Una propuesta estúpida

Tonterías animadas de ayer y hoy. La menguante sucursal navarra del PP propone en el Parlamento foral que se exija a la Comunidad Autónoma Vasca que se abstenga de celebrar el Día de Euskadi el 3 de diciembre. En argumento propio de criaturas de primaria, la franquicia gaviotil viene a sostener que la fecha está pillada, chincha raviña, y que los malvados vecinos de la demarcación autonómica tienen el resto del calendario para poner su fiesta institucional.

La lista de memeces concurrentes es interminable, pero habrá que señalar como primera el hecho de que se trata de una venda para una herida que aún no se ha producido… y probablemente, ni se producirá. Todo lo que hay hasta el momento en el Parlamento Vasco es una iniciativa absolutamente legítima de EH Bildu que se debatirá y, si es el caso, se votará cuando toque. A partir de ahí, la decisión está en manos de la cámara de Gasteiz, o sea, de los partidos que representan a la ciudadanía de los tres territorios. ¿Con qué derecho entromete su hocico una formación que ni pincha ni corta? Corrijamos: unas formaciones, en plural, porque UPN ha apoyado a bloque la soplagaitez y el PSN, más timorato, también lo ha hecho en dos de sus tres puntos.

Como han señalado, supongo que con dificultad para disimular las carcajadas, las y los portavoces del cuatripartito, el asunto se sitúa, amén de en la injerencia, en el absurdo, la ridiculez y el esperpento. Si lo suman todo, hallarán como resultado el patético autorretrato de una oposición que trata de conjurar su ineficacia dejándose arrastrar, bonita ironía, por sus sempiternas obsesiones identitarias.

San Patxi, c’est fini

Espero que esta sea la definitiva, porque ya he perdido la cuenta de las veces que hemos anunciado la derogación del 25 de octubre como Día de Euskadi, también conocido en algunos círculos como San Patxi, en dudoso honor de quien lo calzó en el calendario aprovechando que la izquierda abertzale estaba de excedencia por ilegalización. En todas las ocasiones, además, nos ha tocado ilustrar la noticia con el consabido salpicón de declaraciones recalentadas hasta la náusea. Como si los que instauraron la cosa por joder un rato, o sea, para marcar paquete constitucionalista, no supieran desde el mismo minuto en que lo hicieron que aquello tenía fecha de caducidad. Manda pelotas que se empeñen en venirse arriba con lo que nos une a todos, cuando el trozo mayor de ese supuesto todos había dejado claro que celebraría antes San Cucufato que el aniversario de la aprobación de un Estatuto que ha resultado el timo de la estampita. Leñe, que alguna vez tendremos que acabar con la costumbre de este pueblo —véase el 31 de agosto en Donostia— de convertir en fiesta las derrotas y las catástrofes.

Si ya en origen y por buenas intenciones que tuviera, el texto de Gernika era, en el mejor de los casos, un apaño para ir tirando, su contumaz incumplimiento por parte de los gobiernos españoles ha acabado convirtiéndolo en una broma de pésimo gusto. Qué puñetera casualidad que los mentados gobiernos que se lo pasaban por la sobaquera hayan estado en manos de los dos partidos que promovieron su efeméride y que siguen defendiéndola con lo más granado de su artillería dialéctica. Apenas se les nota que lo que les pone cachondos del articulado del 79 es que, vaciado de contenido hasta situarnos en algunas materias por debajo de las competencias de Murcia, marca el non plus ultra de lo que su jacobinismo rojigualdo y ramplón está dispuesto a ceder. Qué menos que no festejarlo.

Día de Euskadi

25 de octubre, los censados en la demarcación autonómica de Vasconia (los cada vez menos que conservan el curro, se entiende) tenemos permiso para prolongar nuestra estancia en la cama. A festivo regalado no se le mira el diente. No lo hacemos con las jornadas para la holganza patrocinadas por esta virgen o aquel santo, así que tampoco habremos de ponernos excesivamente tiquismiquis cuando el marianito y los calamares —o el puente, si es menester— nos llegan de la mano del poder secular. Otra cosa es que nos pidan que nuestros corazones amanezcan henchidos de sentimiento de adhesión a la presunta motivación que ha bañado de rojo la fecha en el calendario laboral. Por ahí este humilde tecleador no pasa.

Vamos siendo ya lo suficientemente mayorcitos para comprender qué llevó y a quiénes a instaurar estas 24 horas como “Día de Euskadi”. Fue, dicho pronto y regular, exactamente lo mismo que provocó el cambio en el mapa del tiempo de ETB o el paso de la vuelta ciclista a España: la demostración de quién manda aquí desde el 1de marzo de 2009. Esa mayoría aritmética que, a la vista de los últimos acontecimientos, huele ya a cola de pelotón impuso esta festividad como otro trágala más de su evangelización. ¿Les joroba? Pues adelante con los faroles. La normalización era esto.

Para morirse de la risa o de la pena, que eligieran como excusa la conmemoración de un Estatuto de autonomía que o boicotearon en su nacimiento o torpedearon en su siempre incompleto desarrollo… o las dos cosas a la vez. Si les sirve como fetiche es sólo porque está vacío y agotado. Hasta los que se apuntaron al café para todos, con el tiempo fueron teniendo para mojar pastitas y bizcochos competenciales que por aquí arriba no hemos catado.

Lo divertido es que, si todo sigue el curso que parece haber tomado, esta celebración será efímera. Nos quedan la de este año y la del que viene. Luego, a buscar otra fecha.