Grupos, según

Qué escándalo, aquí se juega. Aplicado discípulo del Capitán Renault —Casablanca, ya saben— nos ha salido Patxi López, mostrando una sorpresa de cartón piedra ante la negativa de la mayoría de la Mesa del Congreso a permitir que Izquierda Unida, Esquerra Republicana y EH Bildu formen grupo parlamentario. Dice el coleccionista de cargos que no entiende la postura de sus compañeros de sanedrín, es decir, PP y Ciudadanos, casualmente los mismos a los que debe su presidencia del hemiciclo. ¿Acaso creía que lo habían colocado por su don de gentes, su planta inmejorable y los quince idiomas que domina? Callen, que ahora que lo pienso, no es del todo improbable que tenga esa convicción; se dice, se cuenta y se rumorea que sigue pensando que fue lehendakari porque existe la creencia general de que es la reencarnación portugaluja de Winston Churchill.

Pullas reverdecidas aparte, manda quintales de pelendengues la decisión de impedir el grupo tripartito bajo el forzado argumento de que es “un fraude de ley que solo busca obtener subvenciones”. El que tiene el rostro de definirlo así es el recientemente ungido como Secretario de la Mesa, Ignacio Prendes, vividor profesional de la política, que ha cambiado de siglas como de gayumbos, olisqueando siempre la sinecura. Si sabrá de sus mentados fraudes de ley el tipo, que en la cámara asturiana cobraba por ser de un partido cuando ya pertenecía a otro.

Por lo demás, ya hace mucho que huele —y no bien, precisamente— el maleable reglamento del Congreso español que concede o deniega la misma solicitud según quiénes la presenten y al arbitrio de la mayoría de turno.

¿Quién nos representa?

La que faltaba para las seis pesetas. Como andábamos cortos de membrilladas de jardín de infancia —casi en sentido literal—, aparece Celia Villalobos, la del caldo de hueso de vaca loca, en muy atinada imitación de esa vieja facha del video viral de Youtube, farfullando que espera que el diputado de Podemos con rastas no le contagie piojos. Pontifica, supongo, desde la autoridad que confiere ser un puñetero parásito que lleva chupando de la piragua ni se sabe cuántos trienios. Roza lo esotérico que semejante individua aún despierte cierta simpatía por su campechano comportamiento y por su condición profesional de presunto verso suelto.

Ahí tienen a la doña, repitiendo como vicepresidenta del Congreso, esta vez a la vera de Patxi López, el recordman galáctico de pillar cacho sin ganar elecciones y siempre, vaya tela, con el apoyo entusiasta del PP. Y cuidado con lamentarse, que la una y el otro nos representan. Es más, también lo hace, así se encabronen un mundo, el jeta segoviano llamado Pedro Gómez de la Serna. Como los otros 349 culiparlantes, recibió los votos suficientes para conseguir su acta. Lo anoto porque empieza a triunfar un birlibirloque según el cual solo un número selecto de los moradores de las Cortes encarnan la soberanía popular fetén, mientras que el resto son una panda de chorizos que están ahí porque el populacho torpe no sabe ni meter una papeleta en una urna. Es para llorar los siete mares o para descoyuntarse de la risa, según, que en nombre de la democracia se proclame la superioridad de la minoría sobre la mayoría. Aunque es peor no poder siquiera opinar al respecto.

El espantajo de ETA

Una decisión con freno y marcha atrás. La Mesa del Congreso de los Diputados había acordado conceder permiso para que una sala del supuesto domicilio social de la voluntad popular acogiera un encuentro de víctimas de ETA y de los GAL. Tremendo que en su día fuera noticia algo que debería ser de carril a estas alturas de la liga, pero mucho peor que vuelva a serlo porque se revoca la autorización. Queda fuera de concurso que en la bochornosa rectificación, motivada por la bronca del ultramonte mediático y las asociaciones monopolistas del dolor, el PP haya tenido la compañía del PSOE. En lo demás, vaya usted a saber; en esto, la gran coalición es de hierro forjado.

Si no revelara algo tan trágico como que lo de menos son los principios, resultaría cómica la patética tozudez con que se sigue agitando el espantajo de una banda a la que apenas le quedan el nombre y cuatro chatarras inútiles en otros tantos agujeros. Cuánto rendimiento le siguen sacando a la raspa de la serpiente. Aparte del digo-diego de los de la rosa y la gaviota para impedir el encuentro de víctimas, ayer mismo coincidieron en tiempo y prácticamente espacio una folclórica redada contra supuestos enaltecedores de la cosa a través de las redes sociales y un chafardeo según el cual los presos de ETA —en realidad, uno— apuestan por Podemos para Moncloa. Ante tal despliegue de cutrerío e inmoralidad, es inevitable preguntarse si allende Pancorbo quedan panchitos en número suficiente como para justificar la inversión en pirotecnia. Quizá esté equivocado, pero estaría por jurar que hace tiempo estos excesos no venden ni media escoba.

Sucesión, primer acto

Cuatro horazas de vellón atendiendo a pie firme al primer acto de la pamema para atornillar la sucesión borbónica, y aquí me tienen, incapaz de sobreponerme aún a la sensación de irrealidad. O quizá a lo contrario, al brutal baño de realidad. Esos y esas son los que nos representan, joder qué tropa.

De acuerdo, no caeré en el vicio generalizador. Ha estado muy bien Uxue Barkos, diciendo y votando lo mismo. Me ha gustado el discurso —¡por fin!— decididamente republicano y sin medias tintas de Aitor Esteban, aunque lo hubiera apreciado mucho más con la guinda de un no rotundo en lugar de la abstención justificada (barco, animal acuático) en el tecnicismo. Lo de Sabino Cuadra, logradísimo en forma y fondo, salvo por un pequeño detalle: ha proclamado “¡No vamos a participar en esta farsa!” en el mismo instante, vaya por Marx, en que lo estaba haciendo. Lara, Bosch, Baldoví y Olaia Fernández han puesto proa a los Capetos con digna convicción y, según los casos, parraplas mejorables. Fuera de concurso, el zigzagueo palafrenero de Durán para no enfadar demasiado ni a la dinastía ni a Artur Mas, que ya empieza a estar hasta el mentón del huésped del Palace.

Entre los del sí requetesí, Carlos Salvador oliendo a cuneta, Rosa Díez besuqueando el sistema que tanto critica y que le paga sus caros caprichos, Alfonso Alonso imitando a un Pemán de cuarta regional y a punto de enseñar los gayumbos bordados de coronas. Y luego, Pérez Rubalcaba, el Groucho de Solares, bufando que se puede querer dos sistemas a la vez y no estar loco, lo que Madina Muñoz, Eduardo ha certificado sonoramente: “¡Sí!”. Es lo que hay.

Cubatas subvencionados

Hay que ver, con lo tuiteras hasta el hartazgo que son muchas señorías —con Iphone gratis, cualquiera—, qué poquitas han piado sobre sus cubatas subvencionados. Ni a tres euros y medio llega el gintonic de Larios en el bar del Congreso, oigan. Y ya no son solo esos precios con los que no podría competir la tasca más cutre que conozcan; es también la variedad de la oferta espirituosa, propia de Chicote o de Le Cock. Un pelotazo para cada cada ocasión. Del chinchón o el anís Castellana cuando el cuerpo está de jota rojigualda al Jacobet o al Armagnac cuando el culiparlante y bocabebiente se ha levantado cosmopolita. Manolo, ponme un Triple Seco, que hoy toca sesión de control, y échale otro escocés a mi amigo el pepero, a ver si se me ablanda y le arranco una transaccional. ¿Conocen muchos curros en los que el pimple de alta graduación dentro de la jornada laboral esté tolerado y, de propina, financiado? Pues estos gachós y estas gachises, que luego se pasan la vida prohibiéndonos cosas a los demás, tienen lo más parecido a una barra libre que puedan imaginar. Adivinen quién paga las rondas.

¿Que me estoy poniendo demagogo? Conscientemente, además. En realidad, intento escribir en el idioma oficial de las Cortes, a ver si alguien se da por aludido y sale del burladero. De momento, han mandando en avanzadilla a cuatro o cinco moralistas de corps a echarnos la bronca por preocuparnos de estas menudencias, conlaqueestácayendo y me llevo una. Pues de menudencia, nada. Esto no es una anécdota sino una categoría. Esa cantina VIP con aires de economato o viceversa es la reproducción a escala del pudridero en que estamos atrapados. La suerte de los desgraciados a los que no les alcanza para un puñetero chato en el bar de la esquina la deciden tipos que, cobrando un pico público considerable, disfrutan de bebercio y comercio a precio de risa. En el supuesto templo de la democracia, nada menos.

¡Venceremos! (Y tal)

Jolines, qué tarde la de aquel día, martes de carnestolendas en el congreso de los diputados y las diputadas, cuando el empuje del pueblo que unido-jamás-será-vencido (¡ra, ra, ra!) abrió en el muro de la tiranía mayorabsolutista una grieta por donde se coló un rayo de luz y razón. Lívido el gesto cual María Antonieta al pie de la guillotina, el grumete Al Onso, portavoz de la reacción gaviotil, balbuceó su rendición: “Venga, va, aceptamos ladilla como animal de compañía y para que veáis que no somos tan malotes, votaremos a favor de la tramitación de la ILP sobre los desahucios. Luego ya, si eso, la convertiremos en fosfatina con nuestro rodillo, como siempre”. Tal fue el estruendo celebratorio —o la sordera selectiva—, que la última frase, la que contenía la parte fundamental del mensaje, se fue a cascarla a Ampuero. Twitter ardió de júbilo entre Favs y RTs: ¡Sí se puede, sí se puede! Y de este modo se convirtió en triunfo sin precedentes y gesta para contar a los nietos algo tan de carril como que los culiparlantes se avinieran a echarle un ojo —antes de tumbarla— a una propuesta legislativa avalada por casi un millón y medio de firmas.

No fue el único episodio épico de tan gloriosa jornada en el domicilio putativo de la soberanía popular. Un rato antes, un par de heroicas señorías del zurderío fetén se jugaron el pellejo (es decir, los padrastros de los dedos índice y pulgar) subiendo a Youtube de extranjis la ultrasecretísima comparecencia del baranda del Banco Central Europeo, Mario Draghi. Cierto que en los vídeos ni se jipiaba ni se escuchaba un carajo. Cierto también que el gachó vestido de Armani no había revelado el tercer secreto de Fátima ni cosa parecida y que la chapa requeteconfidencial fue colgada íntegramente en la web del BCE. Más cierto aun, que la directa habría sido un plante y que le fueran dando al buen señor. Pero, claro, eso lucía menos, dónde va a parar.

Lo que vale un rodillo

El PP rechaza que Mariano Rajoy explique en el Congreso el caso Bárcenas. El PP rechaza que Mato comparezca para explicar su gestión en el ministerio. El PP rechaza que Soria explique los últimos cambios tarifarios. El PP rechaza que los ministros expliquen los informes sobre cuentas en Suiza. El PP rechaza que Pastor explique la eliminación de subvenciones al transporte. El PP rechaza que Gallardón aclare ya en el Congreso cuándo se eximirá de tasas judiciales a las víctimas de maltrato. El PP rechaza que Montoro adelante datos sobre el déficit. El PP rechaza que Morenés aclare en el Congreso su discurso de Pascua Militar. El PP rechaza que Arias Cañete comparezca por la ley de la cadena alimentaria. El PP rechaza que Fátima Báñez detalle sus intenciones sobre el Plan Prepara. El PP rechaza que el Banco de España hable del informe de sus inspectores. El PP rechaza un Pleno del Congreso sobre el presupuesto europeo.

Todo eso, se lo juro por el churumbel de Piqué y Shakira, es cosecha de una sola tarde. Concretamente, la del pasado martes. Cuando salió el tercer teletipo con el mismo encabezado, me dio por empezar la colección y, como ven, llegué hasta la docena. Ahora vayan al manual de instrucciones de la democracia parlamentaria y lean que una de las funciones principales del poder legislativo es ejercer el control sobre el poder ejecutivo. Y luego, acudan a los periódicos de hoy mismo a enterarse de que en esa misma cámara ninguneada comparecieron ayer unos expertos para ilustrar a sus señorías sobre una tal Ley de Transparencia que se cuece a fuego lentísimo. Lo siguiente es a su elección: o les da un ataque de risa histérica o se ponen a llorar desconsoladamente. ¿Vale agarrarse un rebote del quince y acordarse de un centenar de árboles genealógicos completos? Pues también. Lo único que les pido es que la próxima vez que tengan un voto en la mano piensen para lo que sirve. O no.