Pobres contra pobres (2)

Hago notar que el título de esta columna con prórroga no es mío. La expresión salió de los labios de la líder de la Plataforma Anti Hipoteca, Ada Colau, que acusó a la presidenta andaluza, Susana Díaz, de estar enfrentando a “pobres contra pobres”. El soplamocos tuvo un inmediato y estentóreo aplauso en las redes progresís, donde las frases de cinco duros cosechan el éxito que no alcanzan los argumentos. Como hace mucho que retiré de mi dieta las ruedas de molino, comprendí al primer bote que lo que estaban diciendo Colau y sus jaleadores es que entre los desgraciados también hay clases: está el puñado susceptible de redención, tan resultón para fotos y consignas, y luego, la legión de apestados completos a los que les toca morirse del asco sin rechistar. Literalmente sin rechistar, pues en cuanto empezaron a quejarse por el agravio respecto a los (semi) realojados de la corrala Utopía, les fueron cayendo las consabidas teóricas: “No se dan cuenta de que sus verdaderos enemigos son los bancos”, “Se dejan manipular por los medios de la derecha”, “¡Qué insolidaria y egoísta es la incultura!” y otras tantas soflamillas podridas de superioridad moral… lanzadas, como suelo apostillar a mala baba, desde aparatejos que cuestan lo que no ingresan en un año los insultados.

Ni de lejos soy fan de la trepadora Díaz. Me consta que este cirio lo montó el indecente alcalde pepero de Sevilla en comandita con una entidad bancaria. No se me escapa la obscenidad que supone ver a ABC o TVE dando voz a quienes desprecian. Pero tampoco que cierta izquierda tiene una idea muy asimétrica de la justicia social.

Pobres contra pobres

Mucha corrala y mucha utopía, pero al final, lo que va a los titulares es lo que se mercadea en la realidad contante y sonante de un despacho con moqueta, alrededor de una mesa de madera noble probablemente bien surtida. Lo importante es que el pacto rosi-rojo no se ha roto. En la letra pequeña, allá por el quinto o sexto párrafo, el apaño sobre las personas que supuestamente estaban en el origen de la bronca. Dejamos las llaves por un rato a ocho y se las quitamos a los demás, aprovechando que las cámaras están a otra cosa. ¿Es que la suerte de un puñado de desgraciados va a echar abajo un gobierno? Hay que ser tonto del haba para jugarse el coche oficial, las dietas, la posibilidad de favorecer a los amigos o los embriagadores pies de foto con el nombre adosado a un cargo por unos desharrapados que, literalmente, no tienen donde caerse ni vivos ni muertos.

Me van a decir, ya imagino quiénes, que soy injusto al presentar este relato descarnado de cómo se recosieron los rasgones del ejecutivo bipartito andaluz. Es más fácil acordarse de las muelas de Pepito Grillo que repasar en la moviola los acontecimientos y hacer examen de conciencia, qué tiempos aquellos en los que la autocrítica significaba algo para la izquierda. Ocurre que en esta ocasión sería demoledora. De principio a fin, la actuación de IU en lo que un periódico ha llamado a mala gaita la crisis de los okupas ha sido manifiestamente mejorable. El caciquismo a la inversa sacó a la luz el eterno agravio subterráneo al que nadie quiere mirar: hay una miseria fotogénica y otra condenada, no solo por el vil capital, a joderse y callar.