3.300 personas escoltadas

Empezaré por el final. De hecho, por el final del final, es decir, por determinados comentarios que sé que inevitablemente recibirán estas líneas. Ojalá fuera una venda antes de la herida, y no la confirmación regular y hasta cansina de la brutal cantidad de tipejos que aún justifican el matarile a granel que practicó ETA. ¡Ah, claro, el de ETA! ¿Y qué pasa con el de…? Exactamente a eso me refiero, a la mandanga argumentativa que disculpa a unos sanguinarios sin matices pretextando que los de enfrente no eran mancos.

Pues no, no cuela. No hay absolutamente nada que sirva como pretexto o contrapeso a la incontestable injusticia que supuso que entre 1990 y 2011 en este trocito del mapa hubiera 3.300 personas escoltadas las 24 horas del día. Lo recoge el informe que ha elaborado el Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe de la Universidad de Deusto por encargo de la Secretaría para la paz y la convivencia del Gobierno vasco. Me consta que varios lectores conocen en dolorosa carne propia de qué hablo. Al resto le pido que trate de imaginarse lo que es no poder siquiera bajar a tirar la basura sin compañía. Quizá provocando un grado de incomodidad mayor, les invito no ya a imaginar, sino a recordar —porque seguro que lo han vivido— cuántos se cambiaban de acera al ver aparecer a esta especie de leprosos sociales. Eso, si el valiente del lugar, siempre en compañía de otros de su ralea, no les soltaba las bravuconadas de rigor.

Así que podemos silbar a la vía, tirar del comodín de las otras injusticias impunes o incluso negarlo, que seguirá siendo vergonzosamente cierto que ocurrió. Y apenas ayer.

4 comentarios en «3.300 personas escoltadas»

  1. Totalmente de acuerdo. Y de los comandos de propaganda que escriben para embarrar el campo, ni caso.

  2. Hace años ya, Pamplona, calle tajonar 6 de la tarde +-.Paseo con mi mujer.
    En la puerta de un bar un hombre fuma un cigarro con una riñonera a la cintura. De la sidrería que hay más abajo sale un grupo que estaban de boda, de jiji y jaja… con los cigarros que fuman tiran 5-6 petardos. Veo dos crios 12-15 años que vienen corriendo del parque que hay en el otro lado de la calle y cruzan a todo correr la carretera entre los coches con cara de susto para preguntar al hombre de la riñonera si pasaba algo. Este los calma y les explica que solo eran petardos. Por si acaso, los niños entran al bar para comprobar si su padre-madre se encuentran bien.
    Pensar que hubo niños que al oír petardos pensaban que podían haber disparado a sus padres es algo INJUSTIFICABLE de ninguna manera.
    No pretendo ponerme pastelón y dar pena hablando de niños. Es lo que yo viví en primera persona y lo que me marcó a mí. Si quedaba algo que justificase a la otra parte, no lo sé, en ese momento se me acabaron las justificaciones. Es INTOLEABLE que por política se justifiquen algunas barbaridades. También en el otro lado pueden contar barbaridades, pero por eso mismo estoy con Javier en rechazar tanto unas cosas como las otras, TODAS.

  3. Me gustaría, además de redundar en lo que has comentado, aportar alguna experiencia absolutamente menor pero que, precisamente por serlo, da una idea de lo que sido esto y de lo que ha tenido que ser estar realmente amenazado.

    He tenido algún amigo que estaba, cómo decirlo, indirectamente amenazado o con amenaza de baja intensidad o algo así (perdón por lo desafortunado de ambas expresiones pero no sé cómo llamarlo). Sin ser cargo público, sin tener un cargo relevante en un partido X, sí tenía una relación profesional con un partido diana que le convertía en potencial objetivo pero no tanto como para ponerle escolta. En una época en que para atacar a alguien con escolta había que jugársela pues este tipo de personas eran piezas fáciles de cobrar; ya se justificaría luego como fuera. Ya mataron a un cocinero por cocinar en un cuartel.

    Lo que uno sentía era preocupación, lógica, por su amigo pero podía llegar a intuir por qué no venía a los poteos por el casco viejo, por qué en los bares o similares trataba de ponerse mirando a la puerta, etc.

    Y otra batalla: en un par de ocasiones fui como interventor del PP a mesas electorales. Fueron un par de citas electorales calientes porque recuerdo que en una de ellas HB acababa de ser ilegalizada y años más tarde recuerdo otra que fue tras el 11M. No podría decir hoy por qué iba sin ser ni siquiera votante del PP (aunque tampoco anti PP) pero supongo que pensaba que en esos momentos había que hacerlo, quizás más por razones personales que otra cosa. En los pueblos más cañeros era mejor que fuese gente joven que la gente más mayor que mandaban a colegios de las capitales, más afines o tranquilos.

    Bien; realmente jamás estuve en ningún peligro. Era absurdo pensar que ese día yo o cualquiera de los que íbamos como yo fuésemos objetivo de nada. A lo sumo…alguna bronca, algún insulto, alguna situación tensa y en caso extremo pues algún golpe o tener que salir por patas (por eso quizás preferían mandar gente joven). Pero sólo con eso…me sirvió para poder llegar a conocer, aun mínimamente, lo que era el miedo en carne propia. La axfisiante sensación de sentirse señalado, vigilado, de estar en un ambiente totalmente hostil, de que en cualquier momento podía liarse alguna…

  4. Siguiendo lo que contáis, el informe (http://bit.ly/1Q9xoKT) incluye este testimonio:
    «La verdad es que he tenido la suerte de haber tenido unos amigos muy amigos. Me iban a buscar a casa, me recogían… se preocupaban bastante de que estuviera ahí. Se acordaban de mí, […]» (p. 28)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *