietario de los espermatozoides, que, al parecer, solo pasaba por allí.

Asumida la ligereza con la que algunos dictan veredicto, cabía esperar un poco más de seriedad a la hora de defender sus posturas por parte de ciertos políticos. Pero va uno y se topa, pongamos por caso, con la concejala del Partido Popular en Calasparra que llamó a las mujeres que abortan «terroristas» y solo acierta a decir «a mí ese desfibrilador». Dejando de lado el antiproyecto de Gallardón –que según Villalobos no convence ni a los de su partido, aunque lo disimulan divinamente al votar en el hemiciclo–, también en el otro bando hay quien pierde las formas. «En mi coño y en mi moño mando yo», reivindicó una parlamentaria de Amaiur. Y eso ¿con qué argumento se rebate? ¿Con el de «Para chulo, chulo, mi pirulo»? Dialéctica política en estado puro… de descomposición.