Marcha verde en el siglo XXI

Rabat, tenemos un problema. Y gordísimo. Otra marcha verde, pero en versión siglo XXI. Es decir, utilizando como carne de cañón y a la vez punta de lanza a miles de personas pisoteadas por la miseria. Todo, bajo una excusa tonta a más no poder, lo de la acogida del líder del Polisario para ser tratado en un hospital riojano. El histórico de las relaciones con la satrapía marroquí —tratada por los Borbones y los diferentes gobiernos españoles como hermana de sangre— nos muestra que cada presunta ofensa ha sido satisfecha a base de pasta y vista gorda con las brutales vulneraciones de los Derechos Humanos.

No sé cuál será el precio esta vez, pero mala solución le veo al asunto. A Pedro Sánchez, por más que corra a fotografiarse en el lugar de autos, le va a ser difícil tomar sopas y sorber. Se hace un poco raro prometer la defensa “bajo cualquier circunstancia” de la integridad territorial al tiempo que se asegura que se preservará la dignidad de los miles de seres humanos que han traspasado la frontera. Ahí lo tiene bastante más fácil el mercader de odio Santiago Abascal, que también ha salido disparado hacia Ceuta después de haber vomitado fuego en el programa de Federico Jiménez Losantos. Si ponen la oreja a los comentarios en el metro o en la cola del súper, comprenderán lo que les digo. O quiza ni siquiera haga falta, porque ya se habrán hecho su propia composición de lugar a la vista de las imágenes que no dejan de transmitirnos en bucle las cadenas de televisión y los medios digitales. Al fin y al cabo, aunque pretendan vendernos que esto va de razones humanitarias, todos sabemos que también es espectáculo.

Brocha gorda

Viene de perlas tener un ministro de interior mentiroso e inhumano como ha vuelto a demostrar ser el ínclito Fernández. Sus fácilmente desmontables trolas y su asquerosa falta de sensibilidad respecto a la tragedia de Ceuta —“perdón, técnicamente fue en Marruecos”, llegó a decir— es la coartada perfecta para que un tremendo problema se convierta en pimpampum de chicha y nabo. ¿Nos remangamos, tomamos aire y vamos a la cuestión de fondo? No sea usted iluso ni tocapelotas, columnero. Y avisado queda de que como vuelva a llamar tragedia al vil asesinato fascista de quince desgraciados, le pintamos una F de facha en la frente y le ponemos mirando a Cuenca. Disfrute del momento, cándido plumilla, y súmese al pelotón de acollejamiento, que aparte de ser divertido, se saca una pasta, McLuhan bendiga las tertulias; las que pagan bien, no como la que conduce usted en la radio, menuda birria y menuda ruina.

Llevo días mordiéndome los dedos para evitar una descarga de bilis como la precedente. El remedio ha sido peor que la enfermedad porque el sulfuro se me ha disparado más allá de lo recomendable para escribir y me sale el tono desabrido del que pretendía huir en esta cuestión. Pero como no soy de mármol, soy incapaz de evitar el cabreo ante quienes se tiran en plancha a lo mollar del asunto y evitan las espinas. Que sí, que hace falta ser desalmado para no denunciar ese macabro tiro al negro que perpetró la guardia civil en El Tarajal. Sin embargo, quedarse ahí y únicamente ahí es apuntarse a la ley del embudo. También hay que preguntarse cómo evitar que vuelva a ocurrir. Eso, como diría Rajoy, ya tal.