Felipe VI y su padre ausente

Es casi una tradición tan asentada como la propia perorata borbónica de nochebuena que yo les venga dos días después con una parrapla al respecto. Les suelo contar, y vuelvo a refrescarles la memoria, que no me he perdido un solo discurso en los últimos 35 años y que siempre los veo en lo que antes llamábamos “la primera cadena” y hoy es “La Uno” de RTVE; el medio también es el mensaje, créanme. La cosa es que este vicio que linda con la perversión me da pie para proclamar con mucho conocimiento de parte que el del viernes por la noche fue la peor homilía que recuerdo. Y miren que las ha habido malas como la carne de pescuezo, pero los trece minutos en el córner del popularmente conocido como El Preparao fueron una acumulación de naderías, topicazos y perogrulladas digna de antología.

Por supuesto, ni media palabra sobre su padre, despachado por él mismo de una patada al asilo dorado de los Emiratos sátrapas del Golfo. Ahora que en los tribunales suizos se libra por el aburrimiento del fiscal y en los españoles por la oportuna muerte de quien llevaba personalmente su investigación, el rey viejo y su larga nómina de cortesanos no van a dejar de dar la barrila para volver. Por supuesto, con los gastos pagados en A, B o C. Se le viene un problemón a Felipe VI y la charleta del otro día habría sido una ocasión pintiparada para decir qué opina de esa Operación Retorno que le están montando al emérito. Aunque casi más interesante resultaba saber la opinión del actual jefe del estado español sobre las trapisondas sin cuento de su progenitor. Todo lo que dijo fue no sé qué de la ejemplaridad de las instituciones. O sea nada de nada.

Habla, mudito Felipe VI

Esta noche, gran velada. O sea, gran discurso. ¿Albergo expectativas exageradas? Seguro, pero si siguen mis desvaríos desde hace tiempo, sabrán que tengo entre mis perversiones menos presentables la de atizarme en vena el mensaje borbonesco de nochebuena. Del que toque. Lo hacía con el viejo y golfo y he seguido con su preparadísimo (ejem) vástago. Comprendo perfectamente el sarpullido que le puede provocar al común de los mortales, especialmente de los censados en la pérfida Baskonia, la sola idea de someterse al blablablá del coronado impuesto de turno. Sin embargo, entre que me dedico a esto de opinar y tengo ese natural bizarro que les decía, mientras las gambas chisporroteen en la plancha, yo estaré atento a la cháchara del inquilino de Zarzuela.

¿Es que nos va a dar algún gran titular? Abandonen toda esperanza. La gracia residirá, sospecho, en cuánto tiempo va a estar amorrado el tipo a los topicazos de la pandemia para evitar el par de asuntos sobre los que lleva callando el muy joío desde tiempo ya casi inmemorial: las incontables manganzas de su progenitor y los apoyos a su coronada persona del más rancio facherío con o sin uniforme. Apuesto (y creo que gano) a que en el mejor de los casos hará una velada alusión a lo primero y dejará sin mentar lo segundo. Queda poco para comprobarlo.

Borbón en off

Redacción: La vaca. La vaca tiene cuernos. La vaca come hierba. La vaca da leche. La vaca hace muuuu. Felices fiestas, eguberri on, bon nadal, boas pascuas.

Como sé que muchos de ustedes son más de poteo previo de nochebuena que de echarse caspa a los ojos o, directamente, que no se atizarían un Bourbon on the rocks ni por todo el oro del mundo, me he permitido resumirles arriba el discurso que expelió anteanoche el actual titular de la corona española. Sí, seguro que han leído o escuchado que dijo otras cosas. Pero no se dejen confundir. Las interpretaciones a medida del consumidor ideológico forman parte de la coreografía que sigue a la emisión del mensaje. En general, la charleta gusta a los de siempre y disgusta a los otros de siempre. Cada cual se cuelga de esta o aquella frase para verter opiniones que ya tenía precocinadas desde antes de que sonara el chuntachunta que abre paso a la conexión en falso directo —esta vez de 24 horas— con el casuplón del Preparao.

En el caso que nos ocupa, ni siquiera cabe ese ejercicio de equilibrismo argumental. El texto que recitó el tipo estaba específicamente construido para llenar los diez minutos de rigor. Fueron seis folios de topicazos de cuarta regional que sirven lo mismo para un roto que para un descosido. De traca fue que mentara Catalunya como de pasada en una enumeración de preocupaciones que incluía las consecuencias de la revolución tecnológica (sic) sobre la cohesión social o la desconfianza de algunos (sic) ciudadanos en las instituciones. Le faltó añadir la decepcionante trayectoria en la liga de su Atlético de Madrid. En resumen, no dijo nada de nada.

Nada de nada

Como saben los más veteranos consumidores de este puñado de líneas deshilachadas, no me salto un discurso borbónico de nochebuena. Es algo entre el vicio confesable, la superstición, la tradición y, supongo, unas gotitas de ganas de descolocar a quienes no esperaban que servidor tuviera semejantes costumbres. ¿Masoquismo? Qué va. Jamás me ha provocado el menor dolor asistir ni a la verborrea casi etílica del padre ni a la colección de gallos del hijo desde que le tomó el relevo. Simplemente escucho y trato de hacerme una idea de por dónde va el balón político hispanistaní. A veces, es muy evidente, incluso hasta grosero, el recado que se quiere enviar. En otras ocasiones, sin embargo, es necesario olfato de perdiguero para desentrañar el mensaje que esconden los tópicos escupidos por la boca regia. Las reacciones de las horas siguientes, a favor, en contra o entreveradas, ayudan en la interpretación.

¿Y qué ha dicho esta vez el joven Capeto? Pues, sinceramente, creo que absolutamente nada. Puro blablablá. Les aseguro que no tengo memoria de una parrapla navideña tan vacía como la de anteanoche. Solemne memez, lo de dejar a los jóvenes la Constitución del 78 como legado, como si la Carta Magna pudiera comerse o sirviera para pagar una hipoteca. Y lo de la convivencia como el valiosísimo jarrón chino que no podemos romper, menuda chufa. Ni amenaza con los tanques como en octubre de 2017 ni propone echarle un par de narices y preguntar a sus súbditos a ver cómo quieren montárselo. Patada a seguir. Mareo de perdiz. No olvidemos que la chapa pasa censura gubernamental, y lo que toca ahora es hacer el Tancredo.

Felipe, palo y zanahoria

Vaya con el chaval de Juan Carlos. Una de palo y otra de zanahoria. Esta vez tocó, aparentemente, lo segundo. Pero, al fin y al cabo, con el palo a la vista, como aviso para los que se salgan del redil. Es verdad que si comparan lo que les adelanté que diría el marido de Letizia Ortiz con lo que realmente dijo, hay varias corcheas de diferencia. Esta vez eligió el papel de poli bueno de sí mismo, haciendo como que aceptaba que los disolvente catalanes hayan vuelto a elegir lo que no debían. Sin embargo, con ese nauseabundo paternalismo borbonesco, se puso en plan preceptor jesuita, advirtiendo a la muchachada que ojo al cristo, que es de plata. Vale que ganen los malotes, pero solo si es para gobernar como Dios manda, es decir, dejándose untar y recortando a tutiplén, pero lejos de tentaciones secesionistas. Hasta ahí podríamos llegar.

Por lo demás, la homilía de nochebuena de SPM (Su Preparada Majestad) fue nada entre dos platos. Que si no se qué de la violencia de género —a buenas horas, Felipín—, que si no sé cuál del cambio climático. Para sobresaliente en cinismo, la alusión a una tal “reciente crisis” y los sermones sobre cómo funciona la democracia, viniendo de un tipo que está donde está con el único mérito de haber sido el espermatozoide más rápido en los cataplines de su padre. Yo, por lo menos, no recuerdo haberlo votado.

Fuera de concurso en la inane faena de aliño, la cursilería artificial de alto octanaje. “No hemos llegado hasta aquí para temer al futuro, sino para crearlo”, farfulló con hedor a Coelho o Bucay. Está uno por pedir que vuelva su viejo, que por lo menos nos divertía.

El discurso del rey*

Españoles: Permitidme que, como decía el que designó a mi viejo sucesor a título de rey, por unos cortos minutos penetre en la intimidad de vuestros hogares para deciros a los hombres y mujeres de bien que no tenéis de qué preocuparos. Aunque los pertinaces separaristas catalanes, tan duros de mollera como la última rodaja de espetec, han vuelto a demostrar que no saben ejercer la democracia y se empecinan en la absurda idea de que las urnas se ponen para que cada uno vote lo que le salga de ya me entendéis dónde, el Estado de Deshecho, digo de Derecho, tiene armas más que de sobra para restaurar la normalidad, ejem, en la tierra levantisca.

Como no habéis nacido ayer, sabéis perfectamente a qué armas se está refiriendo mi preparada majestad. Jarabe de palo se llama en el más bello de los castellanos, que es el castizo. Ya en los últimos meses les hemos dado oportunidad de comprobar que a malas somos muy malos, pero ahora verán que a peores, somos aun peores. Lo de los encarcelados, fugados y decenas de emplumados judiciales les va a parecer un chiste al lado de lo que se les viene encima. Cueros más duros ha convertido en delicada seda la fusta de mis antepasados capetos. Si la mula es terca, más terco debe ser el mulero. ¿Que no les ha ablandado el 155? Pues veremos con la versión Premium, que es la que toca ahora. Al caganer de Bruselas se le va a congelar en la jeta la sonrisa con la que el otro día escupió que había derrotado a la Monarquía. A ver si tiene lo que hay que tener para reclamar su premio de la lotería.

(*)Discurso de Nochebuena de Felipe VI, al que ha tenido acceso el columnista.

La tercera está al caer

Todo muy pulcro y democráticamente aseado. Su excelencia el jefe del Estado larga quince minutejos en nochebuena, y al día siguiente, los viejos y nuevos políticos se ejercitan en el arte del canutazo. Mayormente, no nos engañemos, para llenar los telediarios, que solo con gachupinadas navideñas, catástrofes aéreas y óbitos de artistas no llega. Ahí aparecen unos cortesanos aplaudiendo con las orejas —pongan PP, PSOE y Ciudadanos— haya dicho lo que haya dicho el piador con corona. Novedad de un tiempo a esta parte, salen luego los tibios morados a dar sin dar o no dar dando, nunca se sabe. Y cierran el ritual los republicanos con trienios, categoría que incluye a soberanistas de aquí y allá, impepinablemente disconformes con el mensaje del huésped de Zarzuela.

“El día de la marmota”, sentenció, no sin razón, Aitor Esteban. El año que viene, otra de lo mismo. El siguiente, igual, y así hasta… ¿cuándo? Cuidado, que la respuesta puede ser incómoda, pero contiene la esencia de lo que venía a contarles. Aquí lo de menos es el blablablá del preparado y las consiguientes reacciones a favor, en contra o entreveradas. Los sustantivo es que la monarquía española sigue ahí, marchando contra la lógica de la Historia viento en popa a toda vela. Si tuviéramos la mitad de memoria de lo que pronunciamos tal palabra, recordaríamos que apenas anteayer, en época del Borbón que ha pasado a la reserva activa, parecía que a la institución le quedaban cuatro padrenuestros. Blandiendo encuestas y titulares escandalosos, se anunciaba sin dejar lugar a dudas que la tercera estaba al caer.  Un siglo de estos, tal vez.