Ahora… 155

Primero fue una insinuación con toques hasta líricos: “Actuaremos con serena firmeza si vuelven a quebrar el Estatut”. Anótese, por cierto, el rostro de alabastro que hay que gastar para soltar eso, militando en el partido que presumió de haber cepillado el texto ahora presuntamente sagrado. Al día siguiente, como en los avisos corleoneses, subió el diapasón: “Que los independentistas no jueguen con fuego”. Y a la tercera, que fue ayer, segundo aniversario del referéndum del 1 de octubre, ya sin medias tintas, se puso nombre, o sea, número, a la amenaza: “Lo hemos estudiado, y un gobierno en funciones puede aplicar el 155 sin problemas”.

La secuencia muestra los retratos fidedignos del autor de las amenazas y de su gurú de cabecera. Esos, exactamente esos, son Pedro Sánchez e Iván Redondo, dos tipos que cambian de discurso como de gayumbos. La diferencia es que lo segundo se hace por higiene y lo otro, lo de pasar de arre a so y viceversa, responde al cálculo de la mandanga que funciona en el mercado en cada momento. Ni siquiera se preocupan en disimularlo, como prueba la elección del eslogan de campaña. “Ahora, España”, reza la martingala, dejando implícito que ayer no tocaba y que mañana ya veremos.

¿Colará? Lo comprobaremos el 10 de noviembre, pero no lo descarten. Como escribí recientemente, juega a su favor la descomunal flaqueza de memoria del personal con derecho a voto. Hágase de nuevas quien quiera. Este Sánchez es el del colosal banderón rojigualdo, el que fue a piñón con el PP en la aplicación del 155 y el que dedicó los epítetos más gruesos a los líderes soberanistas. No ocurrió hace tanto tiempo.

Los intocables de ErNe

Ertzainas de paisano practicando el matonismo. No diré que es lo que nos quedaba por ver, porque desgraciadamente se ha hecho habitual contemplar a una jarca de malas copias de Harry el Sucio, con o sin uniforme, en el ejercicio del sindicalismo al estilo de los muelles de Nueva York en los años 30. Sin embargo, lo del pasado jueves a las puertas del Parlamento vasco, cuando trescientos presuntos servidores de la ley fuera de sí llegaron a la coacción física a las y los representantes elegidos legítimamente por los ciudadanos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa batió todos los registros de vileza alcanzados anteriormente por esta suerte de banda de la porra que confunde reivindicar con acojonar.

Por si no había sido suficiente con las intimidaciones y los insultos a parlamentarios y miembros del Gobierno, el Torrente cetrino que hace de caporal de los susodichos se permitió anunciar a voz en grito un chantaje en toda regla. Ustedes, la Fiscalía y yo escuchamos al gachó amenazando con mandar una reata de los beneméritos locales a cogerse la baja por la cara el día en que se juega el Athletic-Olympique de Marsella, partido de altísimo riesgo.

¿Creen que ha pasado algo después de semejante acto de extorsión? Sí, es verdad que el Departamento de Seguridad ha advertido de que no tolerará esos comportamientos y que el de Salud y varias organizaciones médicas han protestado porque se toma a los galenos por el pito de un sereno. También que alguna que otra sigla sindical se ha desmarcado, pero solo la puntita. Me temo que poco más podemos esperar. Quien obra como hemos visto lo hace porque se sabe inmune… e impune.

Felipe, palo y zanahoria

Vaya con el chaval de Juan Carlos. Una de palo y otra de zanahoria. Esta vez tocó, aparentemente, lo segundo. Pero, al fin y al cabo, con el palo a la vista, como aviso para los que se salgan del redil. Es verdad que si comparan lo que les adelanté que diría el marido de Letizia Ortiz con lo que realmente dijo, hay varias corcheas de diferencia. Esta vez eligió el papel de poli bueno de sí mismo, haciendo como que aceptaba que los disolvente catalanes hayan vuelto a elegir lo que no debían. Sin embargo, con ese nauseabundo paternalismo borbonesco, se puso en plan preceptor jesuita, advirtiendo a la muchachada que ojo al cristo, que es de plata. Vale que ganen los malotes, pero solo si es para gobernar como Dios manda, es decir, dejándose untar y recortando a tutiplén, pero lejos de tentaciones secesionistas. Hasta ahí podríamos llegar.

Por lo demás, la homilía de nochebuena de SPM (Su Preparada Majestad) fue nada entre dos platos. Que si no se qué de la violencia de género —a buenas horas, Felipín—, que si no sé cuál del cambio climático. Para sobresaliente en cinismo, la alusión a una tal “reciente crisis” y los sermones sobre cómo funciona la democracia, viniendo de un tipo que está donde está con el único mérito de haber sido el espermatozoide más rápido en los cataplines de su padre. Yo, por lo menos, no recuerdo haberlo votado.

Fuera de concurso en la inane faena de aliño, la cursilería artificial de alto octanaje. “No hemos llegado hasta aquí para temer al futuro, sino para crearlo”, farfulló con hedor a Coelho o Bucay. Está uno por pedir que vuelva su viejo, que por lo menos nos divertía.

Otro aplazamiento

Dos oyentes de Euskadi Hoy de Onda Vasca me sugieren sendas comparaciones de lo más inspirado con el juego de amagar sin terminar de dar que se traen Mariano Rajoy y Carlos Puigdemont. El primero recuerda a Clint Eastwood y Lee Van Cleef disparándose al suelo y al sombrero en Por un puñado de dólares. El otro evoca la crisis de los misiles de 1962, cuando por un quítame allá esos artefactos, Estados Unidos y la Unión Soviética se pasaron dos semanas amenazándose con destruirse mutuamente y, ya de paso, el planeta. Del desenlace de la película de Sergio Leone no me acuerdo, pero sí sé que en el episodio histórico —del que estos mismos días se cumplen 55 años— la sangre no acabó de llegar al río porque las superpotencias negociaron por debajo de la mesa y se aceptaron de forma recíproca pulpo como animal de compañía. Resumido, tú me quitas los misiles de Turquía y yo desmantelo los de Cuba (o viceversa), cambalachearon Kruschev y Kennedy. La Humanidad se salvó, el cine de serie Z vivió una época dorada y, de propina, se creó el celebrado teléfono rojo entre el Kremlin y la Casa Blanca.

¿Cabe esperar algo similar entre Moncloa y el Palau? Confieso mi incapacidad para imaginarme los términos en que podría encontrarse algo parecido (esto lo decía también el oyente) a los misiles turcos. Lo único que puedo constatar es que, a fecha de hoy, cada ultimátum inaplazable ha sido seguido por otro exactamente igual de apremiante. Ni cenamos ni muere padre. O sea, ni está declarada la independencia, como quedó claro en la carta de ayer, ni está intervenida la autonomía catalana. ¿Y mañana? Vaya usted a saber.

Enemigos del pueblo

Nuestro presunto Nuevo Tiempo, el de las luces, que dice Arnaldo Otegi, tiene un pasadizo permanente al viejo. De pronto, se funden los plomos, y en milésimas de segundo uno regresa desde la era de los discursos chachipirulis y la cartelería fashion-molona a la época sombría de las arengas mononeuronales —Egurre ta kitto!— y la tosca fotocopia en blanco y negro con las instrucciones de a quién y por qué hay que socializarle el sufrimiento. El penúltimo de estos edictos con aspiraciones de pasquín ha aparecido en Gernika. Sin firma (antes, por lo menos, llevaban al pie estridentes alias revolucionarios), el papel clasifica en tres grupos a los esquirolazos locales que no secundaron la huelga del 26-S: los que estuvieron todo el día abiertos, los que anduvieron abriendo y cerrando a lo largo de la jornada y los que tuvieron la persiana levantada a primera hora. Desconozco si la división en grupitos trata de ser una gradación del delito, pero el caso es que para todos la sentencia impuesta es la misma y viene anunciada en el encabezado en mayúsculas negritas: boicot a los enemigos del pueblo.

Si hay expresiones que resumen un ideario, esta que mezcla en un solo sintagma a los más perversos (ellos) y a los más bondadosos (nosotros) es insuperable en su capacidad de ilustración. Y más, si echamos un vistazo al libro de historia y vemos que desde que los romanos acuñaron el “hostis publacae”, todos los regímenes de cachiporra suelta lo han adaptado a su idioma y a su credo. Daba igual que la cacería de brujas la instigara Torquemada, McCartthy, Goebbels o Serrano Suñer. El cargo de los apiolables era idéntico: enemigo del pueblo.

Da para pensar el caso de Lavrenti Beria, mano ejecutora de Stalin que limpió el forro a decenas de miles de camaradas desviados bajo esa acusación. En 1953 Khrushchev le montó un juicio sumarísimo y el matarife acabó en el paredón… como probado enemigo del pueblo.