Gastos de campaña

Qué tierno, ahora nos vienen con lo de la campaña austera. Casi no apesta a mala conciencia, excusa no pedida y, por todo lo anterior, una nueva muestra de que piensan que nos pueden camelar con un azucarillo. Para que la vaina resulte aun más cínica, citan como argumento de autoridad a Felipe VI, que uno a uno les cascó a los representantes de los partidos el rollete de la necesaria contención del gasto en la última y conscientemente inútil ronda de blablablás que se atizaron antes de aceptar que no cabía otra que volver a las urnas. Los tiene blindados el Borbón menor, a ver cuándo le da por echar cuentas de lo que nos ahorramos si prescindimos de él en este belén perenne en que nos tienen secuestrados.

Lo divertido —mejor tomárselo así— es que no tienen ni pajolera idea de por cuánto saldrá la broma. Tan pronto te dicen 130 millones de euros, como te lo bajan a 100 o te lo suben por encima de 200. Tomemos, si quieren, la cifra más alta. ¿Es mucho? Hombre, si es para obtener el mismo resultado que la vez anterior, es decir, para tirarse cuatro meses de rueda de prensa en bucle, es un atraco a mano desarmada. Si de verdad va a servir para formar un gobierno y ponerse a las tareas que tan urgentes nos dicen que son, es probable que merezca la pena.

No diré que a la hora de ejercer la democracia, aunque sea esta manifiestamente mejorable, haya que tirar la casa por la ventana, como parece que ha venido siendo el caso prácticamente general. Seguro que se pueden y deben hacer campañas con gastos medianamente razonables. Pero no por demagogia posturera para tapar un fiasco, sino por pura convicción.

La gran gran burla

Como la tomadura de tupé de estos 4 meses no les parecía lo suficientemente vejatoria, los trileros de la política hispanistaní no se han privado de atizarnos el insulto final. Ni en un instituto de secundaria regular habría colado la oferta de último minuto —low cost hasta para eso— con que quisieron tenernos entretenidos a los que no nos queda otro remedio que prestar atención porque nuestro trabajo consiste en contar sus ocurrencias. Me disgusta coincidir con el figurín figurón Albert Rivera, pero se lo pusieron a huevo al chaval del Ibex. Para 4 años de gobierno entre 6 partidos, 30 propuestas en 3 folios. No llegan ni a los caracteres de un tuit para cada una de ellas. Ese es el nivel de profundidad de estos chapuceros con cargo al erario común. Claro que la página que da la medida de todo es la cuarta, esa portada de primer día de cursillo de Word bajo el encabezado Pacto del Prado. Por grandilocuencia de a duro que no quede.

Y menos mal que no salió. Sí, sé lo que me digo. Me consta que presuntamente nos habríamos librado del peñazo —además, carísimo— de la vuelta a las urnas. Aun así, piensen un momento en el escupitajo en el ojo que supondría haber hecho todo este viaje para acabar aceptando una chufa de acuerdo que perfectamente podría haberse alcanzado el cuarto día de negociaciones.

No lloremos por la leche derramada. Termino como ayer y, mucho me temo, como haré más veces de aquí al 26 de junio. Podemos achacar la mayor parte de la culpa, con sus diferencias de grado, a los tunantes que nos han estado toreando. Sin embargo, en nuestra mano estará que no puedan hacerlo de nuevo.