Diario del covid-19 (27)

Por segundo miércoles consecutivo, un diario capitalino de la diestra asilvestrada consigue escandalizar a los de cutis más fino y escala de valores más movediza. Repite, además, fórmula funeraria. Si hace siete días el rasgado de vestiduras fue por la publicación de unas hileras de féretros, esta vez basta con la imagen de un solo fallecido. Sobre la cama de una habitación que no oculta su humildad, casi su miseria, yace un cadáver descalzo y con la tripa descubierta, mientras dos sanitarios certifican el óbito en segundo plano. Sin duda, es una instantánea impudorosa en cada uno de sus detalles.

Entrando en el juicio de intenciones a través de la bibliografía ampliamente presentada por el medio —el mismo que aireó los bulos obscenos sobre los atentados del 11-M—, no es descabellado atribuir a la imagen un propósito perverso, más allá de lo puramente periodístico. No creo, sin embargo, que se pueda llegar más allá. No, por lo menos, sin dejar a la vista una inconmensurable hipocresía. Más, si los que ahora hablan de falta de respeto y morbo innecesario son exactamente los mismos que consideraron altísimamente oportuno reproducir hasta la náusea la foto del niño Aylan ahogado en la playa tras el naufragio —eso ya no lo contaban— de la barcaza de su padre, traficante de seres humanos.

Diario del covid-19 (19)

Dos semanas más de confinamiento. “Pero relajando medidas», titulan algunos. “Sin descartar que haya que alargar el periodo hasta finales de mayo”, apostillan otros. Y seguro que lo uno y lo otro salió de los labios del presidente del gobierno español, con esa curiosa facultad para anunciar cosas diferentes en medio párrafo de distancia. Qué curioso ejercicio mental, por cierto, imaginar qué pasaría si el de las comparecencias oficiales tuviera gafas, barba blanca y un peculiar modo de pronunciar las eses. Como poco, las cañas serían lanzas y las lanzas, cañas. O sea, los que ahora echan espumarajos y tildan de inútil al jefe del Ejecutivo andarían pidiendo altura de miras y llamando a remar en la misma dirección. Y viceversa, claro. Los que aplauden con las orejas al líder máximo y tachan de antipatriotas a los que osan emitir cualquier crítica estarían exigiendo la dimisión inmediata.

A mi, francamente, me da lo mismo que me sermonee uno que otro, aunque agradecería un poco de consideración. Vamos, que no me tomen por más idiota de lo que ya me siento. De igual modo, no me pilla por sorpresa la prórroga del encierro, como tampoco me asombrará que vuelvan a largarlo. Temo que lo peor vendrá depués. Es decir, presiento que tras la noche, vendrá la noche más larga. Adiós, Aute. Gracias por tanto.

Diario del covid-19 (14)

La realidad se vuelve más compleja de lo que ya era. El otro día me vi —¡Quién me lo iba a decir!— defendiendo al obispo Munilla de sus linchadores de aluvión. Muchos de los mismos denunciantes acelerados del fascismo de balcón hacían presa en su tobillo porque le habían puesto una multa por ir en su vehículo con otra persona en el asiento del copiloto. La pandilla que nos da lecciones sobre el derecho a la intimidad se ciscaba en la ley de protección de datos que debería haber evitado que la sanción fuera de dominio público. Pero como el perjudicado por un filtrador, o sea, por el chivato de turno, según la lengua de uso recuperado, era uno de los cocos oficiales, ahí se joda monseñor.

Eso, como aperitivo, pues la jauría terminó definitivamente cuando se conocieron las circunstancias reales de los hechos. Resulta que el odiado purpurado llevaba a recibir atención odontológica urgente a una inmigrante que padecía una infección en la boca. Ahí debe de haber una moraleja que les dejo extraer a ustedes.

Y por si lo de salir en defensa de Munilla no bastaba, ayer me encontré aplaudiendo las palabras de un tipo con un historial tan poco presentable como Esteban González-Pons. Ocurrió que el eurodiputado del PP soltó desde su escaño de Bruselas cuatro verdades a los supertacañones europeos.

Y al fin, casta

Qué lejos va quedando el 15-M. O sin retroceder tanto, aquellos días de 2014 de la entusiasta fundación de lo que se nos juró que jamás sería una organización vertical con cúpula, aparato y todo el andamiaje de los partidos rancios y en descomposición. ¿Quién necesitaba de vetustas estructuras y de cadenas de mando, cuando el círculo era la forma geométrica más pura y el ágora, el lugar donde cada opinión valía exactamente lo que cualquier otra y las decisiones se tomaban, no ya por mayoría, sino por ósmosis. Cómo olvidar también aquella máxima irrebatible de que cualquier negociación debía transmitirse en streaming urbi et orbi. Y claro, la promesa de no cambiar bajo ninguna circunstancia las humildes moradas de los barrios por chalés en zonas chic donde habitaba… ¡la casta!

Ahí, en esa palabra pronunciada con gesto de desprecio, es donde más duele, ya a modo de descabello, con las tres propuestas definitivas del amado líder a su siempre obediente rebaño. De entrada, nada de limitación de mandatos, que el tiempo pasa muy deprisa. Fuera también la imposibilidad de acumular cargos, porque yo y mis amigos lo valemos. Y como resumen y corolario de la ciaboga impúdica, la eliminación del tope retributivo de tres salarios mínimos, algo que, por otra parte, los mandarines llevaban pasándose por el arco del triunfo desde la primera nómina a cargo del erario.

¿Saben lo más gracioso? Que los que fuimos escupidos cuando dijimos que todo lo anterior era, amén de innecesario, imposible de llevar a la práctica, volveremos a serlo por señalar la brutal incoherencia de quienes han acabado siendo la casta que despreciaban.

Miente, que queda todo

Si no fuera tremendamente trágico, sería gracioso que en un país donde excusitas de a duro farfulladas como letanías pasan por revisiones críticas del pasado se esté negando que el lehendakari pidiera ayer disculpas explícitas por los errores en la gestión del derrumbe del vertedero de Zaldibar. “Siento mucho los errores que hemos podido cometer en este operativo”, dijo Iñigo Urkullu. Añadiría que el documento audiovisual está al alcance de cualquiera que esté por la labor de comprobarlo, pero sé que pincho en hueso. Una vez más, la realidad es una minucia al lado de los juicios prefabricados y lanzados al enmerdadero en la certeza de que casi cualquier especie hará fortuna. Los dispuestos a creer creerán. Cualquier intento por confrontar con hechos contantes y sonantes las trolas caerá en saco roto.

¿Ejemplos? Mil. El penúltimo lo comentaba, creo que ni siquiera sorprendido, un querido compañero de fatigas informativas y opinativas. Ayer corrió la especie de que en el Teleberri se habían obviado las declaraciones de Maddalen Iriarte. Es solo la enésima vuelta de tuerca a la mandanga que sostiene que EITB pasa de puntillas sobre la cuestión, cuando va a todo trapo con información no precisamente cómoda. Y qué decirles de mi propio trabajo. A pocas cosas les habré dedicado tanto tiempo de radio —amén de un par de columnas que hubo quien tomó por fuego amigo— como al derrumbe. Si rescatan las tertulias de Euskadi Hoy en Onda Vasca, escucharán durísimas diatribas de contertulios de varias siglas. Da igual: a cada rato se me reprocha callar yo y silenciar las versiones poco amables. Pues lo lamento. No me rendiré.

Todas las memorias

La memoria vuelve a interpelarnos. El lunes conmemoramos los cuarenta años del cobarde atentado de la extrema derecha paraestatal en el bar Aldana de Alonsotegi que segó cuatro vidas y dejó una decena de heridos. Hoy recordamos los 25 años del asesinato a sangre fría de Gregorio Ordóñez mientras comía en un bar de la Parte Vieja de Donostia. Permítanme que vomite ante el primer imbécil que me esté reprochando ahora mismo lo que los que no tienen ni idea de geometría ni de geografía moral llaman equidistancia. Inútil tarea, explicar a esos mendrugos obtusos y malnacidos que todos los criminales son, en esencia, idénticos. Cambia la atribución de sus vilezas a una causa de conveniencia, pero es puro accidente que maten a este o al otro lado de la línea imaginaria. De hecho, son abundantes los ejemplos a lo largo de la Historia de matarifes que han ejercido en los extremos opuestos.

Y más allá de los victimarios, lo terrible es que cuatro decenios y un cuarto de siglo después de las atrocidades, respectivamente, siga habiendo innumerablesjustificadores de ambas. Especialmente, de la segunda, no nos engañemos. Apuesten y ganen a que hoy tendré que mandar al guano a varios comentaristas de la edición digital de esta columna que vendrán, siempre desde el anonimato farruquito y cagueta, a explicarme por qué Ordóñez se ganó su final a pulso y a conminarme a pasar página por el bien de la convivencia. Lo siniestramente gracioso es que son los mismos que exigen que no queden impunes otras iniquidades. Como ni mi memoria ni mi ética son selectivas, clamo, ya sé que en el desierto, por la denuncia de todas y cada una.

Paradojas del Procés

Algo me pierdo. 350.000 personas en la movilización número ene contra la sentencia del Procés son un pinchazo. Sin embargo, 80.000 en una manifestación constitucionalista con autobuses son un éxito del copón. Y casi es peor cuando tratan de explicarte que la cuestión está en las expectativas. Te sueltan sin mudar el gesto que en el primer caso se esperaban más y en el segundo, menos. ¿Se dan cuenta de lo que están reconociendo con tal argumento?

No se molesten en contestar. Era una pregunta retórica. Total, en esta gresca lo que se impone es la quíntuple vara. Fíjense, por ejemplo, qué cabreo más justificado con la vileza de Grande Marlaska —¡Nada menos que ministro de Interior, aunque sea en funciones!— sosteniendo que la violencia en Catalunya es cualitativamente peor que la que hubo en Euskadi. Se pregunta uno por qué los que más indignación han gastado en las soflamas contra el lenguaraz juez en excedencia son muchos de los que hace nada aplaudían idéntico paralelismo salido de labios de Puigdemont. Y, claro, viceversa: bastantes de los que entonces se ofendieron por el burdo símil salen ahora en defensa de Marlaska con la martingala de que hablaba “en términos conceptuales”.

Ocurre que no hay paradoja insuperable. Después de quintales de esfuerzos dialécticos para achacar los actos violentos a infiltrados por el unionismo o de poner a caldo de perejil a los medios que muestran las imágenes de caos, la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, sentencia: “Son estos incidentes los que hacen que estemos en la prensa internacional de manera continuada estos días, es decir, que hacen visible el conflicto”. Jo-dó.