Feliz lo que quieran

Una de las grandes diversiones de estos días es contemplar los ejercicios en el alambre de los campeones del laicismo. Vale, eso incluye también a algún amigo mío con muy buena intención y al que quisiera que estas líneas no ofendieran. Pero es que, caray, lo de felicitar el solsticio de invierno, pase. Allá cada cual con sus frustraciones, autoengaños o represiones. Ahora, lo de intelectualizar la vaina con una serie de datos dizque antropológicos y/o históricos para tratar de desmarcarse de no sé qué rebaño llega a provocar cansancio en los sufridos individuos que pasábamos por allá y acabamos comiéndonos una teórica estomogante.

La derrota definitiva de los disidentes viene de la mano de las paradojas, o sea, las parajodas: pocas cosas son más genuinamente navideñas que quienes pretenden estar tres palmos por encima de las fiestas. El principio se aplica, de modo casi más doloroso, a los que sistemáticamente echan pestes de las fechas. Son tan prototípicos como el espumillón, Olentzero, los villancicos o esas luces cada vez más psicodélicas.

¡Si lo sabré yo, que durante años he ejercido como pitufo gruñón de la Navidad! Las veces que habré agradecido al cielo trabajar el 25 de diciembre o el 1 de enero para desertar de la cena familiar y enterrarme bajo las mantas! Sigo alimentando mi leyenda, no crean. No es difícil que se me escape algún exabrupto, pero ya solo de fogueo. Hace tiempo descubrí que más allá de los artificios y del innegable consumismo desbocado, muchísimos de mis prójimos —no digamos los más pequeños— muestran una alegría especial en estas jornadas. Y eso no tiene precio.

Un comentario en «Feliz lo que quieran»

  1. El problema de los «haters» de la navidad, aparte del alto porcentaje que no es otra cosa que un postureo políticamente correcto (insisto en la idea de que hoy no hay nada más molón, alternativo y políticamente correcto que ir por la vida de políticamente incorrecto, es que su postura pasa por mirar por encima del hombro a los que sí les gusta la navidad; como tú dices….les llaman borregos víctimas tontorronas de una mera estrategia comercial por un lado y de una leyenda fantasiosa inverosímil por otro.

    Y lo mínimo es tener respeto por los unos y por lo otros (por por los que nos gusta que 22 tipos en gayumbos corran detrás de un balón o de los que no pueden pasar sin hacer dos maratones diarias, etc, etc).

    Mi respeto especial es por aquellos a los que estas fechas les resultan aplastantemente tristes por las ausencias, enfermedades, etc. Este año, por razones que no vienen al caso, he entendido esa sensación. Pero normalmente estas personas no son las que nos bombardean en las redes estos días con mensajes antinavideños de postureo guay. Viven estas fechas discretamente simplemente esperando que pasen rápido.

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