Un nuevo partido comunista vasco

Últimamente, en comparación con la española, la política vasca parecía que estaba de siesta. De hecho, la mayoría de las tensiones locales, si es que podemos llamarlas así, tenían su epicentro en Madrid. Bien por el ninguneo de Sánchez al PNV que tenía su pequeña réplica en el gobierno de coalición, con Andueza o Itxaso soltando cargas de profundidad, bien por el marcaje mutuo entre los jeltzales y EH Bildu por los pactos con el inquilino de Moncloa. Nada realmente grave ni, desde luego, comparable a la crispación que no hace demasiado fue casi nuestra seña de identidad.

Sin embargo, en las últimas semanas se ha incorporado un ingrediente nuevo que puede sacarnos del sopor. Y donde menos esperábamos: en la izquierda patriótica que, prácticamente desde la escisión de Aralar (luego convenientemente devuelta al redil), había mantenido a raya cualquier intento de disidencia. En ese espacio es donde empieza a hacerse notar la denominada Gazte Koordinadora Sozialista. Después de los enfrentamientos, sobre todo, en los espacios festivos, los jóvenes a los que Arkaitz Rodríguez definió como reaccionarios han dado un paso más. Un par de miles de militantes del Movimiento (así se refieren a sí mismos, aunque en euskera) se reunieron el pasado fin de semana en Durango y apostaron por crear un nuevo partido comunista que defienda la ortodoxia abandonada por EH Bildu. El lenguaje y los objetivos expresados nos devuelven, como poco, a principios del XX. Pero, siempre que persiga sus fines sin recurrir a la violencia, bienvenido sea ese nuevo partido que, por lo demás, no parece que vaya a romper las urnas.

Mutriku: algo sí se ha avanzado

Jaiak bai, borroka ere bai. No es ninguna casualidad que la bronca entre las dos facciones alevines de la autoproclamada izquierda patriótica vasca tenga como campo de batalla los espacios festivos de Euskal Herria. La pugna es por ver cuál de los bandos representa mejor aquella soplagaitez de “la juventud alegre y combativa”. Desde que uno recuerda —finales de los 70 hacia acá—, las fiestas patronales han sido eventos en los que marcar paquete hegemónico. Con las viejas y muy cruentas guerras de las banderas, con las fotos de los héroes encarcelados en las txosnas, con pancartas del mismo tenor en el pueblo que tocase y no pocas veces, con homenajes y besamanos a matarifes en los programas. Todo, aderezado con un silencio espeso de nosotros, los equidistantes, que nos tomábamos un talo con txistorra y un txakoli como quien silba a la vía.

Por todo esto, lo que ha ocurrido estos días atrás en Mutriku resulta una estimulante novedad. Una zipaia, una malvada ejecutora de la represión nativa de la localidad ha tenido los santos ovarios de reclamar su derecho a participar en las fiestas de su pueblo. Se limitó a pedir su camiseta y una silla en la comida popular ante los que se erigían en fuerzas vivas del terruño, una panda de fascistillas con escasas renovaciones del denei, que la vetaron por “enemiga del pueblo”. Ella no se arredró. Cual la mitificada Rosa Parks, desafió a los supremacistas blancos y machirulos abertzaloides. Seguramente, la valiente ertzaina quedará señalada para los restos, pero ha conseguido que hasta EH Bildu, que gobierna en Mutriku, denuncie el apartheid. Es un notable avance.

Incombustible Patxi López

Hay ocasiones en las que se cumple el clásico de mi oficio y, efectivamente, el rumor es la antesala de la noticia. Claro que en este caso había muchas posibilidades de acertar. Cuando, casi inmediatamente después de la dimisión de Adriana Lastra como número 2 del PSOE, salió a la palestra el nombre de Patxi López como inminente designado para un cargo importante en el partido, casi todos los que nos dedicamos al menudeo informativo de la política tuvimos claro que ese río que sonaba llevaba agua. No era cuestión de facultades extrasensoriales sino de conocimiento de la bibliografía presentada por el de Coscojales y de su propia personalidad. Desde su rocambolesca elección para sustituir, previo apuñalamiento, a Nicolás Redondo Terreros como secretario general del PSE, entre él y los cargos ha habido un magnetismo digno de estudio. Así fue como consiguió ser nada menos que lehendakari y, en una nueva finta, presidente del Congreso de los Diputados.

Ahora López consigue, por obra y gracia de un Pedro Sánchez en cuyas ejecutivas siempre ha estado, un cromo que no tenía: portavoz en el Congreso. Y es bien conocido que no soy el presidente de su club de fans, pero creo honradamente que la elección es acertada. Es verdad que quizá no sea Churchill, pero al lado de sus inmediatos antecesores —Héctor Gómez y la propia Lastra— lo parece. Otra cosa es que su concurso en el nuevo núcleo duro de Sánchez, compuesto por mujeres y hombres de cierto peso, vaya a servir para lograr el objetivo previsto. Hace un año hubo otra purga en Ferraz y Moncloa que no ha evitado la cuesta abajo en la rodada del PSOE.

Cambio climático: sin demagogias

A estas alturas del tercer milenio, hay que ser muy lerdo —voluntariamente lerdo, quiero decir— para negar el calentamiento global y sus tremendamente evidentes consecuencias. Incluso para las mentes más escépticas, hace ya mucho tiempo que la cuestión dejó de ser teórica y científica para convertirse en una realidad que nos sale al encuentro cada día. Las temperaturas extremas y los descomunales incendios de estas semanas parecen una prueba más que suficiente. Aún así, siguen quedando tipos cerriles —y, en algunos casos, con representatividad política y/o asiento en tertulias— que no se apean de las letanías habituales: “El monte ha ardido todos los veranos” o “Siempre ha habido olas de calor”, por ejemplo.

Señalado lo anterior, y puesto que lo cortés no quita lo valiente, no puedo dejar de apuntar que vengo observando una utilización tan o más cuñadil del fenómeno. Y también en políticos con y sin responsabilidad institucional y opinateros de postín. Sinceramente, me parece un error combatir un simplismo de brocha gorda con otro del mismo percal. Me explico: el cambio climático existe, ya lo he dicho, pero no puede ser esgrimido a modo de comodín como único culpable de todos los males. Así, a Pedro Sánchez le quedó muy bien el titular “el cambio climático mata”, refiriéndose a la muerte de un brigadista que luchaba contra el fuego en Zamora, pero, si somos honestos, sabemos que el presidente estaba ocultando los otros factores de los salvajes incendios que nos asolan. Que le atañen a él, por cierto. Por ejemplo, el abandono de las poblaciones rurales y las inversiones insuficientes en prevención.

Respetar las decisiones

El politiqueo lo embarra todo. Tras el anuncio de la dimisión de Adriana Lastra, justificada por su embarazo de alto riesgo, no doy crédito a la bronca de baja estofa que han generado los motivos aportados por la ya exvicesecretaria general del PSOE. Lo divertido a la par que ilustrativo es que buena parte de las posturas manifestadas parecen estar cambiadas. Quienes habitualmente porfían que la maternidad no puede ser excusa para detener una carrera profesional sostienen ahora que hay que poner los cuidados por delante. Enfrente, personas que se pasan la vida dándonos la murga sobre la libertad de elección individual se visten de requetefeministas y reprochan a la política su presunto mal ejemplo. Como tantas veces, todo es cuestión de siglas y obediencias ideológicas. Dime quién hace qué y, aunque sea lo mismo, me parece bien o mal.

Por mi parte, puedo conceder que el anuncio de Lastra parece chocar con el discurso que ha venido defendiendo. Nada más. Porque, prescindiendo de los otros motivos que hayan podido influir (la gresca en el partido, digo), resulta que nadie puede negarle la libertad para tomar la decisión que estime oportuna. Si eso es lo que ha querido, los demás nos callamos. Esto valdría también en caso de que hubiera optado por pedir una baja y volver a la tarea cuando se sintiera lista. De igual modo, debería ser extensivo a cualquier mujer en la misma situación, por supuesto, siempre que no sea presionada o forzada a actuar. Parece simple, pero, por alguna razón, cada vez detecto a mi alrededor una querencia mayor por dictar las normas de las vidas de los demás.

Por motivos personales

Es verosímil que Adriana Lastra haya decidido dejar de ser vicesecretaria general del PSOE debido a su embarazo de alto riesgo. En todo caso, llama la atención y manda un mensaje extraño que, para una mujer, hacerse a un lado sea la salida en una situación como esta. ¿No bastaría tomarse el tiempo necesario y luego volver a las responsabilidades? Así y todo, y aunque los motivos hayan sido estrictamente personales, parece que hay muy poca gente dispuesta a creérselo. Menos, si atendemos a lo que ya se venía susurrando en patios de portería de diversa obediencia ideológica.

Están en las hemerotecas, todavía calentitos, los chauchaus que señalaban a la política asturiana como cabeza de turco tras el desastre socialista en las elecciones andaluzas. Junto a ella, se situaba en el disparadero al navarro Santos Cerdán, número tres de Ferraz y, como la propia Lastra, sanchista de primera hora. Las broncas entre una y otro han sido un suculento secreto a voces a lo largo de las últimas semanas.

A la hora de escribir estas líneas, no esta claro que Cerdán vaya a aguantar en el organigrama. La teoría más extendida entre los sanchezólogos es que el líder indiscutido va a aprovechar el movimiento para hacer una limpia general. Igual que hace un año por estas fechas Pedro Sánchez dio la patada a algunos de sus más fieles escuderos en el gobierno, parece que se viene un tantarantán en la estructura interna del PSOE. Como argumento, se aporta la necesidad de afrontar las cada vez más cercanas citas electorales. Y cuadra. Pero también podría ser, sin más, que Lastra haya dimitido por motivos personales.

Restricciones, cuáles y cuándo

Ayudado por los inmisericordes calores de las últimas jornadas, llevo prácticamente una semana duchándome con agua fría. Dos veces al día, porque los sudores así lo exigen. Y no sé si les pasa a ustedes, pero la cuestión es que, debajo del chorro, me acuerdo de Putin. ¿Realmente mi pequeño gesto servirá para dificultarle su campaña criminal en Ucrania? Ojalá las cosas fueran así de simples, ¿verdad? Pero no. Aunque fue el vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, el que nos arengó en este sentido, vamos viendo que, en realidad, la vaina funciona casi al revés. Como es el sátrapa del Kremlin el que maneja la espita del gas, el acojono es que nos lo corte del todo. Así, ante la escasez que se avecina, más nos vale ir haciendo economías a la hora de alumbrarnos, refrigerarnos y —cuando vuelva a tocar—, calentarnos. También a la hora de ponernos al volante.

Por lo que me concierne, y dado que soy un tipo disciplinado, estoy dispuesto a asumir lo que se disponga. Solo pido a cambio, de entrada, que me digan exactamente qué tengo que hacer y que me aclaren si es una recomendación o una obligación. Pero que me lo digan pronto, porque estamos en una situación que se parece horrores a las semanas previas a la declaración de estado de alarma por la pandemia. Se dejaba caer que venía una muy gorda, pero no se actuaba. Esta vez, con una pachorra propia de la caricatura hispanistaní, se nos viene a decir que disfrutemos del verano, que a la vuelta nos aguarda la intemerata. Si eso es así, que ya sé que sí, quiero saber sin paños calientes ni medias tintas desde hoy mismo a qué atenerme.