Virgen con medalla

Somos laicos, pero solo a ratos. Mayormente, a la hora de los discursos y las proclamas. Pero en cuanto bajamos la guardia, a san Fermín venimos por ser nuestro patrón. O, como ha pasado en Cádiz, a la Virgen del Rosario, que acaba de ser condecorada con la Medalla de Oro —así, con mayúsculas—de la ciudad gobernada por Podemos. ¿Pe, pe, pero…? Sí, la concesión del honor a la protectora de la Tacita de Plata ha salido adelante gracias al respaldo de los munícipes de la cosa morada, empezando por su singular alcalde, el que atiende antes al alias Kichi que a su nombre de, ejem, pila bautismal, José María González.

¿Y qué hacemos, nos escandalizamos? Por lo que a este juntaletras respecta, ni media. Prefiero ejercitar los músculos faciales sonriendo hacia dentro, no tanto por la noticia en sí, que ya les digo que me la trae al pairo, como por las reacciones que está provocando. De miccionar y no echar gota, las justificaciones de los más aguerridos legionarios pableristas, que han salido en tromba a hostiar a los que, por motivos que no parecen difíciles de entender, han recordado al exministro que imponía distinciones a otras versiones de la madre de Cristo.

¡No es los mismo lo de Kichi que lo de Fernández Díaz!, braman los tuiteros de Corps, incurriendo en una excusatio non petita del tamaño de la Bahía de Cádiz. Luego están las buenas gentes del “Yo, personalmente, no lo habría hecho, pero…”, sudando tinta china en la defensa de lo que saben indefendible. Claro que aun resultan más divertidos los requeteortodoxos que sulfuran por lo que barruntan claudicación de su camarada alcalde. Más palomitas.

Ni oasis ni desierto

Pues claro que esto no es ningún oasis, hay que joderse con los salmodiadores de argumentarios. Tantos cerebros echando humo, y todo lo que se les ocurre de uno a otro presunto extremo del arco ideológico es salir con esa metáfora que, como nos documentaba el sabio Joxan Rekondo, es más vieja que el hilo negro. Siglo y pico tiene la vaina que se ha utilizado hasta la náusea, miren qué curioso, igual para la pecaminosa Baskonia que para la nuevamente levantisca Catalunya.

He ahí un primer retrato psicológico de los que se echan a la boca la letanía: niegan de tal modo, que se diría que afirman. Y qué gracia, oigan, que la invectiva sirva igualmente a los que sostienen que estamos sin españolizar debidamente como a los que proclaman que, puesto que somos la hostia en bicicleta, debemos romper las cadenas con que nos someten nuestros malvados vecinos del sur. Caray, con la ciclotimia.

En cualquier caso, si fuera tan obvio que Euskadi es la mierda pinchada en un palo que vienen a describir, ¿no bastaría con decirlo así? Por lo demás, la gente lo vería con sus propios ojos y sería de todo punto innecesario que se lo subrayaran en cada mitin, en cada entrevista, en cada debate, en cada hoja buzoneada. A ver si va a ser que no es tan evidente.

Vuelvo al inicio. Esto no es un oasis y mucho menos, el paraíso, especialmente para quienes palman haya o no haya crisis. Pero tampoco es ni de lejos el infierno o, buscando el paralelo contrario, el desierto que pretenden pintar los zánganos intelectuales abonados al cuanto peor mejor. Por cierto, estoy por conocer a uno solo de ellos que no viva como un pachá.

Tirar de argumentario

No todo va a ser encabronarse. Hasta a las situaciones que provocan mala sangre y peor bilis se les puede encontrar un par de aristas cómicas como desfogue. En el caso del aguacero de ponzoña que se ha desatado sobre el PP, uno de esos divertimentos colaterales consiste en descubrir la consigna de la jornada. Ya desde la primera mañana en que Pedro Jota abrió la espita admonitoria, salieron del paritorio de mantras de la calle Génova un par de folios con las pildoritas que los peperos debían introducir en su discurso defensivo. Como no se le pueden poner puertas al campo y menos a internet, las papelas con el logo de la gaviota, en principio destinadas al consumo exclusivamente interno, circularon a tutiplén para regocijo y/o vergüenza ajena del personal. Tiene bemoles que a mujeres y hombres hechos y derechos les tengan que poner por escrito que reciten, por ejemplo, lo siguiente: “El PP supo la existencia de estas noticias al mismo tiempo que los medios de comunicación”. Toma alarde de creatividad.

El resto de los despejes a córner del decálogo son de parecido pelo y nos las han ido machacando en sus parraplas más o menos atribuladas portavoces de toda graduación del partido señalado, desde Rajoy en persona al último concejal de parques y jardines con carné. Eso sí, con una cierta metodología y de acuerdo con los pitidos de un silbato que cada día ha ido indicando en qué martingala había que concentrarse. Piiiiií: Bárcenas se dio de baja como militante. Piiiiií: somos tan transparentes que vamos a encargar una auditoria externa y una investigación de puertas adentro. Piiiiií: preguntar por los sobres es una ofensa inadmisible. Piiiiií: El PSOE también tiene mucho que explicar.

La letanía ahora mismo vigente es una especie de resumen y corolario de todas las demás. Sostiene que es injusto generalizar y que la mayoría de los políticos son honrados. Y nosotros, queriendo creerlo.