Papa Frandisco y Kiko DJ

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Más de uno está que lo flipa con los antecedentes papales. Ahora resulta que Francisco, además de limpiar suelos en una floristería y currar en un laboratorio químico, fue portero de discoteca. En plan San Pedro, pero sustituyendo las llaves del cielo por las de kárate. Me pregunto qué les decía a los borrachos al desalojarlos del local: ¿»Podéis ir en paz» o «Si no os vais en paz, voy a empezar a repartir obleas como panes»? ¿Regalaba también estampitas o era él quien estampaba? ¿Se atrevía a decir eso de «los últimos serán los primeros» frente a la cola? ¿Hacía sus pinitos en la mesa de mezclas con los grandes hits de los monjes benedictinos?

Para recordar viejos tiempos, podría venirse en enero a Elgoibar a pinchar unos discos con su tocayo, Kiko Rivera, quien, dadas las fechas, si quiere conectar con el público euskaldun, debería versionar su Quítate el top con algo así como Quítate el forro polar, el buff y la camiseta térmica. Quizás esta extraña pareja haciendo bolos consiguiera incrementar algo el menguante porcentaje de jóvenes católicos. Ahora, eso sí, no valdría contar como adeptos a la causa a los que están en coma etílico. No vaya a pasar como con ese ciudadano polaco al que le dieron la extrema unción mientras estaba inconsciente en un hospital. El tipo, ateo, ha denunciado al centro. No me extraña. Abres un ojo y ves que ya te han dado pasaporte para el más allá. Si me da un soponcio, no se molesten, señores curas. Llegado el caso, en el juicio final ya pediré un abogado de oficio.